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Por qué perder en los juegos nos duele más de lo que debería
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(Foto: Unsplash)

Por qué perder en los juegos nos duele más de lo que debería

Por Agencia
martes 04 de noviembre de 2025, 13:00h

Perder en un videojuego no debería arruinarte la noche. Pero, de alguna manera, una derrota en Valorant, FIFA o incluso Mario Kart puede hacerte cuestionar tus reflejos, tus decisiones en la vida y –quizá– incluso a tus amigos. Entonces, ¿por qué algo que se supone que es divertido nos afecta tanto cuando no lo logramos?

La respuesta se radica en algún lugar entre la psicología, el orgullo, y un toque de competitividad excesiva.

Tu cerebro cree que los juegos son reales

¿Sabes cuál es una de las principales razones por las que nos duelen tanto las derrotas? Tu cerebro no está completamente convencido de que el juego no es real.

Los juegos disparan en nuestro cerebro las mismas sustancias químicas que las victorias y las derrotas de la vida real. La dopamina inunda tu sistema cuando marcas un gol, subes de nivel o desbloqueas un nuevo skin. Pero… ¿y cuando pierdes? Entonces es el cortisol –también conocido como la hormona del estrés– quien ocupa un lugar en primera fila. Tu cuerpo reacciona como si acabaras de perder una competición real, porque, para tu cerebro, es lo que ha ocurrido.

Cuando has invertido tantas horas de grindeo elaborando estrategias y dominando cada detalle de un juego, se siente aún más personal. Por eso, encontrar formas de renovar tu catálogo o explorar diferentes géneros puede ayudarte a aliviar la presión. Si el modo multijugador competitivo te pone los nervios de punta, prueba esta solución: explora Eneba y elige un juego relajante para un solo jugador que te ayude a equilibrar la balanza.

No es solo una derrota, sino una crisis de identidad

Los gamers no solo juegan a los juegos, sino que a menudo vinculan a ellos parte de su identidad. No importa si eres el sanador que mantiene vivo al equipo, el francotirador con puntería milimétrica o el genio de los rompecabezas que lo resuelve todo en un tiempo récord: los juegos nos dan un papel, y nos gusta ser buenos en ese papel.

Por eso cuando fallas se siente como algo personal. De pronto no es solo «una mala partida». Ya no eres «tan bueno como creías» o, peor aún, te has convertido en «el punto débil del equipo». Ay...

Esto es cierto sobre todo en los juegos cooperativos, donde tu rendimiento afecta a los demás. A nadie le gusta ser la razón por la que su equipo ha perdido una partida en el modo rankeado. Puede que tus compañeros sean más bien tranquilos, pero ¿ese crítico interno? Es sencillamente implacable.

El lado social del gaming no ayuda

Los juegos online incluyen otro pequeño y divertido campo minado emocional: los espectadores. Quizá estés haciendo un stream para un puñado de amigos, o quizá seas muy consciente de que tus compañeros están juzgando en silencio cada uno de tus movimientos. No importa.

Sea como sea, perder en público se siente como un fracaso social, además de personal.

Súmale a eso los rankings competitivos, las tablas de clasificación, las ratios de muertes y todas esas estadísticas que el juego te muestra constantemente, y tienes una receta perfecta para el estrés. No es de extrañar que algunos jugadores abandonen enfadados, desinstalen el juego y juren no volver a jugar en toda la tarde (antes de volver a conectarse esa misma noche).

Reformular la derrota

Entonces, ¿cómo hacemos para que perder sea menos horrible?

La perspectiva es clave. Cada derrota nos aporta información: qué salió mal, qué se puede mejorar, qué no hacer la próxima vez. Irónicamente, sentimos el dolor porque nos importa. Los juegos son inmersivos, emocionales y significativos, y eso es algo realmente bueno.

Pero si te sientes agotado o te tomas las derrotas demasiado en serio, no tengas miedo de cambiar. Hay muchos juegos increíbles que no te piden que demuestres nada: basta solo con explorar, relajarte y disfrutar del viaje.

Cuando estés listo para ese reseteo, los mercados digitales como Eneba te lo ponen muy fácil para conseguir un título nuevo, hacerte con ese juego que lleva tiempo en tu lista de deseos, o probar por fin algo completamente distinto sin el estrés de la competición.

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