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Una de las dos grandes varas de Juan Francisco Peña al quinto de la tarde.
Una de las dos grandes varas de Juan Francisco Peña al quinto de la tarde. (Foto: Plaza1)

La gran actuación del picador Juan Francisco Peña, único destacado de un festejo gris

martes 14 de mayo de 2019, 23:09h
Un torero que no figuraba en la cartelería, aunque sí en los programas de mano, llevó a cabo lo más, y casi único, destacable en el festejo inaugural de la serie isidril. Porque el picador Juan Francisco Peña tuvo una actuación soberbia frente al 5º de la tarde, recibiendo la mayor ovación de una corrida en la que los de La Quinta, cargados de peso, lo que lastró su comportamiento y con tan buen balance temporadas anteriores, no dieron el juego esperado. Y tampoco logró lucimiento una terna necesitada de triunfos que compusieron Rubén Pinar, Javier Cortés y Thomas Dufau.

Sin ser un petardo la corrida, tampoco los aficionados, que tanto esperaban del encierro de Martínez Conradi, se abrazaban en los tendidos. Y en esto llegó Juan Francisco Peña, se sintió torero y lo bordó e incluso hizo filitré. El oasis aconteció en el quinto, 'Fogoso', un cárdeno asaltillado muy en el tipo de la casa y de bella lámina, aunque cargado de peso como el resto de sus hermanos. El animal, ovacionado al saltar al ruedo, se comía los burladeros antes de acudir presto a la montura con tal fuerza que lo derribó.

Cuestión que no arredró a su caballero, quien aguantó la embestida de lejos del burel, levantó la vara a modo de cite y la clavó tras el morrillo, en su sitio adecuado, como en el siguiente embroque. Todo un espectáculo, que pudo ser mayor porque Javier Cortés, conocedor de los gustos de Madrid en tal aspecto, intentó que acudiera desde el platillo una tercera vez, pero 'Fogoso' se hizo el longuis y sólo respondió desde las cercanías al varilarguero. Sin ser un toro bravo, lo parecía.

Y después de que Peña se marchase con los aplausos más restallantes del festejo, el fuego de un burel, llámese casta, siempre poco humillado y con la cara alta, como todo el encierro, se fue apagando. Cortés puso valor en redondos y naturales pero casi siempre fuera de cacho -con desconocimiento de los gustos de Madrid-, como es el toreo moderno –y no olé- y ya todo fue a menos: la fogosidad del bicorne y de la labor del coletudo. El otro de Cortés se llamaba 'Bailaor' y su matador le llevó la contraria, porque se quedó muy quieto para robarle algunos muletazos de enjundia sin más.

El que abrió plaza y feria, tenía por nombre ‘Maslastardes’ -como un adelanto de lo que, salvo Peña, vendría después-. ayuno de codicia y justo de fuerza y con el que Rubén Pinar anduvo con suficiencia. El otro del albaceteño aportó cierta movilidad y Pinar, tras doblarse por bajo, le aplicó cierto temple como las navajas de su tierra, y cierta ligazón damasista, pero sin ir más allá de la ortodoxia. También con la modernidad de las ventajas, aquello no caló en la concurrencia, por aquello de los gustos de la misma, tan diferentes al resto de los cosos, donde ests faenas son 'orejeadas', pero la cátedra es la cátedra.

Tampoco lo hicieron las faenas de Thomas Dufau, que demostró su intención de triunfo marchándose a recibir al tercero a toriles; luego su matador le echó firmeza pero tampoco más. Y ya con el de cierre, el más paradote del conjunto, el francés no pasó de la ‘vulgarité'.

FICHA DEL FESTEJO

Toros De LA QUINTA, cinqueños, con trapío pero de excesivo volumen y peso excepto el vareado 3º, muy ofensivos. Noblotes y cumplidores en los caballos en general pero de escasa casta, excepto 5º. RUBÉN PINAR: silencio; división al saludar. JAVIER CORTÉS: saludos; silencio tras aviso. THOMAS DUFAU: silencio tras aviso, silencio. Plaza de Las Ventas, 14 de mayo. 1ª de la Feria de San Isidro. Algo más de media entrada.

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