Un ejemplo a seguir
martes 04 de diciembre de 2007, 20:27h
Por fin, el martes se pudo ver una concentración unitaria contra el terrorismo, donde todos los partidos políticos y los sindicatos marcharon de la mano. Fueron capaces de reunirse, permanecer juntos, coincidir en lo principal de los discursos, y salir juntos en la foto. Sin gritos, sin energúmenos insultando a quienes piensan diferente, sin “guerra de banderas”… La capital de España fue escenario de un encuentro en el que todos los ciudadanos estaban convocados, para unir sus voces y decir a ETA que se han equivocado de camino.
Apenas 24 horas antes, una panda de impresentables rompía el minuto de silencio a las puertas del nuevo Ayuntamiento de Madrid insultando a voz en grito al único representante socialista que conocieron, Pedro Zerolo. Insultos que siempre están fuera de lugar –en política hay otras vías-, pero que eran especialmente desafortunados por su carencia de argumentos en esa ocasión.
La cordura que nunca debió abandonarnos parece haber vuelto ayer a la vida política. ¿Será sólo un espejismo? ¿O conseguirá perpetuarse, convertirse en gozosa rutina? Lo triste es que para que se haya dado este acto conjunto, haya sido necesario primero un atentado mortal.
El terrorismo debería escribirse siempre con mayúsculas. Y debería tratarse también, políticamente, con mayúsculas. No puede ser un arma que unos tiren contra otros en plena refriega electoral. ¿Alguien ignora que la división debilita? ¿Y quién quiere mostrarse débil frente a ETA?
La modélica manifestación de este martes, en la que no se oyó una voz más alta que otra, puso las cosas en su sitio. Por un momento, parecía de nuevo que vivíamos en un país normal, en una nación de personas razonables, de políticos serenos y firmes, de demócratas convencidos del poder de la unión y de la fuerza de la palabra. En el fondo, todos somos bastante simples: queremos trabajar, vivir, disfrutar con la familia, tener buena salud y servicios públicos que funcionen; que el salario nos alcance hasta fin de mes y la hipoteca no nos ahogue. Las batallas políticas tienen muchos campos en los que desarrollarse, sin que se mareen cuestiones que merecen todos los esfuerzos conjuntos y no admiten ninguna descoordinación.