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'La reina de España': Trueba repite aciertos y (principalmente) errores
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'La reina de España': Trueba repite aciertos y (principalmente) errores

viernes 25 de noviembre de 2016, 09:23h
Hace 18 años Fernando Trueba entregaba 'La niña de tus ojos', una película irregular pero con trazos brillantes, sobre una 'troupe' de gente del cine español que termina enredada en la Alemania nazi, ahora retoma a esos personajes con 'La Reina de España', una secuela (o como prefiere el director, una continuación) situada 20 años después en la que vuelven a aparecer las virtudes pero, todavía más, los errores de aquella, con buenas ideas no tan bien trasladadas, unos protagonistas brillantes y unos secundarios mucho más flojos, y una mezcla no bien resuelta entre comedia y drama que en este caso se vuelca más hacia la primera.
La película comienza con unos títulos de crédito muy bien hechos, en los que a través de imágenes de un falso No-Do vamos viendo lo que ha sucedido en España durante esos años, a la vez que comprobamos lo que ha pasado con los personajes, principalmente sus dos protagonistas, Macarena Granada (interpretada por Penélope Cruz) y Blas Fontiveros (Antonio Resines). Así nos enteramos de que Macarena ha triunfado en Hollywood, donde ha llegado a ganar un Oscar, y ahora va a volver a España para protagonizar una gran superproducción convertida en una estrella internacional. Mientras el ex director ha sobrevivido al campo de concentración de Mauthausen y ha malvivido en Francia tras el término de la II Guerra Mundial. Tras enterarse del regreso de su ex actriz y amante decide volver a su país. A partir de aquí se desencadena el argumento, con Fontiveros reencontrándose con la mayoría de personajes de la anterior película, antes de terminar con sus huesos en la Sierra de Madrid construyendo el Valle de los Caídos junto a otros prisioneros republicanos.

La película vuelve a ser un canto de amor al cine y a su gente, desde el carpintero o el técnico menos cualificado a la más alta estrella. En esto la película vuelve a triunfar, como ya lo hacía 'La niña de tus ojos', Trueba sabe trasladar su amor por el oficio y por la gente que lo hace, sintiéndose una agradable camaradería pero los puntos débiles de la misma están en otros lados. El más evidente es que no se termina de equilibrar bien el peso entre drama y comedia. A pesar de que se hablan de cosas muy serias en la película el sentimiento es ligero, hay un lado trágico claro en esta historia, con un buen remate final, pero a veces se toma demasiado a la ligera a sí misma.

Además el guión y las actuaciones están bastante desequilibradas. Penélope Cruz vuelve a brillar con un papel al que tiene tomada perfectamente la medida, suyos son los mejores momentos de la película, como ese homenaje al cine musical en el que se canta 'Granada' y vuelve a comerse la pantalla, como ya hiciera con 'Los piconeros' en la anterior. Antonio Resines también le sabe dar el halo de héroe trágico a su Fontiveros, aunque esta vez queda mucho más deslucido que la primera vez, pero el problema vuelve a venir con los secundarios que, a pesar del evidente cariño que les tiene su director y guionista, vuelven a cojear y a ser solo piezas circunstanciales para la historia. El caso más sangrante vuelve a ser el del personaje de Jorge Sanz al que el guión somete a una violación solo para que nos echemos unas risas. Tampoco aportan mucho las nuevas caras, Javier Cámara es un gran actor y no desentona pero su personaje es anecdótico, Chino Darín (el hijo de Ricardo) demuestra que la belleza se hereda y poco más. Tampoco se salva la parte estadounidense, Mandy Patinkin es el más correcto, interpretando a un guionista judío represaliado por la caza de brujas que estuvo en la Brigada Lincoln, Cary Elwes tiene una caricatura de personaje y lo intepreta como tal y Clive Revill (y el guión) hacen de John Ford un personaje de 'La gran superproducción' de Superlópez.

En definitiva, hay buenas ideas, cariño y alguna escena destacada pero el resultado queda demasiado deslabazado sin saber muy bien lo que están haciendo. Cuando Billy Wilder o Berlanga, dos de los referentes de Trueba, hacían una comedia, muchas veces la sonrisa se te helaba en la cara, eran dos ejemplos perfectos de que la comedia puede ser la cosa más seria del mundo pero, para ello, hay que tomársela como tal, no como si estuvieras haciendo un pequeño entretenimiento antes de pasar a cosas más importantes...
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