El Senado estadounidense ha aprobado por escaso margen un ambicioso paquete fiscal que ampliará sustancialmente la deuda pública. Este proyecto de ley, respaldado por la administración actual, combina recortes tributarios permanentes con aumentos en el gasto en seguridad y restricciones a programas sociales, generando inquietud entre los inversores por su impacto a largo plazo en la sostenibilidad fiscal del país. La versión final, que ahora debe ser ratificada por la Cámara de Representantes, enfrenta resistencias internas, tanto de sectores conservadores que exigen mayores recortes como de representantes moderados preocupados por el efecto en el sistema de salud. La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que la iniciativa añadirá 3,3 billones de dólares a la deuda nacional, lo que podría afectar al atractivo de los bonos del Tesoro y presionar al alza los costes de financiación globales.
En paralelo, los bancos centrales continúan marcando el pulso monetario. Desde Sintra, el presidente de la Reserva Federal confirmó que espera iniciar recortes de tipos antes de fin de año, aunque el momento exacto dependerá de los datos económicos. La incertidumbre generada por los recientes aranceles ha retrasado ajustes, pese a señales de desaceleración inflacionaria. Mientras tanto, en la eurozona, los últimos datos muestran una inflación del 2% en junio, en línea con el objetivo del BCE, reforzando la expectativa de un nuevo recorte de tipos en otoño. La contención de las presiones inflacionarias, junto al débil crecimiento económico, configura un entorno propicio para una política monetaria más laxa en los próximos meses.