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Con el Rey hemos topado, amigo Sánchez

martes 26 de diciembre de 2023, 07:43h

El discurso de Nochebuena que Felipe VI dirigió a todos los españoles, el décimo desde que accedió al trono, es sin duda el más importante de los proclamados hasta la fecha. Hay siempre apuestas previas entre los periodistas y columnistas políticos que, en esta ocasión, han acertado sólo parcialmente. Desde luego, se presumía que hablaría de la Constitución, pero nadie pensaba que en esos breves minutos la mencionaría hasta una veintena de veces. Considerado a posteriori es lo normal porque si en algún sitio no deben ignorarse los constantes ataques a los que está siendo sometida la Carta Magna es precisamente en La Zarzuela.

Es hoy el gran problema de la nación. Lo sabe el Rey y lo sabe el pueblo que, en general, muestra su apoyo al monarca cuando se presenta la ocasión, y el rechazo frontal a la figura del presidente, que ya no sabe qué hacer para pasar inadvertido en sus cada vez más escasas salidas a la calle, “bendecidas” con abucheos e insultos ante el cariz cada vez más descarado que están tomando los acontecimientos teñidos siempre de durísimos ataques a la Constitución y ninguneos a la Corona.

Precisamente por eso el Rey habló a las claras de la necesaria separación de poderes y del respeto mutuo que debe reinar entre las instituciones. A buen entendedor pocas palabras bastan y ese es un toque directo al presidente del gobierno que, unas veces por acción y otras por omisión, es el artífice principal de esos ataques directos que está sufriendo en los últimos tiempos el Poder Judicial, el penúltimo de estos episodios. Y ello hasta el punto de haber puesto de acuerdo por primera vez en su historia a todas las asociaciones internas del CGPJ, que han reaccionado como un solo hombre en lo concerniente al dichoso ‘lawfare’, esa posibilidad que ahora quiere atribuirse el poder político de marcar a aquellos jueces que hayan dictado sentencias que no sean del agrado del poder político y de los partidos que lo sustentan.

No menos importante es también la alusión del Rey a la integridad y a la soberanía nacionales cuando todos vemos que se está jugando con trocear la nación desde algún lugar de Ginebra en unas vergonzantes negociaciones del gobierno de la nación con un prófugo de la justicia, el “heroico” Puigdemont, que no le importó ir en la vanguardia de los que huían tras el intento de golpe del 1-O en Cataluña. Eso sí, bien oculto en el maletero de un coche y que ahora, por mor de la aritmética parlamentaria, está clavando de hinojos ante su eximia figura al representante gubernamental en las negociaciones y, por ende, al gobierno y a toda la nación, al conseguir de Sánchez que se celebre un referéndum (preguntando sólo en Cataluña, no en toda la nación española como indica la Constitución), con el único objetivo de mantenerse cuatro años más en la Moncloa.

Y la alusión del monarca en su discurso al pluralismo político como base de funcionamiento de la constitución no es tampoco un asunto baladí. sobre todo, cuando el hombre de hielo, el que tiene una mandíbula de cemento armado a prueba de discursos reales y de manifestaciones de animadversión popular, sigue empeñado en levantar un muro de hielo para que jamás de los jamases, y cueste lo que cueste, gobierne nunca más lo que él considere como la derecha en este país.

Por si hacía falta alguna prueba más que afianzara el sentido común como juez infalible de lo que estamos viviendo todos los españoles, la ferviente y desairada reacción de ERC al discurso del Rey y Junts Per Cat es la prueba del nueve de que eso de la “amnistía” no busca ni consensos ni “normalidad democrática” como viene a decirse, con otras palabras, en el preámbulo de esa proposición de ley presentada hce solo unos días en el Congreso. Lo único que busca, y lo decimos una vez más, es mantener a Pedro Sánchez al frente de la presidencia del gobierno, y ese es sólo el precio inicial para conseguirlo, por supuesto, con la aquiescencia de Sumar y de EH Bildu.

Se agradece escuchar a alguien, en este caso el Rey, que llame al pan pan y al vino vino y, además, tenga la coherencia y la lealtad a la nación por bandera. En su boca términos como Constitución, libertad, democracia y estado de derecho sabemos todos perfectamente a lo que se alude. En boca de Sánchez, por el contrario, esos y otros términos que tanto él como sus ministros y sus terminales mediáticas manejan a la voz de “ya”, y con argumentario previamente distribuido entre todos ellos, hoy significan una cosa, mañana otra y siempre, la que convenga al interés del inquilino de la Moncloa. Al fin y al cabo, lo que allí se llama “cambios de opinión” y en la calle se tilda de “mentiras”, ya saben al menos que —parafraseando a El Caballero de la triste figura—, “con el Rey hemos topado”, lo cual no hace sino presagiar una tensión aún más dura y creciente entre Zarzuela y Moncloa en los próximos meses, lanzado ya como está Sánchez y su gobierno a acabar cuanto antes con la Constitución del 78.

Por último, no era casual (nada lo es si proviene de Zarzuela o de Moncloa), que una fotografía de la princesa Leonor presidiese a espaldas del Rey el icono que acompañaba sus palabras en su discurso. La figura de la princesa encarna hoy como nunca la garantía de continuidad de una institución, la monarquía española, que ha propiciado el mayor periodo de libertades, de democracia y de crecimiento económico de toda la historia de nuestro país.

Por eso, y sólo por eso los socios de Sánchez no perdieron ni un minuto en salir a criticar las palabras del monarca, la bancada de la derecha en el Congreso a defenderlas y, como es de esperar en quién juega al despiste, a la confusión y al ocultamiento camaleónico, el PSOE, primero guardó el más absoluto silencio —supongo que a la espera de órdenes desde Moncloa—, para pasar después a “apoyar” el mensaje del Rey porque cree que sus palabras respaldan la agenda de trabajo del actual gobierno. Seguimos, pues, en la senda del retorcimiento de las palabras o del cinismo que, para el caso, es lo mismo.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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