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RTVE: ¡Es la guerra!, ¡es la guerra…!

domingo 31 de marzo de 2024, 10:26h

Casi en la época del Cuaternario una entonces jovencísima Lolita Garrido anunciaba con una canción que, a la sazón, se hizo más que popular, que “la televisión pronto llegará”.

Y sí, finalmente llegó, y fue inundando, primero, establecimientos públicos (bares, cafeterías, casinos, teleclubs, centros culturales municipales…), y unos años después los hogares de los españoles. Hablo de la década de los 70 del pasado siglo. Posiblemente aquella fue la mejor época de TVE —digo bien porque entonces no lucía la R inicial—, con sus programas culturales como Estudio 1, informativos como Informe semanal, series del tipo Ironside, Eliot Ness o Rin Tin Tín, y más tarde con programas icónicos como La clave de José Luis Balbín, o espectáculos como el que presentaba cada sábado noche el genial José María Íñigo, que nos dejó hace sólo unos años.

Cualquier parecido de aquella iniciática televisión con la que podemos ver hoy en día es pura coincidencia. Hablo, claro está, de la televisión pública, esa televisión por la que todo aquel que llega al gobierno se derrite por manejarla a su antojo y olvidando desde el minuto uno que el carácter de cuanto ahí se programe debiera tener ante todo la consideración de programa de servicio público.

Hoy en día esa máxima se ha olvidado por completo. Interesa sobre todo utilizarla como plataforma de propaganda para la actividad del gobierno de turno, y eso lo ha entendido muy bien Pedro Sánchez.

Y luego, en segundo término, competir con las audiencias de las televisiones privadas, lo cual es prueba evidente de que los sucesivos responsables de RTVE no tienen ni pajolera idea de lo que debiera ser su principal objetivo, que no es otro que brindar al ciudadano productos audiovisuales de calidad, equilibrados y que contribuyan a formar, informar y entretener a quienes más televisión consumen por una u otra causa, pero no, desde luego, competir bajo ningún concepto con las televisiones privadas.

Estas últimas se apoyan sobre todo en la publicidad y, obviamente, atraerán más anunciantes cuanto más altos sean sus índices de audiencia. Lógico, porque en ellas prima más lo comercial y lo económico que la calidad de sus programas y el interés social, más propio de una televisión pública.

Si hay que poner alguna de ellas como modelo, quizás sea la BBC británica porque la calidad de sus espacios y su función y control públicos se parecen a nuestra RTVE como un huevo a una castaña.

La nuestra, a través de su Consejo, en el cual hay representantes del PSOE, PP, UP y PNV, acaba de brindarnos los pasados martes y miércoles santos un espectáculo más que bochornoso que más podría tildarse de guerra total y que le costó el puesto a la hasta ese día presidenta de la Corporación, Elena Sánchez, y a su número dos, José Pablo López, director de Contenidos.

Como era de prever, el gobierno y sus socios han hecho que la nueva presidenta interina de RTVE (seis meses tiene por delante la mujer), sea la militante del PSOE Concepción Cascajosa, alineada siempre —desde su llegada al Consejo— con la Moncloa. Además, es profesora de Comunicación Audiovisual especializada en series de ficción y televisión y, desde julio de 2021 presidenta del Observatorio de Igualdad de RTVE. Con todo, cuando en 2018 Cascajosa se presentó al concurso público para elegir a los miembros del Consejo de Administración de RTVE, la Comisión Mixta del Congreso la calificó en el puesto 86 dentro de los 95 candidatos aspirantes.

Pero la política, como la vida, da muchas vueltas, y ahí tienen ustedes, al menos por seis meses, a Cascajosa como nueva presidenta de la Corporación.

Acaso la consecuencia más beneficiosa de esta y pretéritas guerras por llevar el timón de RTVE haya sido la desafección creciente del medio entre los más jóvenes ciudadanos, claramente decantados por las plataformas e internet, y también la cada vez más frecuente entre los más mayores que, como un servidor, lleva ya más de 30 años sin ver la televisión. Supongo que es una buena forma de mantener la mente despierta y el sentido crítico a prueba de bombas.

Todas esas horas diarias ante la cada vez menos pequeña pantalla, son mucho más útiles intelectualmente hablando, dedicándolas a ir al teatro y a la lectura compulsiva. Tanto en una como en otra actividad la capacidad de elección del ciudadano es absoluta y hasta ahí no llega la larga mano de Moncloa (al menos por ahora, pero no cantemos victoria…).

Como últimamente parece que cuenta más la fidelidad al partido que la competencia y la experiencia profesionales, las personas que acceden a puestos más que relevantes de empresas e instituciones públicas no son precisamente quienes atesoran mayor prestigio sino más “limpieza de sangre”, es decir, una mayor obediencia ciega al partido y al gobierno que esté fuera de toda duda, independientemente de que los organismos de que se trate (ese es el caso de RTVE o de la Agencia Efe, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General del Estado, el Consejo de Estado, el Tribunal de Cuentas ….), exijan mesura e independencia para servir de verdaderos y sanos mecanismos democráticos de control al poder político.

Y todo este maremágnum televisivo de los últimos días, al parecer, se ha debido a la voluntad de fichar al humorista David Broncano para hacer la competencia a El hormiguero de Pablo Motos en Antena 3. Claro que lo que no se dice tanto es tan interesante o más que el nombre del personaje mediático simpático para el sanchismo: la productora afín a la causa se embolsará (ni duden un instante que esto va a misa), entre 12 y 14 millones anuales para levantar un programa a la medida del humorista para el público más joven que, sin duda, a la hora del prime time estará tomando cervezas en la cafetería de la esquina y sin prestar la menor atención a estos bodrios más orientados a abueletes que a esas mismas horas estarán a punto de irse al sobre. Para tener un juguetito así, señores del gobierno, mejor váyanse pensando en cerrarlo cuanto antes o, mucho mejor, dejarlo de una vez en manos de los profesionales de la Corporación, que de televisión saben mucho más que todos ustedes y el Consejo de Administración juntos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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