Lo que ha ocurrido en Cataluña se veía venir desde que se empezó a hablar del nuevo Estatuto. Fue entonces cuando los lideres de las diferentes formaciones tendrían que haber tomado el pulso a sus representados. Sólo entonces se habrían dado cuenta de que era una pequeña minoría la que estaba por la labor de cambiar un Estatuto que funcionaba, que no chirriaba, que había cumplido los objetivos para el que fue concebido.
Pero no, todos querían hacerse la foto, todos querían ser protagonistas de una historia que ha abierto cicatrices difíciles de restañar. ¿O acaso creía Maragall que todos sus votantes eran igual de catalanistas que él? Ni mucho menos. ¿ Y Más? ¿quién le dijo a Mas que por el hecho de haber sido recibido por Zapatero en la Moncloa, iba a ser el ganador indiscutible de la contienda electoral? ¿Acaso su olfato político? Pues si fue así, tienen la nariz taponada. Algo que me llama poderosamente la atención tratándose de hombres que han nacido y crecido en política.
Ahora -y una vez que todos sin excepción han digerido que ningún partido podrá gobernar en solitario-tienen que empezar a desandar lo andado, sin prisa pero sin pausa porque para Artur Mas, José Montilla, Carod Rovira, Josep Piqué, Joan Saura, y Albert Rivera, ha sonado la hora de la verdad.
Tendrán que demostrar si valen o no, si son capaces o no de dar respuesta a los numerosos problemas que tiene planteados la sociedad catalana, y que son muchos y algunos acuciantes, como el tema de la vivienda, la sanidad y la inmigración. De manera que fájense todos y demuestren que están ahí por algo que no es sólo el interés partidista, algo por lo que les podamos recordarles en un futuro. Animo y al tajo.