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Importando 'riqueza'

Importando "riqueza"

domingo 16 de enero de 2011, 20:10h
“En lugar de 10.000 millones, traeremos 16.000...” declaró una fuente del Banco Central a la prensa, al referirse a la falta de billetes que está atormentando a los argentinos en este caluroso comienzo del 2011.

Mientras esperan esa riqueza importada, millones de jubilados se agolpan en las ventanillas de bancos y cajeros automáticos, en escenas más parecidas a la febril rotación monetaria de la Alemania de Weimar que a la de la prudente riqueza de los pueblos exitosos.

Los abuelos –y los empleados, y los trabajadores, y los empresarios... es decir, todos- observan en el interín la remarcación diaria de precios, que ha tomado un ritmo superior a culaquier predicción. Lejos, por ahora, de la hiperinflación. Cerca, muy cerca, de la hiperdesconfianza.

Los rudimentos económicos sobre los que se toman decisiones (“el consumo está que vuela” –Cristina “dixit”, eufórica-; “la inflación no afecta a los pobres” –Boudou, en su manual de “boudoudeces”-; “No llegó a dos dígitos” –infome del INDEC sobre la inflación del 2011-; “No hay problema energético” –ministro De Vido, mientras contraía enlace a oscuras en el Registro Civil-) no traen tranquilidad, sino más bien, alimentan el temor.

Frente a la falta de billetes que ya no valen nada, la decisión presidencial fue rápida: si las máquinas de fabricar dinero del país no son suficientes, importémoslo del Brasil. Nuestro vecino, por ahora, prefiere la riqueza real y el control de la inflación a la ilusión de riqueza producida por la fábrica de dinero y de desborde inflacionario, por lo que sus impresoras no tienen demasiado trabajo propio.

Las únicas decisiones de largo plazo que los argentinos están tomando en estos tiempos es endeudarse a tasas fijas para comprar cualquier cosa, desde automotores hasta televisores LCD, desde bicicletas a licuadoras. Y en el corto plazo, poner sus ahorros a buen resguardo, alejados de cualquier nuevo manotazo K. Tienen experiencia y saben que, en última instancia, cuando llegue la crisis, será el Estado el que pague sus deudas (con dinero de todos) y que, en consecuencia, es preferible una posición deudora con final tramposo que una de ahorro condenado a ser robado.

Así marcha el “modelo” K, derechito a su implosión. Un país que podría ser Canadá en menos de una década, con capacidad de trabajo y de inversión que asombra a  cualquier analista, conducido por aprendices de brujos que lo condenan a una mediocridad que cada vez cuesta más mantener mediocre y evitar su derrumbe.

“No importa”, nos parece escuchar del gobierno. Importaremos riqueza del Brasil...

Ricardo Lafferriere
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