El hombre profundamente enamorado ahora está profundamente arrepentido por confiar en quien no debía, no una sino dos veces, y pide perdón por ello; le ha faltado decir que “no lo volverá a hacer más” pero claro, visto lo visto, igual eso es demasiado atrevido. Pedir perdón requiere humildad, respeto y lleva implícito el arrepentimiento sincero y la asunción de responsabilidades porque si no, no vale de nada.
Casualmente él, que es de traje entalladito, lucía en su comparecencia del perdón una americana dos tallas más grande y unos pómulos definidos con un contouring que ni los mejores filtros de Instagram. Una puesta en escena digna del mejor director teatral y un actor a quien le hubiera encantado interpretar un nuevo monólogo, que es su especialidad en estos años, pero esta vez, no tuvo más remedio que dejar intervenir a otros actores: los periodistas, quienes han tenido un papel protagonista y determinante en esta tragicomedia con tintes de vodevil.
No salgo de mi asombro sabiendo que quien está obsesionado por controlar lo que comemos, lo que bebemos, lo que fumamos, lo que ganamos, lo que trabajamos, lo que leemos, lo que votamos ¡hasta lo que pensamos! En ningún momento se preocupó por los que nos estaban robando y escapó de su control. Porque, a pesar de lo que nos dijo ayer, esto sí va de usted y de su gobierno, no solo de su partido. No sé, no me da mucha confianza que el presidente de mi país no se entere de lo que pasa en su casa ni de lo que hace su mano derecha y que tenga ese ojo para elegir sus personas de confianza.
Me gustaría que a nuestro “inocente” presidente alguien le dijera que una auditoría externa no le va a descubrir lo que no se declara. Que aquí no solo estamos hablando de la posible financiación ilegal de su partido, sino del dinero que ha ido a bolsillos de miembros del gobierno a base de inflar contratos públicos y, por tanto, metiéndonos directamente la mano en el bolsillo a esa “ciudadanía” que pretende que le perdone.
¡Qué paradojas! El gobierno “más feminista de la historia de la democracia” colocando en empresas públicas a mujeres seleccionadas por catálogo y haciendo fiestas con ellas (que ya parece que hemos olvidado al “Tito Berni”) y los hombres del presidente eligiendo si con una o mejor con dos y así se acaba la disyuntiva. El hombre implacable con la corrupción despachando cada día con corruptos. El adalid de la democracia señalando en sede parlamentaria a periodistas y medios de comunicación. El defensor del Estado de derecho desconfiando de jueces, tribunales y jactándose con aquel “¿de quien depende la fiscalía”?. El hombre comprometido con la verdad rodeado de mentiras y manipulaciones. El que no dormiría tranquilo pactando con Podemos durmiendo a pierna suelta gobernando con ellos además de independentistas y separatistas. El candidato que al llegar al gobierno iba a meter a Puigdemont en la cárcel y, sin embargo, le amnistió y gobernó gracias a sus votos, después de enviar a negociar con él al entonces honesto -víctima de los bulos de la fachosfera y los pseudo medios- y a día de hoy repudiado, Santos Cerdán…
Parece que llegar al gobierno era el fin y el medio, puede que por eso se amañaran las primarias. Porque, señor Sánchez, da igual cuántos votos totales obtuvo, con un voto (o dos) manipulado, esas elecciones ya serían fraudulentas. Abusar un poco es abusar; mentir un poco es mentir; robar un poco, es robar.
Todos los que hasta ayer ponían la mano en el fuego han salido en tromba a pedir perdón, con el argumentario y la lección bien aprendida como mártires y víctimas del incendio, pero ya no cuela. Esta vez el relato tiene complicado ganar al dato.