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Escuelas de Teatro

Ricardo Iniesta (fundador de Atalaya-TNT): "El teatro es como un aire que te atrapa y que llega a cambiarte todo el organismo"

  • “El poder de seducción del actor reside esencialmente en su voz y en su mirada”
  • “El teatro español está hoy mucho peor que hace 30 años”
  • “El 95 por ciento del teatro de este país es un teatro naturalista, sin energía”

miércoles 31 de julio de 2019, 09:51h
Ricardo Iniesta (fundador de Atalaya-TNT): 'El teatro es como un aire que te atrapa y que llega a cambiarte todo el organismo'
(Foto: J.M. Paisano)
En nuestro tiempo, al menos tres artistas universalmente conocidos tienen su cuna en Úbeda, Jaén: Joaquín Sabina, extraordinario músico, poeta y vividor; Antonio Muñoz Molina, novelista genial de nuestra lengua, y un tercero, Ricardo Iniesta (1956), hombre integral de teatro, que recibió el Premio Nacional de Teatro hace ahora diez años como fundador de la Compañía Atalaya–TNT, uno de los más longevos y geniales grupos del teatro español, que lleva paseando sus propuestas por medio mundo desde hace ya más de tres décadas (1986). Y, si el aula de Música ubetense lleva el nombre de Sabina y la biblioteca el de Muñoz Molina, al aula de Teatro -no podía ser de otro modo- se le bautizó hace unos años con el de Ricardo Iniesta.

Desde el primer montaje de Atalaya, Así que pasen cinco años, de Lorca, un comienzo arrollador de la compañía (entre el 86 y el 88, en dos años, recorrió setenta y una ciudades españolas en donde hicieron casi 200 representaciones), y su última propuesta, el montaje de El rey Lear, de Shakespeare, han mediado varios espectáculos memorables (entre otros, Celestina, Marat Sade, Madre Coraje…), que, además de en España, han podido verse también en docenas de países de todo el mundo. En la base de esta brillante carrera de fondo está el Laboratorio/Escuela del Centro Internacional de Investigación Teatral TNT, ubicado en Sevilla y al que, desde su fundación, siguen acudiendo alumnos de toda España y del otro lado del Atlántico. De todo ello, y mucho más, vamos a hablar con Ricardo Iniesta, andaluz y universal, recién llegado de Colombia, a donde llevó Marat/Sade, montaje que conmemoró el bicentenario de la independencia del país caribeño, e inmerso en la gira por varios festivales de verano de Rey Lear, que se podrá ver en febrero en Madrid, en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.

Vitalista, extrovertido, locuaz y con un gran sentido del humor (“pronto podrás comprobar que, con mucha facilidad, yo me voy por los cerros de mi pueblo…”), a Iniesta no le duelen prendas en reconocer que ha cumplido ya 63 años: “Nací el mismo día, el mismo mes y el mismo año que Miguel Bosé. Siempre lo he mirado con cierta envidia porque, a los 20, a los 30, a los 40 y a los 50 siempre estaba mejor que yo, pero creo que ahora andamos parejos…”. Hombre sencillo, manifiesta no haber salido aún de su incomodidad porque en Colombia no dejaban de referirse a él como maestro Iniesta (“no me llames maestro, que soy alumno, siempre en posición de aprender…”), y más aún cuando se referían a él con el término su merced, “y es que yo no sabía que esta es sólo una forma de relacionarse con otras personas, y que está a mitad de camino entre el tú y el usted”.

Un modo de vivir, de disentir, de disfrutar y de pensar

Hasta que llegó al teatro, Iniesta se había interesado por la arquitectura, el periodismo y la historia: “he vivido en diferentes ciudades, estudiado y ejercido varias profesiones, y lo único en lo que he echado raíces, ha sido en el teatro, en cuyo oficio cumplo cuatro décadas”. Es cierto, 36 años con Atalaya, y cuatro más, de forma profesional en Madrid, con Lejanía. Esta podría ser la mínima expresión de su dilatado y fructífero curriculum como hombre de teatro: “El teatro ha sido mi mayor fidelidad –reitera el ubetense-. No sólo es un modo de vivir, o de disentir, sino también de pensar y de disfrutar. El teatro me ha aproximado a muchísimas personas con las que he compartido conversaciones muy profundas, pero también de percepción, de sensibilidad. El teatro es como un aire que te atrapa y que llega a cambiarte todo el organismo”.

Haciendo alusión a las dos iniciales de su nombre, la r y la i, Ricardo traslada a sus alumnos la necesidad permanente en el teatro de reconstruirse y de resistir, y, por otro lado, echar mano de la imaginación, de la inteligencia y de la industria (entendiendo por ello la capacidad de trabajo): “Quizás la principal de ellas sea la de la resistencia, y no sólo la física –a la que prestamos especial atención en Atalaya-, sino también y sobre todo mental. Y lo digo por la intensidad que se genera en cada espectáculo, y por otro lado la resistencia ideológica, porque tienes que tener muy presente que, exclusivamente con el teatro, nunca te vas a hacer rico y nunca te vas a hacer famoso. Y, si consigues esto último, como decía aquella pintada de mayo del 68 ‘vive como piensas, o acabarás pensando como vives’. En este sentido, hay actitudes ejemplares que son dignas de reseñar. Por ejemplo, la de una actriz como Alba Flores, que acaba de estar actuando en TNT. ‘¡Fíjate si podría estar en series de televisión y ganando mucho dinero en los musicales de la Gran Vía madrileña (la Avenida Disney, como le llamamos algunos)! Pues no, ha actuado en TNT con una compañía emergente madrileña, presentando un texto de Bertolt Brecht, La excepción y la regla, en el que muestra su gran talento innato como actriz. Ella podría vivir como una famosa, pero no quiere, y prefiere hacer teatro de investigación… ¡Chapeau por Alba Flores!”.

Herencia espiritual

(Foto: Luis Castilla)

El fundador de Atalaya y de TNT afirma contar con, al menos, dos grandes padres principales dentro del teatro: Eugenio Barba y Esperanza Abad.Barba dice que, en el teatro, al contrario de lo que sucede en la vida, uno puede elegir de quién es heredero. En la vida, si uno pudiera hacerlo, lo sería de Amancio Ortega o de Bill Gates (aunque yo preferiría a este último). En el arte, en el teatro, sí que puedes elegir de quién eres heredero. En su día, yo elegí serlo, además de Barba y Abad, de Grotowski, Kantor, Meyerhold, Artaud, Gordon Craig, un poquito también de Stanislavski (el Stanislavski de las acciones físicas, de las tradiciones orientales…). Y nuestra responsabilidad es ser capaces de saber transmitir luego a quienes nos sucedan, todo este legado. Esto sucede en el teatro y, en general, en todo el arte. Lo mismo que Leonardo da Vinci era discípulo de Andrea del Verrocchio, o que Van Gogh copiaba a Millet… Luego hay unos cuantos genios como Mozart, que no han copiado ni aprendido de nadie, pero yo creo que es el único ser humano que ha sido autodidacta y que no ha copiado nunca a nadie. Todos los demás hemos tenido que copiar y, a su vez, nos han copiado. Ese, para mí, es el legado del arte. Esa es la idea que tengo del teatro, un lugar de aprendizaje en donde te van enseñando, al tiempo que tú luego lo vas transmitiendo. Pero esta es una gran responsabilidad, porque no puedes hacerlo de cualquier manera… Por eso yo digo que me siento siempre un aprendiz y que no me puedo llamar maestro. Acabaré siéndolo cuando me queden tres segundos para morir, que ya no tendré tiempo de aprender nada nuevo, pero mientras tanto seguiré siendo un aprendiz”.

Cambiamos radicalmente de tema. Arte y dinero son dos términos que, en general, caminan por derroteros muy distintos. Conciliarlos no suele ser nada fácil. Iniesta hace caso a Lorca, “que en el año 33, creo recordar, hablaba de que creía ‘en el hoy, hoy, hoy, en la tiranía de las fauces de la taquilla, que en el mañana, mañana, mañana’. A mí me ocurre otro tanto. Te voy a hablar ahora como programador del Teatro TNT, en donde tenemos una sala con unas 320 plazas. A mí me encanta cuando se llena. Y, si encima lo hace con el Yo, Mussolini, de Leo Bassi, o con Alberto San Juan, o con Atalaya, estoy encantado. Pero otras veces sucede que hay obras que, incluso puedan ser mejores, y que sin embargo no llenan, aunque para mí son totalmente fundamentales en nuestra programación. Nosotros, por ejemplo, hacemos anualmente una convocatoria para el Centro Internacional de Investigación Teatral (CENIT), un certamen de nuevos creadores teatrales, que es fundamental en nuestra programación y que, curiosamente, estos dos últimos años lo han ganado dos compañías madrileñas -hasta ahora no había habido ninguna-. Lógicamente, estas compañías, que no son conocidas en Sevilla, no suelen llenar el teatro, pero para mí sigue siendo fundamental poder programarlas. Lo que, lógicamente, no quiero es perder dinero, así es que tratamos de equilibrar unas cosas con las otras”.

“Los tres patitos”

La primera pregunta que suele formular Ricardo Iniesta a quienes se acercan a intentar formar parte de un nuevo Laboratorio de TNT suele ser esa de ‘¿qué es para ti el oficio de actor?’. “Si la respuesta es la de comunicar, emocionar, informar al espectador…, les digo que eso es insuficiente. Y no cejo hasta que acaben encontrando en que el oficio del actor es, sobre todo, enamorar, seducir al público. El actor, fundamentalmente, es un seductor. Es como la técnica de seducción que le explica John Malkovich a Glenn Close en la película Las amistades peligrosas… Cada vez que sale a escena, el actor tiene que seducir a decenas o a centenares de personas”. La siguiente pregunta parece evidente: ‘¿Y con qué se seduce?’: “suelen responderme que, con el cuerpo, y la razón verdadera de ese poder del actor reside esencialmente en su voz y en su mirada. Una mirada que se clava en la gente. El cuerpo es sólo el cimiento, es cierto, porque si no está bien trabajado, no sale la voz ni la mirada”.

Reducir a números la intensa y apasionada labor de Atalaya-TNT puede resultar hasta frívolo, pero, al mismo tiempo, ayuda también a conocer la distinta actividad del centro desde sus inicios. Nos cuenta Iniesta que, hasta la fecha, han sido 222 (“los tres patitos…”) el número de profesionales que han trabajado con la compañía. “Hablo de actores, de técnicos, de creadores (escenógrafos, músicos, coreógrafos, etc.), gestores o maestros de Atalaya. La media es de cuarenta y tantos por cada uno de los cinco apartados.

Si nos referimos a los alumnos que han pasado por TNT o por los talleres que hemos impartido desde Atalaya por toda España y en varios países del mundo, la cifra supera el millar…”.

A veces, entrar a formar parte del laboratorio actoral de TNT es cuestión de suerte, de fortuna. Puede depender, por ejemplo, del nivel de los aspirantes de ese año. “En Colombia me encontré con una actriz que lo había intentado tres veces y no pudo conseguirlo. Se presentó en un momento en que los tres grupos en los que competía era de gente buenísima. De hecho, en una de esas tres veces tuvo como compañeras en el taller previo a tres actrices que luego entraron en Atalaya, y dos de ellas, que precisamente estaban en la gira en Colombia, llevan más de doce años en el grupo. Es importante detectar en los alumnos el talento, pero al final lo que deben desarrollar en TNT y en Atalaya es la capacidad de trabajo. Como decía Bertolt Brecht, basta con tener ‘un cinco por ciento de talento, y el 95 por ciento restante es trabajo’”.

Hay, pues, alumnos que lo han seguido intentando durante varios años, mientras que otros han sido capaces de hacerlo en su primer intento. Lo que después une a todos ellos es que han tenido que recorrer un itinerario de cinco años de estancia en Atalaya-TNT para poder pasar a formar parte del equipo de la compañía: “no es una cuestión de méritos. Y con eso soy bastante oriental. Los chinos dan a los ancianos un valor muy grande –también a los niños, pero sobre todo a los ancianos-. Y aquello no es una gerontocracia, sino un lugar en donde se sabe dar valor a la experiencia. Carmen Gallardo, una excelente actriz, que hizo con nosotros Madre Coraje o Celestina, es ahora Lear. Ella empezó conmigo hace ya 36 años, y para mí no puede representar lo mismo que un actor o una actriz que haya entrado en Atalaya hace seis meses. Sería injusto, aunque hay gente que lo hace, ya lo sé… Con todo, esto no quiere decir que seamos un grupo caduco. Por ejemplo, en la segunda versión de Así que pasen cinco años había actores de cuatro generaciones (gente que entró con nosotros en los 80, en los 90, en los 2000 y en los 2010). Resulta fundamental la incorporación de actores y actrices jóvenes, con nueva energía, pero sigo respetando enormemente a quienes llevan ya muchos años en el grupo”.

“Para este curso, en el nuevo Centro TNT en Sevilla, hemos ampliado las instalaciones con un nuevo y amplio espacio escénico. De esta manera, dado el aumento de actrices y actores que han llegado desde toda España y otros países para tomar parte en el Laboratorio, decidimos llevar a cabo dos ediciones casi simultáneas. Esto ha permitido que tomaran parte 32 actores llegados desde 10 autonomías, Italia y Turquía que hemos tenido que escoger entre un total de 70 en el Taller experimental previo”.

“Energía viva, energía fluyendo, energía que te va conquistando y te va enamorando”

(Foto: Félix Vázquez)Optimista bien informado, o pesimista objetivo –da igual-, a Iniesta le parece que este no es, precisamente, el mejor momento que atraviesa el teatro en España. Su percepción se basa en primer lugar en que hace más de 30 años, con Así que pasen cinco años de Lorca, recorrieron casi ochenta ciudades por toda España, sin ser en aquel momento una compañía conocida fuera de Sevilla; mientras tres décadas después, han vuelto a realizar una nueva versión de dicha obra, esta vez con nueve actores en lugar de seis –que la interpretaron entonces-, con el aval del Premio Nacional de Teatro, y con el de la coproducción con el Centro Dramático Nacional, donde se presentó durante ocho semanas, y, ahora, apenas llegan a la mitad de ciudades recorridas… “Eso quiere decir que el teatro está peor que hace tres décadas. Y hablo de los programadores, no del público. Los programadores tienen un papel fundamental en el teatro de un país porque son los que eligen el teatro que se quiere hacer y que se va a ver”.

“Para mí –continúa diciendo un apasionado Iniesta-, el teatro no es sólo Madrid y sus salas, como tendéis a pensar quienes vivís en la capital… Te voy a dar otro dato: al Festival de Otoño venían personajes de la talla de Peter Brook, Kantor, el Odin Teatret, Pina Bausch, Bob Wilson, Suzuki… y otros nombres de esa talla. Era el festival que dirigía por entonces Pilar Izaguirre… Hoy son excepciones los grandes espectáculos internacionales que visitan nuestro país, como el Monte Olimpus, de Jan Fabre. Entonces, sin embargo, coincidían varios de aquellos. Hace 30 años, además, podían verse simultáneamente por el mundo los grandes montajes españoles de Salvador Távora, Els Joglars, Comediants, La Fura dels Baus.. Hoy lo que se ve, incluso de estos mismos grupos, son sólo sucedáneos de aquellos otros… Lo que prima en España es el naturalismo, y son montajes que apenas salen del país. De verdad, a mi juicio, el teatro español está hoy mucho peor que hace 30 años”.

“No pensemos -continúa diciendo Iniesta-, que porque haya más de un centenar de espacios escénicos en Madrid el teatro vive un buen momento. Puede que sí en cantidad de montajes, pero no en la calidad. El problema es que la mayoría de esos espacios son salas pequeñas y esto provoca una enorme precariedad en el oficio. Son muy pocos los actores que pueden vivir de su trabajo en escena. Por otro lado, la cercanía de los espectadores o la de las cámaras de televisión propicia que los actores olviden que la técnica del actor se apoya en la energía. Por eso para mí supone mayor aprendizaje el teatro de calle o el teatro al aire libre que el teatro en salas alternativas, y no digamos que el trabajar en series televisivas”.

Madrid ha acogido los estrenos de algunos de los últimos montajes de Atalaya y de TNT y, aunque su sede oficial sigue estando en Sevilla, casi todo su trabajo lo realizan fuera de Andalucía. Sin ir más lejos, este año tendrá representaciones en 6 ciudades andaluzas, mientras que en Cataluña van a ser 15, y el año pasado fueron 12 ciudades catalanas recorridas., “Sí estuvimos a punto de marcharnos de Andalucía, pero nos quedamos en Sevilla porque aquí tenemos nuestro Centro de Investigación Teatral con casi dos mil metros cuadrados de instalaciones propias… Eso resulta algo único en el país. Pienso, por otra parte, que el teatro tiene que seguir estando en la periferia de la sociedad; en el centro, ya están el fútbol y Netflix…”. El centro, al final, te acaba devorando, como pasa en Madrid porque te tienes que meter en una dinámica de montaje tras montaje, o tienes que acabar metiendo alguna cara televisiva en tus elencos y eso, finalmente, puede constituir una traición a tu trabajo poético, a tu sello de identidad”.

Iconoclasta, valiente, y sin pelos en la lengua, así es Ricardo Iniesta, y así se seguirá mostrando hasta el final de su eterna relación con el teatro.

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