Como se temían PP y
PSOE, los partidos pequeños han marcado la diferencia.
Rosa Díez y Pablo
Iglesias no han acabado con el bipartidismo, pero han abierto una grieta
gigantesca en su hegemonía. Los populares han perdido lo suyo, pero el
principal perjudicado es sin ninguna duda el PSOE, que sigue sin atraer a los
jóvenes ni capitalizar el descontento social.
Podemos ha obtenido más de 1.200.000 votos a la primera
que parecen aún más frente a los
3.555.000 de la candidatura de
Elena Valenciano.
Díez e Iglesias se convirtieron en seguida en objetivo de
los dardos de los populares la primera, y de PSOE e IU el segundo. UPyD lo
tenía fácil frente al VOX de
Vidal Quadras, situado a la derecha del PP, aunque
el salto de 1 a 4 eurodiputados no haya evitado que el PP se declare triunfador
de las elecciones, aunque sea con la boca pequeña. Con ocho escaños menos, pero
vencedor al fin y al cabo frente a un PSOE que cae nueve. Demasiados pese a que
su diferencia es de menos de medio millón de votos.
Podemos lo tenía más complicado con el Partido X
especialmente, uno de los 'refugios' que circulaban entre la militancia
socialista y disidentes de la coalición de
Cayo Lara para dar un toque de
atención a sus respectivas direcciones. En IU son conscientes de que sin
'interferencias' habrían conseguido más. Un éxito que sabe a poco.
Los cinco escaños de Podemos superan cualquier previsión y
lo convierten en un nuevo jugador a tener en cuenta en el tablero político
inmediato. No sería la primera vez que algún 'espontáneo' obtiene el acta de
eurodiputado con la única intención de hacer ruido y ya no se vuelve a saber
nada de él.
Mariano Rajoy puede volver a respirar tras tantos días
conteniendo el aliento.
Miguel Arias Cañete ha cumplido lo suficiente como para
salvar los muebles y dar oxígeno al Gobierno para continuar con sus planes de
reformas. En un país con seis millones de parados, el resultado es un respaldo -más
simbólico que numérico- a su política económica, pero un respaldo a plazo fijo
hasta comprobar que la recuperación no ha sido un mero espejismo electoral.
Que el PP caiga entra en la lógica del desgaste de un
partido que gobierna. Lo del PSOE carece de sentido, incluso con la etapa
Zapatero aún demasiado reciente en la memoria de los ciudadanos de este país. Y
la solución, evidente para todo el mundo menos para uno, ya no puede demorarse
ni un día más. Al principal partido de la oposición apenas le queda tiempo para
preparar un nuevo líder, al frente de una no menos renovada nueva dirección, si
no quiere dejar de ser la alternativa a los populares. Por supuesto, con el
permiso de
Alfredo Pérez Rubalcaba, convertido en el auténtico 'amo del calabozo'
de Ferraz.
A este paso, lo del fin del bipartidismo no va a ser cosa de
dos.
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