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'Corazón'. Un bello relato de Rosa Paredes

'Corazón'. Un bello relato de Rosa Paredes

sábado 02 de marzo de 2013, 19:03h
Noté que estaba raro. De vez en cuando protestaba. Lo malo es que los gritos eran "silenciosos". Decía sin decir. Optaba por la conducta ladina. Pensé que teníamos que mantener en privado, una larga conversación. Ya se sabe que la palabra dice mucho. En algunas ocasiones se escucha, pero no tiene significado alguno.

Lo tuve claro.

Un día cualquiera y a la hora de la siesta, le pregunté:

- ¿Qué es lo que te pasa, que últimamente te veo inquieto y protestón?

No hubo respuesta. Volví a insistir:

- ¡ Vamos, no seas cobarde y confiesa cual es la razón de tu descontento!

Esta vez, sí habló:

- Estoy cabreado por muchas razones, pero no quiero que te ofendas ni te enfades conmigo.

Lo animé a que hablase y que confiara en mí. Y lo hizo ¡! Ya lo creo que sí ¡!

Fueron muchos reproches los que me hizo.  Me sentí tremendamente desconcertada. Entre otras cosas, me comentó que no lo llevaba a sitios y que su vida era muy gris. Estaba aburrido de ir siempre al parque y, ya allí, quedarse sentado en un banco mirando el bullicio de otros. Dijo que quería dar largas caminatas, ver el mar, las gaviotas,los barquitos navegar en la lejanía, patear las calles, ir al gimnasio a nadar, hacer taichi, pesas...

Ahí no paró la cosa. También me reprochó los humos que tenía que tragar que lo asfixiaban y apenas podía respirar. Con voz pesarosa,comentó que quería respirar a pleno pulmón el aire fresco de la mañana y la brisa del mar.

A punto de interrumpirle, gritó agriamente:

- ¡ No he terminado de hablar!

Lo insté a que siguiese con la larga perorata.

Me quedé a cuadros escuchando lo que vino a continuación. ¡Quería cambiar de alimentación!. No le gustaba lo que había encima del mantel. Estaba cansado de comer picantes, grasas, embutidos...

Le apetecía degustar cosas sanas. Verduras, frutas, ensaladas,pescados a la plancha...

Confieso que me quedé anonadada por sus comentarios y reproches.Decidí hacer caso de sus ruegos y peticiones.

De ahora en adelante, salimos a dar largos paseos por la orilla del mar. Dejo que respire aire puro. Cuando vamos de retirada, pasamos por el puesto de frutas y verduras,  y compramos de todo lo expuesto en el escaparate.

De vez en cuando, meto la mano en el bolso. A punto de coger un cigarrillo del paquete, me acuerdo de aquel día. De aquella voz tristona y suplicante...
Busco una papelera...

He decidido complacerlo en todo. Al fin y al cabo es el dueño de mi tiempo. Le voy a suplicar que sea benévolo conmigo y que ese, tic,tac, tic, tac, que marca las horas de mi vida, se prolongue en el tiempo...

¡Mi querido corazón!
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