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El Rey y los tiburones

El Rey y los tiburones

viernes 24 de octubre de 2014, 21:05h
Naturalmente, el Rey, en su primera intervención como tal en la entrega de los premios que llevaban hasta ahora el nombre del Príncipe de Asturias, no hizo ninguna alusión a lo que ocurría fuera del reciento del teatro Campoamor. Acaso nunca Vetusta fuese tan vetusta como la que se conoció en la tarde de este viernes en la que se entregaban a algunos notables venidos de muchas partes del mundo los premios que celebran su gala este día desde hace treinta y cuatro años. Creo que el acto no merecía las manifestaciones que tomaron las arterias más céntricas con personas venidas en autocares de diferentes partes de España: esas manifestaciones de disconformidad o incluso repudio, perfectamente legítimas, precisan, entiendo, de otro marco ajeno a los intereses del Estado, que están más allá incluso de lo que es la 'marca España'.

El caso es que el Rey habló de concordia entre los españoles, de sometimiento a los mandatos de la ley, de que el mundo camina hacia la integración y no al contrario, mientras fuera algunos exaltados, de varias organizaciones, gritaban "los borbones, a los tiburones"; no, no había ingenio ni humor en las calles de Oviedo, en las que menudeaban las banderas republicanas, ni hubo tanta brillantez como en otras ocasiones en lo que era la gala propiamente dicha; primero, porque el brillo de los premiados no era tanto como en otras ocasiones. Pero, segundo, porque el protagonismo se trasladó a esa 'otra España' que, ya digo que con plena legitimidad, aunque quizá de manera inoportuna, manifestaba sus discrepancias. En todo caso, debo decir que mandar a los reyes, o a cualquier persona, a los tiburones revela muchas cosas en quien grita tales improperios al amparo de la masa: serían los mismos que insultaban con los peores calificativos a cuantos pasaban por la calle con corbata o a los presentadores de televisión conocidos...

Creo que tales cosas no deben oscurecer las palabras de Felipe de Borbón, quien, como siempre sin hacer referencias demasiado explícitas, envió un mensaje de concordia a Cataluña, pero también de sometimiento al imperio de la ley; citó a Unamuno para pedir "haced ética" en estos tiempos de moral revuelta y habló del "deber de revitalizar nuestra democracia". Un mensaje recogido sin duda por los miembros de la clase política que allí estaban, con Soraya Sáenz de Santamaría a la cabeza. Y, cuando Mariano Rajoy tenía que referirse, desde Bruselas, a los casos de corrupción pasada que ahora están estallando, confiando en que no se repitan, el jefe del Estado hablaba de "tiempos intensos y de renovación", en los que la sociedad "necesita valores cívicos que fomentar". Yo creo que el mensaje servía para el interior y el exterior del teatro Campoamor, involuntario escenario esta vez de las dos Españas.

El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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