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Todo tiene que cambiar para que algunos sigan igual

Todo tiene que cambiar para que algunos sigan igual

sábado 06 de noviembre de 2010, 10:34h
La magnífica frase ‘algo tiene que cambiar para que todo siga igual’, falsamente atribuída a Lampedusa, tiene aquí sus connotaciones patrias específicas: y, así, aquí parece que todo tenga que cambiar para que algunos sigan igual, es decir, en sus puestos. A Zapatero, maltrecho en las últimas encuestas del CIS, no se le ocurre, como a su coetáneo Obama, reconocer que le están pegando una paliza ni que ha entendido el mensaje. No: ZP pone tierra y noticia por medio. Así, ZP, coincidiendo con la llegada del Papa, se fue a Afganistán, visita lógicamente sorpresa, pero especialmente curiosa en estos momentos, en los que la atención nacional está prendida del ilustre visitante en Santiago de Compostela y Barcelona.

Cualquier jefe de Gobierno habría permanecido en su sitio, al pie del cañón, ante la visita del hombre al que siguen, espiritualmente, cientos de millones de personas en todo el mundo. Pero Zapatero, a quien algunos, algo farisaicamente, acusan de no haber querido estar presente en la misa papal compostelana, no es un jefe de Gobierno cualquiera: ha querido tener su cuota parte de titulares con ese viaje relámpago a Qal-i-Now y Kabul, acompañado de las dos ministras que, tras Rubalcaba, mayor atención están acaparando en el elenco ministerial: Carme Chacón, cuyas posibilidades de alzarse con el ‘delfinato’ se han barajado estos días, y Trinidad Jiménez, que ha irrumpido con bastante mal pie en el Ministerio de Exteriores, donde no le perdonan ni algunos ceses demasiado abruptos ni su meliflua reacción ante los ataques de su colega marroquí, Farsi-Fihri, a la prensa española. Así ha ocurrido lo que ha ocurrido en un juicio contra activistas saharauis en Casablanca, donde dos periodistas españoles fueron insultados, vejados, golpeados y escupidos por presuntos exaltados anti-polisarios.

Y aquí se quedó Rubalcaba, a quien el CIS trata bastante mejor que a su jefe (y que al jefe de la oposición, todo hay que decirlo; quizá por ello, Rajoy ha abandonado su estrategia de pasividad y se ha lanzado al degüello del cántabro). El vicepresidente lo mismo atiende a la evolución de Batasuna, impidiendo hacer declaraciones al presidente de los socialistas vascos, Eguiguren, que se mete en harina económica, aguantando el tipo ante la avalancha de malas noticias en este campo, desde el número de parados registrados el mes pasado hasta la mala calificación de la deuda española. Incluso encuentra tiempo el aparentemente clónico Rubalcaba (parece que hay varios, tal es su ubicuidad) para matizar el dislate de su Gobierno generando normativas absurdas que afectan, ahora, a la posibilidad, ya existente por cierto, de cambiar el apellido, pero con criterios de orden alfabético.

Solo le faltaba al vicetodo entrar –que no puede-- a remendar las más recientes decisiones de la Real Academia, que nos deja sin letras consuetudinarias (malos tiempos, entre unas cosas y otras, para los apellidos que empiezan por ‘Y’, perdón, por ‘Ye’), suprime tildes y genera, a mi modo de ver, mas confusión innecesaria, como si tuviésemos poca. Menos mal que los académicos van a su aire y el Gobierno no puede meter mano en sus decisiones, aunque a veces parecería que el viento de hispano-locura ha entrado también en aquel señero caserón.

Y no es que, como algunos se empeñan en afirmar, el Gobierno busque cortinas de humo para que la polémica sobre lo vano tape las desdichas en lo tangible; ¿de qué le serviría al Ejecutivo promover debates, en los que se convierte en la cuchufleta de los ciudadanos, si la burla ha de durar apenas un par de días? La realidad es, me parece, más alarmante: a nadie parece ocurrírsele nada mejor que hacer. Es entonces cuando, olvidando que en tiempos de crisis no debe hacerse mudanza,  los conejos de la chistera se sacan…en Afganistán, que es tierra distinta. Y distante.


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