La prórroga en la activación de los aranceles por parte de Estados Unidos a la Unión Europea hasta el 9 de julio ha activado, en el seno de la Comisión Europea, un movimiento poco habitual: se ha solicitado a las principales corporaciones del bloque que detallen sus planes de inversión en Estados Unidos.
Con esta acción, Bruselas busca reforzar su posición negociadora, evidenciando el peso económico de las empresas europeas en EEUU, al tiempo que intenta anticiparse a posibles represalias y ofrece señales de buena voluntad, como la propuesta de un acuerdo “cero por cero” en bienes industriales. Estas negociaciones se desarrollan en paralelo a un debate interno en el BCE sobre la orientación de su política monetaria. Mientras algunos miembros del Consejo de Gobierno abogan por pausar los recortes de tipos hasta que se despeje el panorama internacional, otros, como el gobernador del Banco de Francia, insisten en que la normalización monetaria aún no ha concluido. Este último ha advertido que las políticas proteccionistas impulsadas por EE.UU. representan un riesgo para la estabilidad de la zona euro, debido a sus efectos sobre las cadenas de suministro y las expectativas de precios.
Por otro lado, la publicación del índice de confianza del consumidor en EE.UU., correspondiente a mayo, mostró una leve mejora, aunque se mantiene en niveles históricamente bajos. Este debilitamiento del sentimiento refuerza la cautela de la Reserva Federal, que mantiene su postura de estabilidad en los tipos de interés mientras evalúa el impacto de la política comercial sobre la inflación y el poder adquisitivo de los hogares.