Keiko - Ollanta: Un final de fotografía
lunes 16 de mayo de 2011, 18:24h
Por una fortuita pero grata coincidencia, me ha tocado estar en el Perú en varios momentos de su historia electoral contemporánea. La primera vez el año 1990, cuando la segunda vuelta por la presidencia se definía entre los candidatos Vargas Llosa y Fujimori, luego algunos años después, tuve la posibilidad de presenciar alguna dinámica en la segunda vuelta entre Alan García y Ollanta Humala, pero los preámbulos al final de fotografía de la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, es probablemente la que me ha provocado compartir alguna reflexión con los amables lectores.
Alguna vez había escuchado una máxima popular que rezaba que “el Perú es Lima y Lima es Miraflores”, y seguramente buscaba sintetizar una descripción de lo que había sido el Perú a lo largo de su historia, donde las decisiones trascendentales se tomaban en la capital y más propiamente en el lugar geográfico donde se situaban las élites influyentes. Como la mayoría de los países de la región, el Perú había sido siempre un país centralista, excluyente y las formas de concentración del poder y la decisión estaban alejadas de grandes sectores poblacionales y ciudadanos. La democracia peruana ha madurado y el peso de Lima, aunque sigue siendo determinante por el factor demográfico, no es más el que define las tendencias de las primeras vueltas electorales. El voto provincial propone las formas y sujetos de las segundas vueltas y en muchos casos imponen sorpresas y fenómenos como Alberto Fujimori en 1990, Ollanta Humala el 2006 y la propia Keiko Fujimori en este 2011.
Hoy el Perú se muestra menos implicado en la dinámica electoral, tal como pudo estarlo el año 1990 o hace tan solo cuatro años atrás. El país y su ciudadanía se muestran con una nueva actitud y autoestima reflejada en diversas campañas de hacer del Perú una marca país para el mundo. Desde su gastronomía “for export”, hasta el convencimiento de generar certidumbre para la inversión extranjera, los peruanos asumen que su rumbo de crecimiento económico es un camino sin retorno bajo la premisa de consolidar un “nosotros” más allá de la diferencia política o electoral. Cualquiera que fuera el resultado, los peruanos sienten (o al menos eso reflejan las encuestas) que las condiciones de país establecidas a la fecha no deberían ser modificadas y tratar de hacerlo sería un suicidio político para cualquiera que lo intentare.
Pese a subsistir los temores de una arremetida nacionalista al estilo chavista vía la elección de Ollanta Humala, o el retorno al autoritarismo y la corrupción del régimen fujimorista, los estrategas electorales de Keiko y Ollanta, buscan proponer la mayor cantidad de certidumbre al elector peruano sin ofrecer cambios fundamentales a las actuales condiciones del país. Ollanta, en un perfil atemperado promete que no afectará las condiciones de seguridad jurídica a la inversión internacional y propone distancia frente a lo que pueda significar su relación con Hugo Chávez, es más se especula sobre un “as bajo la manga” electoral, con la bendición de Lula Da Silva al candidato ayacuchano, que buscaría borrar cualquier indicio de relación sospechosa con el socialismo del Siglo XXI. Keiko, por su parte, goza de un respaldo mediático más que evidente. Así se pudo constatar en la evaluación de los resultados de la última encuesta de IPSOS APOYO, presentada la semana pasada y que mostraban un empate técnico con ligera ventaja a favor de Fujimori, por una subida en la preferencia electoral a menos de un mes de las elecciones. La novedad fue difundida con estelares titulares en los periódicos que destacaban el hecho y hasta existió una osada explicación respecto de una recuperación de los indicadores de la Bolsa de Lima, en función a dicho pronóstico electoral.
Faltan algunos días para conocer al ganador de la elección soberana de los peruanos y todo puede ocurrir en este final de fotografía. Lo cierto es que el electorado del vecino país parece no buscar un cambio radical en la marcha general del país, hecho que se manifiesta en la poca implicación ciudadana comparada a la que pudo existir años atrás. Las propuestas discursivas de los finalistas, buscan tranquilizar a los indecisos respecto de “golpes de timón” o propuestas de cambio traumáticas. Los discursos electorales buscan potenciar y proyectar lo logrado hasta la fecha y la base de su credibilidad se compromete en función al respeto de las actuales reglas establecidas en el país.
Si bien el voto disperso de Lima en la primera vuelta, volverá a ser protagonista de la segunda vuelta en favor de alguna de las dos opciones, queda absolutamente claro que el Perú ahora es la agregación de distintas realidades ciudadanas que trascienden a la capital y el peso de las mismas es cada vez más significante en un país que busca seguir creciendo y generando una visión única de certidumbre y futuro para sus ciudadanos. Ojala que el resultado de junio sea para bien del país hermano y que no se valide la premisa propuesta por los más pesimistas que ven en esta segunda vuelta una decisión entre el “Cáncer y el Sida”. Sinceramente espero que al Perú le siga yendo bien y que vaya superando sus contradicciones seculares, que su pueblo sepa elegir sabiamente quién guiará su presente y su futuro inmediato, para bien de ellos y de la propia región.
Diario Crítico, Mayo de 2011