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Marcel Garcés

Santelices: víctima de Pinochet y de su silencio

Santelices: víctima de Pinochet y de su silencio

sábado 16 de febrero de 2008, 02:26h

Marcel Garcés

 

Santelices: víctima de Pinochet y de su silencio

 

La situación vivida por el general  Gonzalo Santelices – su renuncia tras ser involucrado en crímenes de la dictadura - ha servido para que la sociedad  repiense el tema de las responsabilidades morales y judiciales, personales e institucionales de los oficiales militares de Chile en los crímenes horrendos de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973- 1990).

Santelices se vio forzado a renunciar al Ejército, donde ostentaba el cargo de Comandante de la Guarnición de Santiago, la principal fuerza militar del país, al hacerse pública su participación en la ejecución masiva y sumaria de 14 presos políticos en octubre de 1973, en Antofagasta.

Santelices, entonces teniente, retiró a los presos de la cárcel, los trasladó en dos camiones del Ejército hasta un lugar aislado del desierto , frente a los esbirros de la "Caravana de la Muerte", ese comando militar al que Pinochet encargó el exterminio de más de un centenar de chilenos para abrumar a  quienes no tenían otro pecado que haber sido funcionarios o partidarios del gobierno legitimo de Salvador Allende y amedrentar a quienes quisieran oponer resistencia. Aterrorizar a los ciudadanos.

El problema es que como él, decenas o quizás centenares de jóvenes oficiales de las Fuerzas armadas, Carabineros y la policía civil, se vieron involucrados en los crímenes de los primeros meses de la dictadura, cuando no había resistencia armada alguna, cuando el asombro y el terror de ver a estos jóvenes en su rol de brutales asesinos embargaba a los chilenos.


Pero Pinochet y quienes lo impulsaron a dar el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 necesitaban aterrorizar, incluso al interior de las Fuerzas Armadas. Necesitaban aplastar cualquier asomo de resistencia, inhibir toda protesta, y por ello inventaron el Plan Zeta, los "guerrilleros cubanos", etc.

Entonces, fue Pinochet y quienes estaban tras él – objetiva e históricamente- quienes involucraron a esos jóvenes oficiales y los envenenaron  con prejuicios, la guerra sicológica y el adoctrinamiento en las teorías de la "guerra interna", en la Doctrina de la Seguridad Interior.

Seguramen
te también estaban atemorizados por la Ley Marcial, como lo confiesa hoy Santelices. Finalmente, también estaban aferrados a la defensa corporativa, una mal llamada lealtad interna para aliviarse de sus dudas y superar la culpa, hasta abrumarse en justificaciones y arengas.

Quizás muchos de ellos no pensaron más allá y vivieron la ebriedad del poder absoluto, ejerciendo sin misericordia ni medida el brutal poder que tenían en sus manos y competían para mostrarse más crueles con el enemigo. Quizás, muchos disfrutaron de la tortura, de las violaciones. Quizás....

Santelices declaró ante el ministro Juan Guzmán- quien le exculpó, por otro lado- que "antes de subir los cuerpos sin vida hice una oración por ellos y le dije al personal que había que respetarlos porque habían muerto por sus ideales". Un gesto noble, sin duda.

Pero lo cierto es que fue la voluntad de Pinochet y de los sectores políticos  nacionales y extranjeros que lo impulsaron, sostuvieron, financiaron y –algunos hasta hoy lo justifican- la que convirtió a muchos de esos jóvenes y gallardos oficiales en esbirros, brutales ejecutores de sus crímenes. O por lo menos, y en diverso grado, en cómplices, en encubridores.

Con razón Santelices se declara víctima también de la caravana de la muerte, lo que viene a ser una critica, un enjuiciamiento a se comando ejecutor y su acción criminal.

En el análisis del caso habrá que recordar al general argentino Benjamín Rattembach quien advirtió, sobre la base de la experiencia golpista de su país, que uno de los efectos mas complejos y negativos de los Golpes, es que hasta el último cadete es contaminado por el ejercicio de la fuerza, el abuso, la eliminación de los "enemigos", la inoculación del desprecio a los civiles.

Está claro que los jóvenes subtenientes- que tenían sobre su cabeza la espada de Damocles de la Corte Marcial- y según parece se confirma en el "caso Santelices", no  tienen la culpa , sino quienes dieron las ordenes.


Claramente, Pinochet y los suyos.

Pero una cosa distinta es justificar  bajo el concepto de "la obediencia debida", la participación en los hechos de sangre. Esto, por lo menos, requiere de una investigación profunda, de la actuación de los Tribunales de Justicia.

Esto es lo primero

Y el episodio de Santelices y de otros generales del Alto Mando institucional, que a 18 años del término de la dictadura se ven enfrentados a la justicia por crímenes sobre los cuales objetivamente habían callado  con el argumento de "dar vuelta la hoja" de la historia, viene a confirmar que no se puede esconder la basura bajo al alfombra.

Esos muertos, que cayeron masacrados, hoy reclaman la justicia.

Y dado que se tendió una cortina de protección para Pïnochet, éste, que nunca dio la cara, presa de la soberbia y de la cobardía moral, ayer y hoy deja que sean los subalternos los que paguen sus culpas.


Está claro que Santelices y los otros subtenientes y tenientes no fueron los gestores, los ideólogos del golpe, y quizás, algunos de ellos, no dieron las ordenes de matar.

Pero es claro también que las instituciones en las que ellos crecieron y tuvieron mando los han hecho creer que defendían la integridad, la moral de la institución, ocultando los crímenes, olvidando su participación personal y colectiva en ellos.

Esto  hizo que surgieran las justificaciones de los crímenes, hablando de una guerra interna, de que fueron "bajas por ambos lados" los 14 de Antofagasta, los 22 de Paine, las decenas de muertos en el sur, en Calama, los tres mil detenidos-desaparecidos, los lanzados al mar, los enterrados en cal en  Lonquén, etc.

Ni uno solo cayó "en combate", por ninguno de ellos hubo piedad ni dignidad, ninguno era "enemigo": eran simplemente partidarios de un gobierno legítimo.

Esto, y el caso de los generales en activo, entonces subtenientes o tenientes, plantea con fuerza al mundo civil, a los políticos, al Estado tanto como a los militares, el desafío de reconstituir tanto la relación cívico militar, como – y sobre todo-  la reconstitución de una Fuerza Armada que supere su pasado y encuentre en la democracia su sustento y su objetivo.

Esto no es un tema privativo de las instituciones de la Defensa Nacional, sino de la responsabilidad del Estado, de la sociedad en su conjunto.


Se trata de un problema doctrinario, de formación y de ejercicio cotidiano. Algo se ha avanzado con el "Nunca Más" del general Juan Emilio Cheyre, pero la práctica está demostrando que es insuficiente esa declaración de principios.

Aquí hay algo que nadie quiere enfrentar. Y el propio Cheyre parece prisionero de sus prejuicios y de esa justificación del pasado cuando habla de "los verdaderos responsables de la crisis" que condujo al 11 de septiembre de 1973, afirmando  que muchos políticos que hoy ocupan cargos públicos tampoco han asumido sus responsabilidades.

(Aunque a lo mejor es posible avanzar en las responsabilidades políticas y judiciales de quienes en 1973 llevaron a los militares al Golpe de Estado).

Pretender que aquí hay una "campaña de difamación", como lo denuncia el Centro de Generales del Ejército de Chile, o una "cacería de brujas",  como lo señaló quien fuera funcionario de la dictadura de Pinochet y hoy diputado, Alberto Cardemil, es eludir las causas de fondo de la situación que viven Santelices y otros generales.

Y volver a justificar la sedición, la conspiración golpista de 1973, el Golpe y sus crímenes.

Una salida digna para el Ejército y las instituciones armadas sería como ha sucedido en Argentina y otros países: reconocer la verdad de los hechos y pedir pública e institucionalmente perdón por los crímenes.

Y actuar en consecuencia en las entidades formadores de oficiales, clases y soldados. En hacer desaparecer lo que llaman "la herencia" o "la obra" de Pinochet de sus clases y de las paredes de sus escuelas matrices.

Mientras se siga parapetándose en las culpabilidades de antes del 11 de septiembre, no solo podríamos llegar muy lejos en la historia, sino que lo que encubre esta maniobra distractiva es el intento de justificar el Golpe  y sus crímenes.


Y hay quienes, como en una columna reciente de un vespertino - que estuvo vinculado a la dictadura de Pinochet- llega a plantear la amenaza abierta de que "SI NO SE  PROTEGE Y GARANTIZA LA "ASEPSIA POLÍTICA DE LAS FUERZAS ARMADAS, NO SERÁN  A LA CORTA O A LA LARGA POLITICAMENTE ASEPTICAS".

Marcel Garcés
Periodista

Diario Hispano Chileno

 

 

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