La Fiesta presentó este domingo electoral su cara y su cruz, sólo que esta parte negativa lo fue por partida doble. Ya que, por un lado, José Garrido sufrió una severa cornada de pronóstico grave en la pierna derecha casi al iniciar su labor muleteril a su primer bicorne, y en otro orden de cosas, el encierro de Adolfo Martín dejó algo que desear en trapío y mucho en fuerzas y juego. ¿Lo positivo? Pues una tan sabia como magnífica faena de Fernando Robleño a su segundo malograda, una vez más con las armas toricidas, ¿les suena? A mitad de camino se quedó el siempre pundonoroso y entregado Román, con un lote sin opciones.
A pesar de que el ganadero eligió para su habitual presencia isidril a varios bichos de reatas que otrora le dieron gran éxito como Aviador (hubo dos y Sevillanito), en esta ocasión el conjunto decepcionó. Algo que por desgracia viene repitiéndose con asiduidad en los últimos tiempos. Ninguno cumplió ante el penco, ni galopó en banderillas ni sacó bravura ni casta ni fuerza. Quizás el segundo Aviador, con el que se lució Robleño, aunque no voló alto, sí sacó un punto de codicia que el veterano diestro de San Fernando de Henares supo aprovechar.
Lo hizo a base de técnica ya de perro viejo bregando siempre con lo duro: en la media distancia le robó por la izquierda de uno en uno varias series de pases de profundidad oceánica y se permitió el lujo de los desmayos y el del desprecio. Lo intentó por el otro pitón, sacando también petróleo, pero el animal empezó pronto a venirse abajo y su matador, con inteligencia, volvió a la izquierda citando de frente.
Se había ganado un trofeo de peso, mas de nuevo marró a espadas necesitando un feo pinchazo, una estocada desprendida y un golpe de verduguillo para despenar a Aviador. Y el balance estadístico quedó en dos apoteósicas vueltas al ruedo tras insuficiente petición. Tan habitual como los fallos a la hora de matar de este pequeño gran coletudo es que su subalterno Fernando Sánchez se luzca con los palitroques y se vea obligado a saludar con toda justicia, cual aconteció en este burel.
Y con toda justicia hay que apuntar que igualmente lo logró de modo similar Antonio Chacón en el burel que hirió a su jefe Garrido. Un animal tan soso y descastado como el resto que le había avisado con el percal y también con la pañosa hasta que le cazó, siendo Robleño el que acabó con su vida. El de San Fernando nada pudo hacer con el otro de su lote, que topaba sosamente más que embestir. Ni el valenciano con los dos suyos, incluido el sobrero de Pallarés, que al desafuero de su mansedumbre y sosería unieron que tenían menos movilidad que los toros de Guisando.
FICHA
Cinco toros de ADOLFO MARTÍN, justos de presencia, blandos, mansos, descastados y nobles, excepto el 3º, codicioso y bronco. Sobrero de PALLARÉS, lidiado en 6º lugar en sustitución de uno del hierro titular devuelto por inválido, feo de hechuras y también flojo y manso. FERNANDO ROBLEÑO: ovación tras aviso; dos vuelta. ROMÁN: silencio tras aviso; silencio; silencio. JOSÉ GARRIDO, herido por su primero, al que mató Robleño. Plaza de Las Ventas, 27 de mayo, 17ª de Feria. Más de tres cuartos de entrada. Enfermería: Garrido presenta una cornada en la cara posterior del muslo derecho, con una trayectoria hacia delante y hacia debajo de 15 cm. que produce destrozos en músculos isquiotibiales y contusiona nervio ciático. Pronóstico grave.
Si (
No(
A favor (
En contra (
