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El puzzle de Chávez

El puzzle de Chávez

martes 15 de enero de 2008, 11:55h

Por fin las piezas del rompecabezas encajan una a una.

Tras la liberación de las dos mujeres colombianas secuestradas por las FARC –Clara Rojas y Consuelo González- y después de congratularnos sinceramente con su regreso a la vida en libertad, nos preguntábamos si el presidente bolivariano Hugo Chávez había actuado sólo por humanitarismo, amén de haber rentabilizado mediáticamente su participación, o había algo más.

No tuvimos que esperar mucho tiempo. Apenas 24 horas después, en su comparecencia ante la Asamblea Nacional de Venezuela para presentar su Informe de Gestión anual, el propio Chávez despejó la incógnita: Ante el mundo entero asumió su doble condición de portavoz y embajador de las FARC.

Consecuente con su afán de liderar una revolución trasnochada para Latinoamérica, de la que se considera su Mesías, y coherente con su histrionismo, no dudó en pedir que no se consideren a las FARC y al ELN como grupos terroristas y, por el contrario, se los reconozca como fuerzas insurgentes respetables. Respetabilidad necesaria y coincidente –según sus palabras- por similitud con su proyecto y concepción bolivariana de la revolución.

Y sabedor de que no hay mejor defensa que un buen ataque, sobre todo si éste va dirigido contra el “enemigo común”, apoyó su petición en la consabida “culpa al yanki” diciéndonos que esos grupos terroristas son portadores de un proyecto político digno de todo respeto que sólo perjudican a los Estados Unidos de América.

Cumplido su empleo de portavoz de las FARC, ahora se apresta para oficiar de embajador desplegando sus redes diplomáticas para convencer al mundo de la bondad e inocencia de sus ahijados; padrinazgo que ejerce con convencimiento y a los dictados de esa caterva de insurrectos que no duda en financiarse mediante el secuestro y tortura de sus apresados y que mucho menos ascos le hace a recibir las dádivas procedentes del narcotráfico.

Si admitimos como cierta -¿y por qué no?- que la intención de Chávez fue la de mediar en una muy encomiable “Misión humanitaria” en forma de las víctimas secuestradas y seguir trabajando para lograr la liberación del medio centenar de secuestrados civiles que aún permanecen en poder de las FARC, cuánto mejor sería para su credibilidad que permaneciera por ese camino y no en el de embarcarse en la portavocía de unos grupos que atentan contra los principios proclamados por el Derecho Internacional Humanitario.

Si por un lado se denuncia la permanente violación de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario por parte del gobierno de Estados Unidos de América en distintos lugares del mundo –denuncia a la que, en buena medida, podemos sumarnos-, de justicia es hacer la misma denuncia sobre la transgresión a esos derechos por parte de las FARC y el ELN. Lo contrario equivale, simple y llanamente, a justificar las acciones de una parte, por razones ideológicas, frente a las contrarias.

Pero, con todo, la petición del presidente Chávez no es baladí, ni mucho menos. Cambiar la consideración de grupo terrorista a la de fuerza insurgente, tiene –política y jurídicamente- un valor importantísimo para sus ambiciones geopolíticas de convertirse en el paladín de la Gran República Bolivariana, su ambicioso y dorado sueño, igualmente imperialista, aunque pretenda vestirlo de socialismo. Pero ya se sabe que, la mona, aún vestida de seda, mona queda.

Roberto Martín Delcura
Corresponsal de Gaceta Internacional en Argentina.

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