www.diariocritico.com

La importancia de llamarse Paco

martes 22 de mayo de 2007, 10:08h



Vale más caer en gracia que ser gracioso. Vale más saber arrimarse adonde hay buena sombra. Y si no que se lo pregunten al vicepresidente de la Diputación de Castellón, Francisco Martínez, que tiene a todo el personal alucinado. Que, en poco tiempo, como en seis años le ha sacado mucho rendimiento a lo de ser, además, el alcalde de su pueblo, Vall d’Alba o asín (es que el valenciano es como el catalán, algo que cuesta de entender), el número dos de la Diputación. El tipo ya tiene como 400.000 metros cuadrados (que son como 55 campo de fútbol) en suelo rústico recalificable, además de tres masías (que son como casas de campo de labrador), una casa de siete pisos, dos chalés, un apartamento de lujo y unas cuantas plazas de parking. Creo que hasta podría entrar tranquilamente en la Asociación de Promotores, porque el tío se promociona a si mismo cosa mala. Y todo no sé si por la patilla o por la cara.

Mi señora dice que ha leído en la peluquería que lo que se lleva es un sistema integrado de promoción. No me preguntéis en qué revista para mujeres ponen esas cosas, que ni ella lo sabe. Pero yo –a ver qué remedio— siempre le hago caso a mi señora, aunque se haya puesto mechas rubias como las tres rubias malayas de Marbella (la Zaldívar, la Yagüe y la García Marcos). Pero estábamos en lo del alcalde Martínez. El tipo, aparte de ser popular por el partido, que es el PP, debe ser muy popular entre sus vecinos. Muy popular y muy bueno, porque le han donado 13 fincas rústicas, sin pagar ni un puñetero euro, como agradecimiento (no sé de qué coño, pero agradecimiento). Claro que él, como es de bien nacidos el ser agradecidos, a un abuelete donante le buscó una plaza en una residencia pública de la tercera edad, que anda tan buscadas como los pisos-chamizo para jovenzanos.

Ya me gustaría a mí, que le buscasen un uso a esas trece fincas. Por ejemplo, que el Paco el de las parcelas (o sá, el alcalde Martínez), las recalificase para adosados. Y que las empresas de mi señora y mías pudiesen meter excavadora por allí. Que, a veces, construir en los pueblos es como muy agradecido. Si lo sabré yo que empecé haciendo cosillas en los pueblos del corredor del Henares, antes de que los solares en Torrejón y Alcalá de Henares se pusiesen por las nubes. Ojalá que, para entonces, se me hubiera ocurrido ser alcalde o algo así de cualquier pueblo. Que eso era tener visión de futuro. Que en estos sitios lo que funciona de verdá es lo del Juan Palomo: que me lo guiso y me lo como yo solo. Te haces alcalde, ejerces de promotor y todo lo solucionas en un pispás. Y, encima, das trabajo a un montón de gente. Eso sin hablar de que si te lo sabes montar –que como que sí--, puedes conseguirte terrenos de abueletes a cambio de plazas en la residencia de la tercera edad del pueblo. Y, si no hay residencia de la tercera edad, como que la construyes, que asín nadie te podrá decir que no te preocupas de los servicios sociales.

Y no es mala idea, no, lo de las residencias de la tercera edad. Será el próximo boom de los de la Cofradía del Ladrillo. Porque, tal y como se han puesto todos estos en la campaña electoral, lo de los adosados y lo de los bloques en mitá de un secarral ya es –como dice mi contable, que tiene estudios—un modelo urbanístico agotado. Lo que va a producir una pastizara es lo de construir residencias para el abuelerío. Van a hacer falta una montoná de ellas. Que no sé como la mayoría de los ayuntamientos no han caído en el detalle. Que ya se podrían haber espabilao antes. Cada vez vivimos más tiempo y cada vez los pisos son más chicos. Por lo tanto, a los abueliyos y a las abueliyas hay que mandarlos a una residencia. Y ahí quiero yo estar. Que construir residencias es un negocio de futuro. Y bastante seguro que no hay huevos municipales para paralizarte una residencia de la tercera edá. Lo que yo os diga.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios