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Bodas de tronío (una Domecq), bodas frikis (Tamara Gorro) y bodas de simpáticas (Raquel Sánchez Silva) copan esta semana el corazón

miércoles 27 de junio de 2012, 11:56h

Bodorrio en Jerez, boda en Alcalá de Henares y boda en Taormina. Tras la temporada de las comuniones, llegan las de las bodas.

A las revistas del corazón les gustan las bodas más que a un tonto un lápiz. Claro que no es lo mismo una boda de tronío (de una Domecq para más señas) que la boda de una tronista de hombres, mujeres y viceversa. La vida es cruel y las diferencias de clase se hacen evidentes justamente en situaciones como una boda. Sólo tiene usted que comprarse el Hola (o similar) y comparar la bodas que tuvieron la semana pasada en nuestro país. De un lado se casaba una Domecq con un Bultó y eso ya es motivo de titular para Hola. Los novios no son conocidos pero los invitados, algunos, sí. Véase Naty Abascal, hijo y nuera...Sin embargo la otra boda, ni los novios son de tronío, ni muchísimo menos los invitados. Mire, pues no es lo mismo el duque de Feria (el actual, por favor, el actual) que Kiko Rivera. Ni tampoco es lo mismo Laura Vecino que Jessica Bueno. ¿En qué estaría pensando la madre de Jessica cuando le puso ese nombre? ¿Qué telenovela estaría de moda en esa época? ¿Qué clase de pensamiento ha de pasar por una madre, sevillana para más señas, para ponerle a su hija Jessica? ¿No le valía Rocío, Triana o Macarena? Se ve que no.

Los novios de la boda de no tronío son Tamara Gorro, una ex tronista de hombre, mujeres y viceversa que si no saben qué es eso les cuento: un programa de T5 donde se subastaba un hombre o una mujer a varios pretendientes del sexo contrario. Algo como un prostíbulo del amor sin sexo (al menos no delante de las cámaras) y donde, parecía condición sine qua non que ellas tuvieron pinta de lumis de barrio y ellos parecieran orangutanes de gimnasio bien pertrechados de músculo en los bíceps y con razonamientos básicos sobre la vida y el amor. Algo espantoso, francamente.

Los novios freak no tienen desperdicio. Él va vestido como un cantante de boleros de una orquesta cubana. Lo de sus zapatos es inenarrable. La invitada estrella en el horterismo es, como siempre, Rosa Benito quién, se pone una pamela y posa cual Carolina de Mónaco. Lo de la niña Chayo no tiene arreglo. Igual es un tic en la boca pero su sonrisa falsa, unido a los moños se pone y ese estilismo rancio hace que siempre parezca tener cumplidos los 55. El marido vestido como un portero de discoteca. Y el padre, Amador, con gafas de sol como si acabase de salir de un after. En fin, un primor de familia.

Hay otra boda esta semana que Hola no saca en portada pero que sí lo hace Lecturas y Semana. Es la de Raquel Sánchez Silva y su ya marido, un cámara siciliano al que conoció en Supervivientes. Ha tenido que ser una boda divertidísima. La novia, radiante, él, un bombón y todos los invitados felices. Y, lo mejor de todo: fue colgando en su perfil de twitter las fotos para evitar falsos robados, robados, posados y demás fruslerías.

Love se nutre de fotos de cómo los famosos empiezan a veranear. Que si Mar Saura empieza en Ibiza y acaba en Soto (suerte tiene la condenada), que si Eugenia Silva se da un chapuzón y, atención, sorpresa, otra que se sube al carro del famoseo patrio. Una tal Andrea que sale con el hijo de la infanta Pilar y que, para darla a conocer la revista pone que es íntima de Fiona Ferrer. Todavía no sabemos quién es la tal Fiona, bueno sí, una rubia que posa en todos los photocall de Madrid y que su boda con un Polanco causó indignación en Prisa por el estilo hortera y de derroche en medio de una crisis. Y poco más.

De nuevo Sandra Ibarra da un entrevista hablando del cáncer. Lo hace tan a menudo que corre el riesgo de banalizarlo en demasía. Cuidado, Sandra. Lo poco agrada, lo mucho cansa. Gema Ruíz ya está en capilla. La ex de Cascos se hace tratamientos de estética muy raros y cada vez tiene más aspecto de chupa chups. Es todo cabeza. La cara está perdiendo expresividad.

También en Semana viene una boda. La de la hija de la novia de Palomo Linares. Un lío, sí. Dicen las revistas que los novios querían una boda con acento venezolano. Y claro, oyes eso y te pones a temblar. Nada hay más cursi que una venezolana contrayendo matrimonio y diciendo sí quiero ante Diosito. En fin. Pero que no cunda el pánico. Nos podían haber obsequiado con un posado en toda regla con una novia con corona tipo miss Venezuela y han prescindido. Se agradece.

 

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