Desde ayer, y hasta el jueves, los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales del G7 se reúnen en Canadá. En un contexto de creciente incertidumbre, los responsables económicos de las principales economías avanzadas debatirán sobre seguridad económica, riesgos financieros globales, inteligencia artificial y el respaldo a instituciones multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Sin embargo, uno de los temas más delicados será la política cambiaria.
La Administración estadounidense estaría intentando condicionar el lenguaje del comunicado final para favorecer una apreciación ordenada de las principales divisas frente al dólar. Esta presión genera inquietud entre sus socios, especialmente en la eurozona, donde un euro más fuerte podría agravar los desafíos de competitividad. Washington, además, estaría vinculando posibles alivios arancelarios a compromisos en materia cambiaria, lo que añade una dimensión geopolítica al debate y eleva la sensibilidad del mercado ante cualquier señal procedente del G7. Esta reunión sirve como preparación para la Cumbre de Líderes del G7, programada del 15 al 17 de junio en Canadá.
En paralelo, otras economías relevantes han adoptado una postura más acomodaticia ante el deterioro del entorno global. El Banco Popular de China redujo sus tipos de interés por primera vez desde octubre para apoyar el crédito y el consumo interno. En la misma línea, el Banco Central de Australia también recortó su tipo de interés de referencia, aludiendo a los riesgos derivados de las tensiones comerciales.