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Cuatro obviedades

Cuatro obviedades

jueves 06 de diciembre de 2007, 15:08h
Si no resultara tan dramático este sería un artículo repetitivo sobre algo tremendamente repetitivo, o sea, la realidad política del País Vasco. Repetitivo porque, para nuestra desgracia, mucho me temo que siempre hay que estar relatando las mismas cuatro obviedades. Primera. Estamos siendo gobernados – desde hace casi treinta años – por unos individuos que consideran que los supuestos derechos históricos del legendario pueblo vasco están muy por encima de los derechos individuales de las personas. Ya saben, la vieja idea romántica de los pueblos como congregación racial, religiosa o nacional donde los individuos se someten, alegremente, eso si, a las necesidades de un colectivo imaginario…

Segunda. Para mantener esta legendaria idea de la existencia de un pueblo mítico, unos fanáticos con capucha – a veces negra, a veces blanca, dependiendo de las circunstancias publicitarias que les convengan – amenazan, amedrentan y, si pueden, asesinan a todas aquellas personas que no hayan adquirido el certificado de auténtico vasco. A saber: ciudadano o ciudadana que esta de acuerdo con el currículum vasco, el derecho a decidir, el cristianismo de monseñor Setien, aspira a que le selección vasca de volley playa femenino compita contra la selección española en alguna competición oficial y tiene para si que Euskadi fue ocupada tiempo atrás por el sanguinario ejército español.

    Tercera. Tal vez la obviedad más desconcertante. La menos tenida en cuenta, pero sin duda la que más desmoraliza. Los individuos más relevantes de la sociedad vasca – cocineros, futbolistas, sacerdotes, etcétera – no acostumbran a pronunciarse respecto a la cuestión anteriormente citada. Las razones pueden ser múltiples: miedo, ganglios abultados en la garganta, gastroenteritis crónica o temor a perder un status económico que les proporciona la acojonante vida que, según el lehendakari, se disfruta en Euskadi.

     Vayamos con la cuarta. La más sibilina. Sospecho. Para despistar a los ciudadanos o para contentarles – que eso nunca se sabe – el partido que dirige los destinos de Euskadi ha inventado la bicefalia contradictoria. El lehendakari dice una cosa y el presidente de su partido dice la contraria – el bueno de Josu Jon Imaz puso demasiado empeño en llevarle la contraria a nuestro tenaz lehendakari y, ya se sabe, en el turbio negocio de la politica vasca resulta mucho más conveniente ser ambiguo que categórico. El enfrentamiento dentro del PNV entre soberanistas y autonomistas - más estratégico que ideológico - aún se mantiene y supongo que se mantendrá por los siglos de los siglos, amén, ya que esta ambigua estrategia les permite controlar a buena parte de la sociedad. Tan buenos resultados le ha dado que ha sido la tradicional bicefalia entre liderazgo partidista y liderazgo institucional lo que le ha llevado a Urkullu a la presidencia del partido. No es que sea una sorpresa, pero sí un problema. En realidad el problema, como de costumbre, es el lehendakari. La incertidumbre que el lehendakari ha creado en las filas de su propio partido con su propuesta de “consulta popular”. Incertidumbre que habrá de ser despejada antes de que las cosas tengan unas consecuencias irreversibles y un día de estos nos sorprendamos llamando a las puertas de Europa junto a los turcos y los albanos kosovares.
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