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Entrevista a Lorenzo Caprile, modista
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Entrevista a Lorenzo Caprile, modista

miércoles 22 de julio de 2015, 17:44h
Lorenzo Caprile (Madrid, 1967) rige uno de los talleres de costura más reputados de Madrid y de España.Su aguja ha cosido para las infantas Elena y Cristina, y para la entonces princesa Letizia. Pero cose también para muchas novias que quieren empezar por hacer inolvidable su traje de novia a todos los invitados del día de su boda, y es también figurinista en montajes de teatro, ópera y ballet. Su base teórica la adquirió en el “Fashion Institute of Technology” de Nueva York y el Instituto Internacional Politécnico de la Moda de Florencia. Allí aprendió lo que es ser modista y se enamoró de su profesión. Hombre culto -“no concibo la vida sin libros”-, quiso completar sus estudios y se licenció también en Lengua y Literatura por la Universidad de Florencia.

En su taller, instalado en la calle Claudio Coello de Madrid -a dos pasos del Retiro y de la Puerta de Alcalá-, un primer piso con amplias ventanas por las que entra a raudales la clara luz de Madrid, los vestidos de novia y de madrina inundan por docenas los percheros corridos que pueblan los anchos pasillos del taller. Techos altos, parquet en el suelo, unos cómodos sillones a la entrada, se oyen alegres voces femeninas. Son sus oficialas que, entre puntada y puntada, comentan sobre lo humano y lo divino (“doña tal es muy exigente... Mucho me temo que haya que quedarse hoy hasta terminar el vestido...”). Suenan canciones de Serrat (“Tu nombre me sabe a hierba)” y de Sabina (“vivo en el número 13 de la calle Melancolía/quiero cambiarme hace años al barrio de la alegría...”) y Ángeles, la mano derecha de Lorenzo, atiende el teléfono que no para de sonar: No, no, Daisy, color 24, 9 y 3. Necesito cuatro metros y medio. Y tul de algodón blanco, pero blanco, no con cierto color, como viene últimamente... Unos 12 metros”.

“Para mí la moda es industria. De cultura tiene muy poquito”, afirma seguro Caprile. “Y más en este momento... Es un negocio muy duro, muy mezquino, con unas reglas estrictas, despiadadas; es un mundo muy mediático, en donde te expones mucho y se te juzga por prejuicios, o se te critica cuando en realidad se está trasladando ese juicio a tu clienta , o viceversa -un juicio negativo contra el vestido de una clienta es para hacerte daño a ti-“.

“Es cierto -añade el modista- que también la moda tiene un componente cultural, sí, pero no es tan obvio como lo demás. Yo suelo decir que los azulejos están en el Museo de Artes Decorativas, pero nadie piensa que lo que hace Porcelanosa es arte. Sí, pasado el tiempo, con perspectiva, etc. puede verse cultura en lo que hacemos, porque todo tiene un componente cultural, pero han de pasar muchos, muchos años para ver dónde está ese componente artístico entre todo lo que hacemos porque lo evidente, hoy por hoy, es que la moda es un negocio, y de los más duros que existen”.

J.M.V.- ¿Qué piensa Lorenzo, el hombre, de Caprile, el modista y empresario?

L.C.- Pues, bueno, que hacemos lo que podemos. Este es solo un pequeño taller artesanal porque, desgraciadamente, no me puedo permitir contratar a más gente de los 12 que somos actualmente en el equipo. En temporada alta, o en puntas fuertes de trabajo, solemos recurrir a algunos contratos fijos discontinuos más, pero tenemos que ajustar mucho la dimensión de la plantilla.

¿Vivimos en la sociedad de la apariencia y la moda no hace sino alargar y profundizar ese camino?

La sociedad siempre se ha movido por las apariencias. No solo la actual, todas las sociedades en todo tiempo. Al ser humano siempre le ha gustado aparentar. Desde los tiempos de la hoja de parra. Si mi hoja de parra es más bonita, más grande, más verde, más rizada, de una parra más o menos frondosa... Siempre se ha vivido de las apariencias. No hay más que mirar en la literatura para descubrir grandes obras con las apariencias por medio. Por ejemplo, en ‘Las amistades peligrosas’, de Choderlos de Laclos. Pero pasaba otro tanto en el mundo isabelino, o en el siglo de Oro... Cualquier comedia del XVII tiene constantes referencias a la apariencia, a ser más que los demás, aparentando uno lo que no es... Los españoles empeñaban sus capas para comprarse una indumentaria lujosa para lucirla una noche y, luego, iban a desempeñarla. El ser humano siempre es pura apariencia. Intentamos parecer lo que no somos, para bien y para mal.

Insistes en hablar de este mundillo como mezquino y competitivo... ¿eso se llama ir haciendo enemigos por el camino?

Es que lo es. Yo, gracias a Dios, no tengo prêt-à-porter, pero los compañeros que sí lo hacen, tienen un calendario implacable y están sometidos a exámenes constantes, casi mensuales. Es muy, muy duro, de verdad... Yo siempre he ido mucho a mi aire, y no participo del mundo oficial de la moda española porque en muchas cosas no estoy de acuerdo y todos ellos lo saben. No soy miembro de ninguna asociación profesional porque no creo en ellas, y menos aún en la moda porque cada uno de nosotros defendemos una individualidad, un estilo característico. La filosofía de nuestra profesión va en contra de cualquier tipo de asociacionismo, de comunismo, entendido el término como comunidad y no en su aspecto político (... que también). Porque eso de que ahora la moda tiene que ser de izquierdas es una solemne idiotez. ¡Jamás la moda ha sido de izquierdas! En los países en donde ha dominado esa tendencia política (Cuba, China, Rusia...) se ha acabado con la moda. No hay moda. Se acaban los signos externos de las apariencias y allí todo el mundo va vestido igual...

Vestir elegantemente, ¿es lo mismo que ser elegante?

No. Rotundamente, no. No tiene nada que ver. Aunque, normalmente, lo uno y lo otro suele ir unido...

Entonces, ¿el hábito hace al monje?

Sucede justo al contrario, que el monje es quien hace al hábito. Normalmente, una persona segura de sí misma, gente con cierto peso, con algo que decir, suele cuidar su aspecto exterior. No digo que se preocupe por ir siempre deslumbrante y tal, pero sí de vestir de forma correcta, y siempre hay algo en esa gente que te llama la atención.

Hacer trajes a medida ya no está al alcance de cualquiera. ¿Acaso, por eso mismo, muchos modistas os habéis especializado en trajes de boda?

Sí, el traje a medida ha quedado reducido prácticamente a estos grandes acontecimientos sociales que viven las personas, el mayor de los cuales es casi siempre la boda. La modistería tradicional -como la que se hace en mi taller-, se orienta hoy al traje de boda. Si un día, por los motivos que sean, dejan de celebrarse bodas en este país, se terminaría con todos estos talleres. No hay otros encargos que no estén relacionados directamente con las bodas: el traje de novia, la madrina, la mamá...

Me has dicho que la moda no es arte porque el arte es algo eterno y la moda no lo es. Entonces, ¿es una actividad que, fundamentalmente, tiene que ver con la economía, la filosofía, la cultura y, sobre todo, con un oficio artesano?

La moda, ya lo he dicho, es fundamentalmente un negocio. ¿Qué son los automóviles? Es cierto que en ellos hay diseño, y por eso hay un montón de museos del automóvil (muchos más que en la moda, por cierto) y hay coches, incluso actuales, diseñados por grandes popes del diseño industrial, que son verdaderas maravillas en cuanto objetos, ... Hay marcas de lujo, de alta costura, que, como los Rolls Royce, que se fabrican por encargo, por personas archimillonarias, en donde todo es milimétrico, y en donde hay listas de espera, pero la mayoría son utilitarios. Los Smarts serían algo así como el Zara de los coches... En un caso hablamos de la industria del automóvil, y en otro de la industria de la moda.

¿Iconoclasta, provocador o, sencillamente, un modista libre?

Libre. Encajo más en este último adjetivo.

Y como figurinista de ópera, teatro y danza, ¿te acercas más a la denominación de artista, o tampoco?

El figurinista, efectivamente, forma parte del equipo artístico. Pero también forman parte de él el utillero, el iluminador, el creador del ambiente sonoro, que también tienen su componente artístico. Ahí sí, es una herramienta más que forma parte de una obra de arte global, como puede ser una ópera, un ballet, un montaje teatral. Todos esos elementos están al servicio de una obra de arte que puede constituir el texto, la música, la coreografía. El figurinista es una herramienta más...

¿Qué porcentaje del trabajo de tu taller está orientado a este tipo de espectáculos?

Aproximadamente un veinticinco por ciento del trabajo que hacemos aquí está relacionado con el figurinismo. Entre unas cosas y otras, finalmente, al cabo del año solemos hacer tres o cuatro espectáculos. Por ejemplo, este año hicimos el vestuario en ‘Hedda Gabler’, en el María Guerrero de Madrid; una ópera (‘Otelo’, de Verdi) en Bilbao, y ahora estamos preparando también un espectáculo flamenco.

¿Sois los modistas quienes imponéis las tendencias de la moda o es justamente al revés, es la calle quien las marca primero?

En estos momentos es, sin duda, la calle quien las marca y nosotros nos limitamos a recogerlas y recrearlas. De todas formas, mi manera personal de enfocar el oficio es, en estos momentos, muy peculiar porque yo no hago colecciones, no presento prêt-à-porter, no tengo, pues, un proceso creativo de una colección y, por tanto, no tengo necesidad de pensar o intuir qué es lo que va a necesitar la mujer el año que viene. Aquí es distinto, es la clienta la que viene a buscarte ya con una idea, con un sueño o con una necesidad y nosotros nos limitamos a intentar hacer ese pequeño milagro. En mi caso, desde luego, es de la clienta de quien parte todo.

Llevas veinte años como modista y sigues ahí, y sin haber hecho desfile alguno. ¿Qué pretendes demostrar con ello?

No pretendo demostrar nada. Es, simplemente, una forma como otra cualquiera de enfocar el oficio. De todas formas, creo que del momento desfile llega ya a abusarse un poco. Hablo de ello como herramienta de promoción. Un desfile es útil si tienes una marca global, quiero decir con un montón de productos con tu nombre. Por ejemplo, Ágatha Ruiz de la Prada hace desfiles porque necesita estar constantemente moviendo su nombre en pasarelas internacionales y que se hable de ella, hacer ruido con shows muy extravagantes y llamativos; es necesario porque, gracias a ese ruido constante en los medios, ella consigue mover desde sus disfraces hasta sus perfumes, su cosmética, sus tiritas... Ágatha hace de todo, y me parece fenomenal. Para ese tipo de marcas es necesario el desfile porque constituye una pequeña campaña de publicidad condensada en 10 o 15 minutos que proporcionan un montón de imágenes y de contenidos que van a estar circulando gratuitamente en los medios de comunicación durante muchos meses, y eso vale mucho dinero. Pero para un chiringuín como el mío, no es necesario.

¿Por qué ese afán de no llamar a las cosas por su nombre y muchos de tus colegas se autodenominan diseñadores sin serlo realmente?

Eso pasa en casi todos los aspectos de nuestra sociedad, y el mundo de la moda no va a ser distinto. Por ejemplo, en política, ¿se llama a las cosas por su nombre? , ¿y en el de la medicina? ¿En el de la educación, o en el de los servicios sociales? Estamos en un momento de corrección política que, en muchas ocasiones, encierra mucha tontería, mucha cursilada y mucha ignorancia. Y, volviendo lo que me preguntabas al principio, estamos permanentemente en un mundo de apariencias... Yo soy modista y por llamarme a mí mismo diseñador, no voy a ser otra persona, ni a tener que dejar de seguir haciendo lo que hago. Es como los cocineros, que ahora son restauradores... Pues vale, aún así van a tener que seguir manchándose las manos al cortar el pescado o cascando los huevos. Acabarán igual de cansados cuando acaben de restaurar que cuando acaben de cocinar.

¿Cuáles son las claves de tu estilo?, ¿cuáles son tus códigos estéticos?

Déjame que te cite una frase de Pinto Coelho, uno de los grandes decoradores españoles -y digo esto porque, aunque era de origen portugués, hizo aquí en España toda su carrera-. Él decía que en estas profesiones nuestras, en las que se trabaja por encargo, nuestro estilo es no tener estilo. Quiero decir con esto que nuestro estilo consiste precisamente en saber adaptarnos, tener la suficiente profesionalidad, la suficiente humildad y la suficiente versatilidad para adaptarnos al estilo de la clienta que nos está pagando...

¿Y cómo se le puede decir a una clienta, por ejemplo, a la reina, que esto que quiere ponerse le sienta fatal...?

En primer lugar, a la reina, como reina, yo no la he vestido nunca. Le hice alguna cosilla cuando era princesa de Asturias... Pero vamos, lo haría como lo hago con cualquier otra clienta, con mucha mano izquierda (Ríe abiertamente). Pero si insiste...

¿La química personal es también condición necesaria para que haya una prenda insuperable para cada clienta?

Sí, desde luego. Este tipo de profesiones, en donde hay un contacto tan, tan íntimo -como pueda suceder también con los médicos, los psicólogos, los decoradores, incluso con los abogados-, en los que la relación va mucho más allá de lo estrictamente profesional, tiene que haber química. Si no hay esa chispa, es muy difícil poder lograr un buen resultado, por no decir imposible.

¿Existe todavía la alta costura?

La alta costura que yo estudié, que aprendí y que mis oficialas saben hacer, ahora mismo la encontramos en seis o siete casas en todo el mundo. La alta costura no es más que horas, y horas, y horas dedicadas a una prenda...

Pero, ¿no se ha desdibujado con la profusión de perfumes, pintalabios o línea de joyería asociados a esas firmas concretas?

No. Si está bien hecho, para nada. Al contrario. Lo que pasa es que hay marcas que lo han sabido hacer muy bien. Por ejemplo Chanel, que ha sido muy cuidadoso a la hora de dar su nombre. En cambio han habido otras marcas que han pecado de lo contrario y, a fuerza de firmar tantas cosas, han desvirtuado su marca. El ejemplo que todos conocemos y estudiamos, es Pierre Cardin. Llegó un momento con esta marca en que ya no tenía ningún valor porque estaba en todas partes.

¿Es muy distinta la vida de un taller de autor actual y la de hace 50 años, por ejemplo?

No, no muy distinta. Quizás ahora se escuche más el término planificación; es muy difícil poder llevarla a cabo, aunque lo intentamos todos los años. Se intenta planificar, organizar, pero siempre hay imprevistos porque -y aquí te voy a decir algo que puede ser visto como muy machista...- cuando trabajas para las mujeres es muy complicado planificar. Ya lo decía Giuseppe Verdi,en la más famosa delas arias de su Riggoleto, La Donna è mobile (La mujer es voluble). De repente, cambian de opinión, o no les gusta, se planifican las pruebas de una determinada manera y, de pronto, luego no pueden venir. O el peluquero les ha dicho no sé qué y te cambian la prueba. O en mitad del proceso del vestido ya no les gusta y se retrocede en lugar de avanzar... Planificar con ellas y en este terreno es muy complicado.

Entre la moda low cost y la de firmas exclusivas, ¿queda ya algún nicho de mercado, como se dice ahora?

Creo que es precisamente ese nicho de mercado de enmedio el que está sufriendo más en estos últimos tiempos. Vamos hacia una sociedad más medieval, más polarizada: por un lado, una élite que vive a unos niveles estratosféricos (léase millonarios, banqueros, futbolistas de élite, etc...), y luego una gran masa en la que estamos metidos todos los demás. Esa clase media decimonónica es la que está en crisis en todo el mundo occidental. Las marcas o las firmas que vestían a esa clase media son las que lo están pasando bastante peor.

¿Qué será de la moda española dentro de 25 o de 50 años?

Mucho me temo que sigamos este mismo camino que acabo de describirte. Por un lado, las dos o tres grandes empresas low cost, que es un orgullo que sean españolas (el Grupo Inditex, Zara, Mango y Desigual, que lo está haciendo estupendamente) y luego otras pocas firmas muy de nicho, muy de lujo, que cubrirán las necesidades de esa pequeña minoría elitista. Todo lo que hay por medio, lo tiene un poco complicado.

¿Qué le falta y que le sobra al sector para poder llegar hasta allí de la forma menos cruenta posible, sin llevarse nada por medio?

Sobrar, sobran muchas pasarelas, subvenciones, y mucha tontería. Falta, por otro lado, muchas pequeñas empresas que empiezan y que tienen mucho que decir. Yo sigo mucho a Dolores Promesas y a Hoss Intropía, que son dos de las marcas relativamente recientes más interesantes. Los dueños no son nada mediáticos, y el gran público prácticamente ni los conoce, pero que lo están haciendo muy bien. Este tipo de emprendedores de la moda es lo que nos falta, sin tanta tontería (“yo soy creativo, yo soy diseñador...”). Haz una buena colección, prodúcela, véndela, expórtala, monta tu tienda, paga tu TC1, TC2, TC3... y dedícate a lo tuyo.

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