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La revolución como ruta ambigua

La revolución como ruta ambigua

miércoles 23 de septiembre de 2009, 06:10h

¿Qué efectos genera una revolución y cómo se gesta? Sin lugar a la especulación, sino más bien analizando con cuidado las grandes revoluciones épicas como la francesa, rusa, inglesa del siglo XVII, o la guerra civil en Estados Unidos de 1861, el célebre sociólogo estadounidense Barrington Moore Jr., refresca nuestra comprensión de la actualidad cuando observa que no es posible hablar de “grandes transformaciones sin grandes traumas políticos”; asimismo, los caminos abiertos por las revoluciones históricas en Europa para el surgimiento del capitalismo, o un proceso de modernización acelerado como aquel surgido en Rusia a partir de 1917, están totalmente cerrados. En su libro “Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia: el señor y el campesino en la formación del mundo moderno”, Moore afirma que el progreso moderno (el verdadero propósito de las revoluciones) viene con un alto y terrible costo humano.

El propósito es explicar tres caminos de ingreso a la modernidad: por medio de la democracia liberal; a través del fascismo; y por la vía del comunismo. El costo de la modernidad, no necesariamente viene con una democracia tranquila y pacífica, sino con demasiada violencia y la desaparición de grandes segmentos campesinos que fueron sometidos por las “clases altas”, como lo sucedido en los Estados Unidos, por ejemplo durante la guerra civil entre 1861 y 1865.

Durante las transiciones hacia la modernidad y los cambios sociales o económicos, la pregunta sobre los alcances de una revolución debe girar en torno a: ¿quiénes aguantan el peso de las reformas revolucionarias y quiénes pagan un precio más alto que otros? En los procesos revolucionarios, Moore parece haber tratado de explicar que hay siempre una brecha entre la promesa revolucionaria y el posterior desempeño inhumano. Lo que se ofrece como una gloriosa transformación, normalmente termina en una tenebrosa realidad que posiciona a nuevas élites en el poder y genera mutaciones económicas, siempre y cuando el costo humano también muestre enormes sacrificios que no siempre mejora la condición de los más pobres, sino todo lo contrario.

Los procesos de transición de un tipo de sociedad agraria y campesina hacia la moderna e industrial, llevan patrones políticos que no tienen una explicación lineal y determinista para comprender la democracia parlamentaria y los orígenes del fascismo y la dictadura. En las diferentes fases de la revolución inglesa (1642 a 1645 o las guerras civiles de 1648 a 1651), el factor central es la relación complementaria entre una excesiva violencia y la instauración de reformas pacíficas durante el paso del mundo tradicional al mundo moderno, o de las sociedades agrarias hacia la nueva estructura industrial.
Luego de la guerra civil inglesa del siglo XVII, el parlamento curiosamente se erigió como una institución flexible, en el cual se podían concentrar las demandas sociales para la solución pacífica de cualquier conflicto de intereses, sobre aquellos fuertemente influenciados por intereses comerciales.

En el caso de la revolución francesa de 1789, la nobleza no se debilitó inmediatamente a favor de una nueva clase de propietarios terratenientes que fortalecieran el comercio, sino que se alimentó a expensas de lo que podía extraer de la gran masa de campesinos pobres. La nobleza francesa no pudo adaptarse a las condiciones de la crisis económica y el retorno de la centralidad estatal (el absolutismo), tampoco constituyó una alternativa de control porque grandes porciones del área rural estaban en las manos del campesinado.

Fue la terrible división del trabajo, nacida después de la revolución francesa, lo que motivó una discriminación secante entre la aristocracia y el campesinado. Los costos de la modernización fueron tan grandes y atroces como aquellos que se desgajan de los procesos revolucionarios en sí mismos, y tal vez mucho más según Moore.

Los revolucionarios y reaccionarios representan, por lo tanto, dos caras de la misma moneda: una dinámica del poder que se orienta algunas veces hacia la transformación planteando los ideales de una sociedad mejor, o por medio del empuje histórico de procesos de modernización que cambian las estructuras de un tipo de sociedad tradicional para abrir las puertas del capitalismo industrial.

Ambos procesos de administración y pugnas por el poder implican un costo humano elevado. El liberalismo occidental y los deseos de una sociedad comunista (especialmente en su versión soviética luego de la revolución bolchevique de 1917), constituyen ideologías obsoletas hoy en día, pero fueron doctrinas exitosas que se convirtieron en la justificación que escondió diferentes formas de represión.

En ambos sistemas están presentes fuertes tendencias destructivas: por un lado, en el modelo comunista la represión es ejercida en contra de su propia población desde la dictadura de una oligarquía partidaria como la ejercida por el Partido Comunista; mientras que por otro lado existe el modelo liberal de sociedad, identificado también con la violencia de los regímenes fascistas de la Italia de Benito Mussolini o la Alemania de Adolfo Hitler; la represión liberal se manifiesta también “hacia afuera, hacia otros” por medio de las relaciones internacionales imperialistas.

Las fronteras entre la dictadura y la democracia son movibles porque fácilmente se puede pasar de una hacia otra. En consecuencia, el despotismo y la dictadura, pueden ser también tendencias latentes y manifiestas en los procesos que se consideran “lineales y graduales” hacia la democracia. Toda revolución impone el orden del terror y muestra con crudeza los altos costos del sueño por una sociedad mejor; asimismo, las ambigüedades de la democracia como un proceso pacífico, pueden desmoronarse fácilmente hasta caer en el oprobio dictatorial. Las contradicciones caracterizan al manejo del poder y, por lo tanto, la tergiversación es el núcleo de toda oferta utópica que es defendida durante una revolución.

Franco Gamboa Rocabado, sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, [email protected]

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