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Montevideo, la acogedora capital de Uruguay

martes 23 de diciembre de 2014, 19:22h
No  está muy claro de dónde recibe su nombre Montevideo, la capital de Uruguay. Algunos creen que proviene del hecho de que el lugar estaba señalado como Monte VI en las viejas cartas de navegación, mientras que otros afirman que cuando la carabela "La Trinidad", capitaneada por Hernando de Magallanes, llegó aquí en 1520, el marinero que avistó la tierra desde la cofa gritó: "Monte vide eu". Magallanes, el primero en circunnavegar el mundo, bautizó al Río de la Plata, "mar dulce" por su enorme extensión de agua dulce.

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El país, oficialmente la República Oriental del Uruguay, es la segunda nación más pequeña de América del Sur, después de Surinam, la antigua Guayana Holandesa. Posee 176,000 km2 y una población de 3.29 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente la mitad viven en la capital.

Los primeros moradores de la ciudad fueron una docena de familias procedentes de las Islas Canarias y hay constancia que arribaron en las costas el 19 de noviembre de 1726. De la original ciudadela que rodeaba la ciudad solo se conserva la puerta de entrada, del año 1780, que se encuentra hoy en la Plaza de Independencia, a la entrada de la calle peatonal de Sarandí.

Los uruguayos se parecen mucho a los argentinos en muchas cosas debido lógicamente a la cercanía, como la gastronomía, el amplio trazado de las ciudades, la simpatía, cortesía y cordialidad de sus gentes y también en el gran interés por la cultura, la literatura, el teatro y los museos, que son estos últimos por regla general gratuitos.

Como su "casi" hermana Buenos Aires, Montevideo es una ciudad que hay que conocer andando, aunque hay un cómodo autobús turístico que tarda dos horas y media en dar la vuelta a las zonas más importantes del centro urbano y alrededores.

La Plaza de Independencia a la que se llega bajando por la calle comercial de 18 de julio divide la ciudad vieja de la moderna y en la primera se pueden encontrar el Templo Inglés, el Teatro Solís, el Kiosco y el Palacio Slavo.

Montevideo tiene una larguísima lista de museos encabezados por el Museo de Artes Decorativas, el Museo de Arte Precolombino y el Museo Romántico y, entre los diversos museos de arte, hay que destacar los de Joaquín Torres García y de Pedro Figari.

De hecho la ciudad posee mucha arte hasta al aire libre, en las plazas principales y en el Parque de las Esculturas, y es también famosa por sus extensas zonas ajardinadas. En el parque de El Prado se encuentra el magnífico Jardín Botánico, el Jardín Japonés y el Monumento a La Diligencia, junto con el Museo Antropológico, el Museo de la Memoria y el Museo del artista Juan Manuel Blanes.

Los de Montevideo son alegres y están muy orgullosos de sus carnavales, los cuales aseguran pueden rivalizarse con los de Río de Janeiro. Si el visitante no tiene la suerte de estar en la ciudad en el mes de febrero, merece la pena visitar el Museo del Carnaval.

Es evidente que los padres de la patria se preocupaban por la cultura del pueblo, con sus librerías, museos y galerías de arte, pero además hay una serie de mercados de gran interés que exponen y venden la mercancía local, como el Mercado Agrícola, el Mercado del Puerto y el Mercado de Artesanía.

De nuevo, como su vecino argentino, Uruguay tiene su propia y excelente bodega de vinos con las uvas de Tannat que provienen principalmente de los alrededores de Montevideo.

Y no olvidemos que la carne es verdaderamente exquisita y en este capítulo no resistimos a citar un clásico restaurante: El Fogón, donde el lomo es inmejorable y los postres algo de ensueño (Calle San José 1080, Tel 2 9000 900, E-mail: [email protected]).

Tras hacer el turismo diurno pertinente, se puede disfrutar en la noche de una ópera u otro espectáculo clásico en el Teatro Solís, el homólogo uruguayo del Teatro Colón bonaerense y, por supuesto, del Tango, en un buen número de locales.

A lo largo de los 20 kilómetros de las Ramblas que es el nombre que se da al paseo marítimo, se ve siempre gran cantidad de gente corriendo y practicando deporte, o bañándose en el Río de la Plata, que tiene un color oscuro no por suciedad, sino por los sedimentos que lleva el fluvial.

Mucha gente opta por combinar su visita a Montevideo con unos días de descanso en las idílicas playas de Punta del Este, pero recomendaríamos que hagan primero un alto en el camino en la ciudad de Piriápolis, que tiene una curiosa historia.

Francisco Piria era un personaje destacado en la historia de Uruguay, un visionario y un self-made man. Nació en Montevideo en 1847 y con siete años sus padres le enviaron a estudiar a Italia con un familiar Jesuita, pero al poco de regresar a Uruguay, con sólo doce años y una gran cultura adquirida en Europa, se quedaría huérfano. Fue hijo único así que tuvo que labrarse su propio futuro sin ayuda de nadie. ¡Y vaya si lo hizo! Empezó por crear su propio negocio de trueque para comprar y vender lo que a unas personas les sobraba, y a otros les hacía falta. Después, se metió en el sector inmobiliario y compró grandes extensiones de terreno al lado del río, donde construyó casas, que vendían por "cuotas", o sea mensualidades. Dedicó parte de ese terreno a cultivar tabaco, uvas y olivares, importando cepas, castaños y olivos de Italia y Francia.

Este lugar se convirtió en Piriápolis, la primera ciudad balnearia del país, situada en el departamento de Maldonado, a menos de 100 kilómetros de la capital. El 17 de agosto de 1897, Piria pudo inaugurar su casa soñada -un castillo-, obra del ingeniero Aquiles Monzani, y en 1904 abrió el Gran Hotel Piriápolis, diseñado por el arquitecto Jones Brown y decorado con toda clase de lujos: muebles importados de Europa, vajilla francesa de Limoges, cristalería italiana de Murano, alfombras turcas de Esmirna, mantelería de hilo italiano, etc.

Un hombre con grandes inquietudes culturales, Piria se dedicó también al periodismo y la literatura, siendo el fundador de "La Tribuna Popular", diario liberal de la época.

La Capilla de San Antonio, en la cima del cerro del mismo nombre, ofrece una magnífica vista panorámica de Piriápolis y se puede llegar a ella por carretera o por silla aérea, ésta última no apta para acrofóbicos.

Casapueblo puede poner un broche de oro inolvidable a una visita a Uruguay. Fue construido por el polifacético Carlos Páez Vilaró, artista, poeta, escritor, fotógrafo y aventurero, en Punta Ballena, a una docena de kilómetros de Punta del Este. En la parte de arriba del singular edificio se encuentra el museo y taller de Páez Vilaró, con diversas salas de exposiciones y una sala de proyección, donde ofrecen un interesante video que repasa la apasionada y dilatada vida de un hombre de enorme talento. En la parte escalonada de abajo, se ha instalado hoy en día un hotel de cuatro estrellas con spa, piscina, sauna, bar y restaurante.

Desde 1994, se puede disfrutar de la "Ceremonia del Sol" desde las terrazas del Museo, gozando de un bello atardecer sobre el Atlántico, con música de fondo como el Concierto de Aranjuez y la grabación de un conmovedor poema recitado por el propio Páez.

Un excelente final a un recorrido desde la gran capital de Montevideo hasta las bellas playas de Punta del Este.

Muriel Feiner

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