La política, dijo alguien una vez, es el arte de vender ilusiones. Pero si bien no debemos confundir esto con la demagogia, en materia de primarias partidistas hay algo de ambas. Se nos crea la idea de que siempre escogeremos al mejor candidato y de que ganaremos la elección final, aunque esto último no necesariamente sea así.
La historia de las primarias en Venezuela es corta, pero ilustrativa. Lo demuestran los casos de Gonzalo Barrios, electo por los miembros del partido Acción Democrática (AD) a través de unas primarias en 1968 para enfrentarse a Rafael Caldera, candidato de Copei, con quien perdió las presidenciales de ese año, y de Luís Piñerúa, ganador de las primarias efectuadas por el partido blanco, diez años mas tarde, quien también perdió frente a Luis Herrera. La más curiosa es tal vez, la más reciente del año 1993, que enfrentó en unas primarias copeyanas a los precandidatos Oswaldo Álvarez Paz y Eduardo Fernández; no obstante la alta votación del primero, quien ganó dichos comicios, de nada le sirvió, más tarde, en la contienda por la presidencia de la República, al perder frente al candidato Rafael Caldera quien se autoproclamó en la disidencia, formando tolda política fuera de Copei. El problema de las primarias consiste en que cuando son abiertas, es decir, no circunscritas a su militancia, pueden arrojar resultados inflados, irreales, que no son avalados posteriormente por los votantes en la contienda oficial.
Las primarias del pasado domingo 25 de abril, son la primeras que se realizan en Venezuela para decidir candidaturas no presidenciales. Sin embargo, a pesar de su éxito, dejaron una sensación de sed insatisfecha, similar a la de quien toma un vaso de agua cuando necesitaba tres. En total, 15 circunscripciones de ocho estados del país, para elegir un 13%, o sea, 22 de los 165 candidatos que llevarán los partidos de oposición reunidos alrededor de la denominada Mesa de la Unidad. La pregunta que mucha gente se hace es por qué no se eligieron de esa manera todos los candidatos, y la respuesta que toda la dirigencia de la oposición ha dado, es que solo donde no hubo consenso se efectuaron primarias, incluido el gobernador Capriles Radonski, quien ha declarado que las primarias se deberían aplicar para escoger el candidato presidencial del 2012. Pero si el consenso es la clave, por qué plantearse primarias desde ahora para unas presidenciales, o es que no va a haber consenso para decidir quién es el candidato de la oposición. O será, tal vez, que se quiere evitar que se aplique el "consenso". Porque después de todo ¿qué es el "consenso" a que se refieren los dirigentes de la oposición que cuando existe, hace innecesarias unas primarias? Pues ese consenso no es otra cosa que acuerdos políticos, negociaciones que quitan y ponen candidatos de acuerdo a determinados intereses, a veces, más personales que partidistas, más individuales que colectivos.
Estas primarias dejan algunas consecuencias insoslayables. Más allá del desencuentro Mendoza-Borges, o del narcisismo del que Ramos Allup acusa a Capriles Radonski, o de que en las no-primarias se colaron algunos personajes que ejercieron cargos dentro del actual régimen, lo cierto es que la participación del CNE, con sus maquinas y técnicos, así como del Plan República, ha avalado sin lugar a dudas, todas las elecciones anteriores que tan criticadas y hasta señaladas de fraude fueron en el pasado. Máxime, cuando algunos de sus más fervientes detractores han participado en estas primarias como candidatos. Pactos y arreglos entre los partidos, muchos, quizás demasiados; pero unidad, lo que se dice unidad, aún está por verse.