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No vivir en vano

No vivir en vano

martes 27 de marzo de 2007, 11:50h

Vivimos en un marco existencial, con instantes luminosos y efímeros.
 Sólo poseemos nuestros sentimientos y algunos pensamientos.
 Intentamos –sin conseguirlo- ser creadores de nosotros mismos.
 En ese continuado duermevela de la conciencia y desde una rendija de lucidez, vemos que mi yo es siempre otro, que el tiempo no se puede domesticar, que vivir es una bella y absurda sensación que siempre escapa.


 Conversando conmigo mismo o, lo que es igual, atravesando el espejo para dar la palabra al otro que siempre y confundido es mi persona, me pregunto: ¿cuál es la diferencia entre el todo y la nada?; ¿estamos atados a nuestro destino o lo quebramos si morimos por decisión propia?; ¿qué significa que todo número multiplicado por cero de cero; es esperanzador?


 En estas meditaciones tan propias del ser humano sobre el ser humano, en las que nos abismamos en busca de un destino, de una claridad al final del túnel, se desliza como un haz de luz una paradoja, cual es que vivir es morir, que salvo que nuestro creído presente cabalgue en el futuro, no se vuelve al pasado.


 El enigma de la vida espolea la inagotable curiosidad humana y nos preguntamos: ¿cómo atrapar la auténtica vida?, ¿cómo liberarnos de tantas obligaciones absurdas que nos enajenan de nosotros mismos?, ¿cómo hacemos de recorrer el viaje de esa nuestra microhistoria que acabará  desembocando en el principio de todo? Al fin, buscamos no vivir en vano. Intuimos que el tiempo es relativo, pero nos esclaviza desde los absoluto, es siempre nuestro fugitivo, nos angustia, porque no sabemos vivir el tiempo sin tiempo, disfrutar el trayecto, aunque no se vaya a ningún sitio; no percibimos que sin tiempo no habría principio ni fin, que el hombre nunca hubiera sido niño, que la realidad acontecería monótona como le ocurre a las agujas del reloj, sin la subjetividad del ser humano que hace que una hora se eternice y otras se nos evapore en minutos. Es más, y desde un humor zumbón: sin tiempo, ocurriría todo a la vez.


 Concluyamos que sin tiempo nos mantendríamos en un interminable bostezo; a cambio, y con su presencia, sacrificamos el presente por el futuro, lo que nos provoca una continua insatisfacción, y tal y como se nos va gastando, aumentamos las ocasiones en que nos preguntamos ¿para qué?


 ¿Qué se puede leer en el rastro de espuma de nuestra singladura? ¿Hemos sido tan cobardes que no nos detuvimos a reflexionar, tan cretinos que fuimos incapaces de pensar, tan patéticamente megalómanos de creernos autosuficientes, tan fanáticos que eludimos la duda? O, por el contrario, nuestra inteligencia animal se ha configurado con la razón, el deseo, la libertad, el respeto a uno mismo, el juego, el lenguaje, la risa, la utopía, la semilla de la curiosidad, la cultura, el erotismo del pensamiento, la pasión por descubrir, el amor a los seres humanos, la reconciliación entre y con vida/muerte y hombre/mundo, la búsqueda de la felicidad, la adaptación de los sueños.


 Nuestros surcos serán fértiles si degustamos la vida, si no somos presos del aburrimiento, si pensamos desde los sentimientos, si respetamos las diferencias, si buscamos comprender en lugar de juzgar, si de verdad somos demócratas, si superamos el miedo, si sugerimos más que afirmamos, si cumplimos con libertad las normas, si unificamos desde la coherencia el yo privado con el yo público, si intentamos que nuestro discurrir vital se aproxime a una obra de arte, si somos escultores de nuestras conductas, si sabemos callar, si conocemos que los sueños no se pueden comprar, si comprendemos que en la realidad también hay magia, si captamos que en nosotros hay un leve soplo divino pero que no somos el centro cósmico.

Javier Urra
Psicólogo de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Patrono de UNICEF.

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