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La hipocresía occidental y el Nóbel de la Paz

La hipocresía occidental y el Nóbel de la Paz

viernes 10 de diciembre de 2010, 14:27h
   Después de que el Premio Nóbel de la Paz lo recibieran Kissinger, Arafat, Carter u Obama, el prestigio de la distinción sueca tal vez deja un poco que desear. Y he citado estos cuatro nombres no porque las cuatro personas me parezcan iguales sino porque todos ellos tienen el denominador común de no merecerlo. El otrora todopoderoso Kissinger fue uno de los tipos con menores escrúpulos que pasó por la Casa Blanca y responsable de la política más dañina para Latinoamérica poniendo y quitando presidentes según los intereses de las multinacionales norteamericanas. Arafat fue lo que fue y olvidarlo ahora puede resultar progre pero es falso. Carter, tal vez con Bush, ha sido uno de los peores presidente del Gran Hermano y a Obama le dieron el Nóbel por sus intenciones, no por sus hechos. En resumen, un pequeño desastre para muchos.

   Ahora se lo han concedido al disidente chino Liu Xiabo y nada hay que objetar aunque conviene tomar nota de esos países la propia China, Rusia, Kazajistán, Colombia, Túnez, Arabia Saudí, Pakistán, Serbia, Irak, Irán, Vietnam, Afganistán, Venezuela, Filipinas, Egipto, Sudán, Ucrania, Cuba y Marruecos que han declinado mandar representante a la ceremonia siguiendo la campaña que el gobierno Chino inició en el mismo momento que se supo que el galardonado era Liu Xiabo.

   El problema es que el resto de países, los que sí van a asistir y han hecho hermosos comentarios sobre el disidente premiado, deberían haber guardado, al menos, un pudoroso silencio. Porque lo que no vale es reír las gracias a las dictaduras ricas y con un mercado potencial de ni se sabe y ponerse muy serio, amenazador y hasta guerrero-adalid-de-la-libertad con las dictaduras pobres. Aquí o jugamos todos o rompemos la baraja. Pero esto, ya se sabe, es predicar en el desierto. El mundo global no distingue entre respeto o no de derechos humanos sino que sólo se fija en variables económicas y según esas variables da y quita permisos para celebrar juegos olímpicos o expos mundiales. Y allí van todos felices y haciendo toda clase de reverencias mientras intentan mirar hacia otro lado por no toparse de frente con los ojos tristes Liu Xiabo, aislado, silenciado, encarcelado. Lo del Nóbel es lo de menos. Lo peor es la hipocresía atroz de los países llamados democráticos. Al menos Irán, Cuba, Marruecos y el resto tienen los santos bemoles de dejar claro por donde se pasan este invento de los derechos humanos.
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