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'Paisajes para no colorear': la rabia incontenida de las adolescentes chilenas
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'Paisajes para no colorear': la rabia incontenida de las adolescentes chilenas

sábado 23 de noviembre de 2019, 17:37h

La compañía chilena Teatro La Re-Sentida se ha confirmado ya como una entrañable compañera de viaje para quienes frecuentamos el Festival de Otoño. En la edición del año pasado nos visitó y nos sorprendió, y en esta 37ª edición ha dado un pasito adelante con ‘Paisajes para no colorear’, una pieza resultante de un ambicioso taller llevado a cabo durante varios meses con casi 150 niñas y adolescentes chilenas a las que se les plantearon discusiones abiertas sobre algunos de los problemas más acuciantes que se les presentan como mujeres en ciernes. El resultado es este montaje con dramaturgia de Carolina de la Maza y Marco Layera, y que dirige este último.

El abanico de abusos y de violencia cotidianos a los que tienen que hacer frente las niñas y adolescentes chilenas -y probablemente, por extensión, también las latinoamericanas en general-, no es muy distinto en número de los de nuestras adolescentes, pero sí posiblemente en intensidad. En ‘Paisajes para no colorear’, nueve chicas, entre 13 y 17 años, denuncian entre otros muchos problemas, el derecho a vestirse como les dé la gana –adiós a los vestiditos rositas-, la homofobia, la violencia en los centros de atención de menores, en las escuelas y los colegios, en el seno de la familia, las violaciones y los consiguientes embarazos de niñas o sus problemas a la hora de poder abortar legalmente.

Que los adultos podamos hablar de todo ello con el ánimo de plantear acciones y soluciones políticas a los mismos, es tan necesario como normal. Lo que ya no lo es tanto es que sean las propias adolescentes quienes hablen sobre ello y , además, lo escenifiquen, y con una energía y una rabia incontenibles, que trasladan eficazmente desde el primer minuto hasta el patio de butacas del Teatro de La Abadía, que es donde se están representando estos ‘Paisajes para no colorear’ del 21 al 24 de noviembre.

Comienza el montaje con la irrupción en escena de una gran casa de muñecas rodante que empujan con decisión las nueve adolescentes al tiempo que tararean una triste canción. Intensas, enérgicas, enormemente vitales las actuaciones de Ignacia Atenas, Sara Becker, Paula Castro, Daniela López, Angelina Miglietta, Matilde Morgado, Constanza Poloni, Rafaela Ramírez y Arwen Vásquez. Esa gran casa –o pequeña carpa, según se mire-, permanece situada durante toda la función en la parte izquierda del escenario, mientras que a la derecha hay una pequeña mesa y dos o tres sillas. La escenografía y la iluminación son obra de Pablo de la Fuente. Antes y durante la función, sobre una gran pantalla situada al fondo del escenario, a través de unos textos , se pone en antecedentes al público sobre el cómo y el porqué del montaje, y, después, en el transcurso de las escenas , se emiten algunas imágenes ilustrativas de los temas tratados, o se filma en directo y en primeros planos una loca fiesta de pijamas que las jóvenes celebran dentro de esa gran casa de muñecas, en donde la música de Tomás González –el reggaetón no podía faltar en ella, claro-, las moviliza y las anima para sacar fuera sus denuncias.

Hasta aquí las virtudes del montaje, que no son pocas, y en donde vuelvo a subrayar la fuerza y la energía que proyectan las intérpretes del mismo. Pero hay que poner también sobre la mesa alguna de sus carencias o limitaciones. Por ejemplo, el maniqueísmo simplista de acusar a los adultos de generar y propiciar una cierta visión del mundo (pensamiento ‘adultocéntrico’, se llama en la propuesta), y justamente en el momento en que nuestros niños y jóvenes se han puesto en el centro de atención de toda la sociedad como nunca antes había sucedido en la historia de la humanidad. O que se planteen tan duros y espeluznantes conflictos sin profundizar algo más en ellos. Claro que lo mismo puede argumentarse que la visión de la adolescencia es así, radical, contundente, determinante, y que en ella no hay lugar para las medias tintas o los claroscuros.

El montaje, en fin, es interesante y tiene el mérito de dejar oír con nitidez la voz de los más jóvenes que, sin duda, están llamados a cambiar en los próximos lustros todos esos aspectos detestables de la sociedad que tienen a la ideología machista como causa. Y, además, porque ha hecho posible que se verbalicen y puedan haber subido al escenario en boca de quienes más y con más dolorosos efectos los padecen.

‘Paisajes para no colorear’

Dirección:

Marco Layera

Intérpretes:

Ignacia Atenas, Sara Becker, Paula Castro, Daniela López, Angelina Miglietta, Matilde Morgado, Constanza Poloni, Rafaela Ramírez y Arwen Vásquez

Asistente de dirección:

Carolina de la Maza

Dramaturgia:

Carolina de la Maza y Marco Layera

Asesoría dramatúrgica:

Anita Fuentes y Francisca Ortiz

Psicóloga:

Soledad Gutiérrez

Diseño de escenografía e iluminación:

Pablo de la Fuente

Diseño de vestuario:

Daniel Bagnara

Jefe técnico:

Karl Heinz Sateler

Música:

Tomás González

Sonido:

Alonso Orrego

Producción delegada y distribución en España:

Carlota Guivernau

Producción:

Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM)

Coproducción:

Compañía de Teatro La-Resentida

37º Festival de Otoño de Madrid

Teatro de La Abadía, Madrid

Del 21 al 24 de noviembre de 2019

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