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La poesía vive

'Lágrimas de cocodrilo': La clandestinidad de agosto

"Lágrimas de cocodrilo": La clandestinidad de agosto

viernes 13 de septiembre de 2013, 16:43h
El poeta Benjamín Prado clausuró hace pocos días "Agosto Clandestino", un festival de poesía muy especial, que lleva ya casi una década celebrándose en Logroño, que lo hace durante el mes de su nombre pero que entra hasta septiembre, y bajo cuya sombra -o al revés- nutre una colección con 150 títulos en su haber: Planeta Clandestino.

Por su catálogo ha pasado buena parte de la poesía española. Desde los más viejos, como Antonio Cillero, de la generación del exilio -lo vivió en Buenos Aires- a los más jóvenes, como la brillante Raquel Lanceros, pasando por los ya maduros, como Jaime Siles, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena. Son unos libros pequeñitos, en octavo, humildemente castaño-dorados, editados cuidadosamente casi como catecismos, grapados como plaquettes, de tirada corta y realista. Y ahí hay libros de mis queridos cántabros Rafael Fontbellida, Carlos Alcorta y Alberto Santamaría, y no dejan de contar con poetas mujeres, como Guadalupe Grande, Carmen Beltrán o Sonia San Román, coordinadora del Festival. O el director de todo esto, Enrique Cabezón, que me reservo para luego, o Adrián Pérez Castillo: dos poetas y dos personajes bien distintos y peculiares.  

Que por qué La Rioja, la poesía y Agosto Clandestino? A veces, siempre, hay que hablar de lo que se vive. Y claro, pensar sobre ello. Y, gracias a que Planeta Clandestino acaba de publicar el libro de Marcos-Ricardo Barnatán, Sobre la poesía y los poetas, (una antología de sus poemas en torno a la poesía misma -y a los poetas con los que de algún modo se identifica- y a la sombra de T.S. Eliot), una fue de "y señora" y les conoció. Fue un acto en que presentaban también el libro de Ignacio Elguero, Paraíso, antología de sus poemas de amor... Y fueron unos días especiales, con recital de Amancio Prada -un concierto entrañable, de este leonés imbatible y su íntima relación con la poesía, desde San Juan de la Cruz a Chicho Ferlosio, pasando por la suya propia.

Ahora tengo delante dos libros bien distintos, de esos dos poetas que mencionaba antes. El de Adrián Pérez Castillo, Un pastor ante la muerte, publicado por 4 de Agosto, es un libro romántico, en el sentido más fuerte de la palabra: suenan los endecasílabos, vibra el paisaje, canta movimientos del alma, de la exaltación a la dulzura elegíaca. El otro, Desdecir, de Enrique Cabezón, aparecido bajo el sello de Amargord, no tiene nada qué ver.

Yo creo que Desdecir -y también lo cree Túa Blesa, y lo dice en su prólogo- es un libro de la estirpe de Ullán, y, más atrás, de la  del poeta uruguayo Julio Campal, que introdujo en España la poesía visual. Un libro de poesía tachada, en el que da una vuelta de tuerca, porque el poema entero aparecerá casi a modo de nota a pie de página (tachada) como envolviendo las palabras a salvo, y en el que una nota final cuenta la larga gestación -con su paso por el blog y la red- de estos poemas muchas veces cívicos, otras amorosos, siempre cortantes y salados, y en eso también tiene la acidez refrescante, el escozor joven del mejor José Miguel Ullán, al que los amigos llamaban "el malo". Pero es que Cabezón mismo, Cabe, es, como Ullán, un intransigente. Tiene un acerado espíritu crítico, una ferocidad a la que sólo suavizan el cariño y/o la admiración, un sentido del humor implacable, y una cultura vívida y cosmopolita.

Decía muy al principio que la poesía vive, y vive en las provincias. Es ahí donde dinamiza la vida cultural, que, curiosamente, es mucho más coherente que la de las grandes ciudades. Esas mil flores que ya maduran en cada ciudad española, que tienen tanto qué ver con la descentralización del poder, y que convierten la cultura en lo que de verdad es: el lugar donde relacionarse, el lugar que mejora la vida, el lugar en que se vive. Lo demás es ruido.

Una de las tardes cayó sobre Logroño una nube de piedra, granizos como puños. Ojalá no fueran, además de ese cuarto de hora de sonido y furia, una metáfora premonitoria.

Ediciones anteriores de 'Lágrimas de cocodrilo'

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