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Puente, mina y libertad

Puente, mina y libertad

lunes 11 de octubre de 2010, 09:00h
    A juzgar por las caravanas de automóviles en la tarde del pasado viernes, y en la salida o la entrada de las grandes ciudades, UN MARCIANO -ya saben que, para entender la realidad con cierta distancia, no hay nada como tener un “marciano de cabecera”-  diría que eso de la crisis es un cuento y que España es un país alegre y confiado, y que la forma más divertida y más amable de ser habitantes del planeta Tierra es ser español.

    Pero las cosas no son lo que aparentan, y bajo la piel del espectáculo o bajo el asfalto de este “puente” también hay realidades muy amargas, y preguntas que amenazan, como garfios, con la interrogación sobre cuándo se encenderá la luz de la salida del túnel.

    Por lo demás, en este lunes miramos hacia un hombre, hacia uno de los siete mil millones habitantes del planeta a quien, al parecer, su esposa le dio ayer la noticia de que le habían otorgado el premio Nobel de la Paz. Tuvieron que pasar dos días de silencio y de represión informativa para que el héroe pudiera saber que, en Europa, tiene quiénes se acuerden de él… Se llama Liu Xiaobo, tiene 54 años, es chino, y permanece en prisión desde el pasado diciembre por haber promovido un documento, avalado con 300 firmas, exigiendo el respeto a los Derechos Humanos en su país… Trescientas firmas en China, que tiene más de mil trescientos millones de habitantes, han molestado a una MACRO-DICTADURA en la que no se permite ni un grano de arena disidente en la bota enorme del Gran Timonel… Los gobiernos de las naciones democráticas han apoyado este galardón, aunque en España hubo dudas y titubeos, hasta que otros países, como Estados Unidos, no llevaron la iniciativa de pedirle cuentas a las autoridades de Pekín.

    Y, en fin, en este día de “puente” y de cierta tregua en los asuntos internos y cotidianos, miramos con esperanza hacia esa residencia en el subsuelo, hacia el fondo de esa mina en que permanecen sepultados 33 trabajadores chilenos, a punto de ser rescatados.  Desde el pasado 5 de agosto aguantan en un infierno subterráneo estos hombres, por cuya supervivencia, tras la catástrofe, nadie apostaba un centavo. Por suerte, se está actuando con rigor, con los métodos más modernos para el rescate, y la comunicación y las ayudas que les llegan desde el exterior en las últimas semanas han sido capitales para augurar el final de esta noche de piedra y de oscuridad. Empresas editoriales, productoras de cine, cadenas de televisión e instituciones muy diversas esperan, al lado de la mina, a estos trabajadores devenidos en héroes. Pero lo que importa no es que el final de una aventura se pueda convertir en un espectáculo, sino que estos 33 mineros chilenos regresen a su vida y a sus familias, a ese Chile que, como un lagarto verdinegro que se alarga entre los Andes y el Pacífico, que está siendo objeto de la atención y del cariño de todo el mundo. Y, especialmente, del mundo de la mina, de los mineros leoneses, asturianos, aragoneses, catalanes o andaluces... en cuyas galerías y cuyos talleres no se entiende de fronteras sino de abrazos.



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