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Rajoy toma nota (¿la toma?)

viernes 12 de junio de 2015, 12:18h

Reconozco no figurar demasiado entre los periodistas a los que La Moncloa convoca ocasionalmente para susurrarles lo que, por lo demás, los invitados consideran invariablemente poca cosa informativa. Pero escucho numerosos rumores, bailan los nombres como en una danza maldita, se forjan carreras y se destruyen trayectorias: estamos, en suma, ante el Cambio --¿o será ante el cambio minúsculo?—que Rajoy prepara, aseguran que en intensas consultas con Mariano Rajoy, es decir, consigo mismo. Me dicen que el presidente está tomando nota apresurada –o no…-- ante la enseñanza de lo que han sido estos veinte días transcurridos desde las elecciones municipales y autonómicas: ahora nos asomamos, sin que el mapa esté del todo cerrado, al abismo de la mudanza. Hay muchos rostros nuevos en los sillones municipales, algunos de ellos difícilmente asumibles por quienes hasta este sábado aún han ostentado un largo poder municipal.

Quien no entienda que en los últimos veinte días de conversaciones, pactos y componendas, también de cambalaches, ha cambiado el mapa de la piel de toro, pasando del azul al rojo con incrustaciones de colores varios, que estudie nombres y trayectorias de los entrantes, y vea los años pasados en la poltrona por algunos de los salientes: ¿entenderá Rajoy la conveniencia de abanderar le legalización de una limitación de mandatos, también a escala municipal?¿Comprenderán quienes aún se oponen a ello la urgencia de modificar la legislación electoral a todas las escalas, comenzando por los ayuntamientos?¿Sacará el presidente del cajón esa reforma de la Administración que por pereza, negligencia o tacticismo, quedó varada en los meandros de los pasillos ministeriales?

El debate en estos días, vergonzoso en casos como el de Valencia, porque mostró a las claras cuánto importamos los ciudadanos cuando dejamos de ser electores, ha dejado algunas cosas buenas: constatar que Podemos no puede ser un partido de gobierno, pese a algunas falacias que se vierten desde La Moncloa, por ejemplo. O ver que las exigencias del partido de Albert Rivera a la hora de aceptar pactos no cabe duda de que inciden en una profundización de la democracia, aunque a veces hayan caído en la demasía. ¿Considerará ahora Rajoy, fuente de ‘casi’ todo poder en su partido, la conveniencia de hacer primarias, de desbloquear las candidaturas electorales, de crear valladares verdaderamente eficaces para hacer más efectiva esa lucha contra la corrupción, lucha en la que hay que reconocer que ya está embarcado, aunque tímidamente?

Yo creo que Rajoy, en la víspera de esta jornada histórica de la constitución de más de ocho mil ‘nuevos’ (y tan viejos…) ayuntamientos, sí ha pensado que ‘qué remedio, habrá que hacer cambios’. Pero le dan pereza, porque, en el fondo, cree que todo va bien, y no oye el crujido de las grietas en las paredes. No se da cuenta de cuánto agradecerían, incluso los suyos --bastantes de los cuales se quedaron en casa a la hora de ir a votar, y no precisamente porque estén enfadados porque no se llevó adelante la ‘ley Gallardón’ de reforma del aborto--, que el presidente introdujera nuevas formas de gobernar, caras más alegres para representar al votante que se siente conservador, pero no tanto, o que se dice de centro derecha, pero bajo otros esquemas de mayor modernidad. Algunos de los rostros y cerebros ‘tradicionales’ en la política del PP puede que no sean muy mayores en edad, pero sí lo son en lo referente a talante y talento. Y aquí no hay que cambiar solamente las marcas de los coches de los alcaldes por otros más baratos, aunque ni siquiera eso se está llevando a cabo; ni siquiera hay necesariamente que indicar la puerta de salida a todo aquel que ha cumplido los cincuenta, como si fuese ya un trasto inútil. Ya digo: hay cambios que no integran ‘el’ Cambio.

Por supuesto, nadie, al menos que yo conozca, alcanza a calibrar si Rajoy cambiará a uno o dos ministros, si sustituirá o no a la secretaria general del partido por otra figura menos polémica, si nombrará a otro vicepresidente o si anunciará nuevas leyes que ya no da tiempo a tramitar, porque la Legislatura se nos muere a chorros. Yo solamente le digo a Rajoy que me temo que ha desperdiciado la mayoría absoluta gozada en estos casi cuatro años no poniendo en marcha cambios de alcance para la regeneración política. No ha entendido la magnitud del cambio que venía, como Zapatero no entendió el alcance de la crisis económica que se nos echaba encima. Y, así, Mariano Rajoy, enmendando la caótica trayectoria en lo económico dejada por su antecesor –cosa que ha hecho, y suficientemente bien, por cierto--, creyó que ya bastaba para justificar su paso por La Moncloa. Ahora ve algunos rostros que hoy se sentarán en importantes ayuntamientos y sospecho que comprende que no ha sido así, que algo más habría que haber imaginado y puesto en marcha.

Y ahora, encima, viene la segunda parte: la constitución de los gobiernos autonómicos, donde el PP perderá igualmente buena parte de su hasta ahora enorme poder territorial. Veremos si un golpe de realismo, de flexibilidad, de imaginación y de audacia, que es lo que dicen que tendrá que afrontar el presidente la semana próxima, le basta para detener la caída. De momento, ya van susurrando esas fuentes monclovitas que se vuelcan en algunos oídos escogidos que no esperemos remodelaciones, sino reajustes. Signifique eso lo que signifique, creo que casa mal con el espectáculo del tsunami territorial en este sábado ya digo que, para bien o para mal, histórico.

- Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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