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ZP y Rajoy lo saben: imposible seguir así

ZP y Rajoy lo saben: imposible seguir así

domingo 14 de febrero de 2010, 13:43h
Imposible seguir así, siempre con la misma cantinela. Lo sabe el Rey, que ha echado su cuarto a espadas a favor de un cambio tan radical en las actuales actitudes como sería un pacto entre las dos grandes fuerzas políticas para cooperar, juntas, a acabar con la crisis económica. Lo sabe la opinión pública, donde es ya un clamor la exigencia de un consenso, sin que le valgan las excusas de procedimiento, de distancias ideológicas, de diferencia de caracteres. Y lo saben Zapatero y Rajoy, que pienso que acabarán sacando sus conclusiones sobre las encuestas que proclaman a los políticos, así en general –y ellos dos son los máximos representantes de la llamada clase política--, el segundo gran problema nacional tras la economía y sus secuelas, el paro la primera de ellas. Hay quien dice que a Zapatero le quedan doscientos días para hacer una remodelación creíble de su Gobierno, patentemente ‘tocado’. Yo diría que al presidente del Ejecutivo y al líder de la oposición les quedan cuarenta y ocho horas  para convencernos a los españoles de que anteponen un patriotismo que yo no les cuestiono a otros intereses más mezquinos, los electoralistas entre ellos.

Un alto responsable del Partido Popular, donde la verdad es que nadie tiene ganas de llegar a un pacto con el inquilino de La Moncloa y sus más caracterizados representantes (José Blanco, Leire Pajín, Elena Salgado), me llegó a decir que un consenso sobre cómo enfocar la economía sería una “traición a la democracia”. Equivaldría, argumentó mi interlocutor, a relegar la dialéctica entre Gobierno y oposición, básica en la democracia, a un segundo papel. Y algo similar me señalaba, hace pocas horas, un miembro de la ejecutiva del PSOE, cuando le pregunté si quedaba alguna esperanza de que este miércoles, en el primer debate parlamentario importante del año –al fin acabadas las macrovacaciones del poder legislativo--, el secretario general socialista y el presidente del centroderecha se tiendan una mano sincera y, de paso, nos la tiendan a los alarmados españoles: “es una tontería lo que proponéis algunos”, me dijo, “porque eso sería como renunciar a que el Gobierno cumpla su papel y la oposición, el suyo. ¿Para qué servirían, entonces, las elecciones?”. 

    Inútil insistir en que una democracia no se justifica solamente porque haya elecciones cada cuatro años, más o menos. Y en que nadie quiere anular las elecciones –que no tendrán lugar hasta marzo de 2012, dentro de dos años, una eternidad—ni el importante papel que, en teoría, tendría que tener el Ejecutivo gobernando y la oposición criticando constructivamente. Ahora mismo, el desprestigio de ambos, Gobierno y oposición, es notable: de poco serviría disolver las cámaras para anticipar los comicios, porque me da la impresión de que la gente recela tanto de los unos como de los otros, y nos arriesgaríamos quizás a una abstención histórica.

La construcción de la democracia urge más bien a convencer a la escéptica opinión pública de que socialistas, populares, nacionalistas, ex comunistas, sindicalistas, patronal e instituciones, a los que pagamos entre todos, andan más preocupados por el bienestar de los españoles, ciudadanos que no súbditos, que del suyo propio. Zapatero, Rajoy o, preferentemente, los dos, tendrán que persuadirnos, y tendrán que hacerlo ya en el debate del miércoles sobre la situación económica, de que quieren de verdad llegar a un acuerdo de colaboración. No vale solamente con tirarse cifras a la cabeza, con hacer certeros diagnósticos sobre la situación –cualquier parado podría hacer un diagnóstico muy completo y más realista—y con acusarse mutuamente de que el otro no desea, en realidad, consenso alguno. Ojalá que no nos defrauden limitándose a hacer todo esto y no aprovechando la ocasión para remontar, de verdad, el vuelo.

    Me parece que ZP y Rajoy están ante el discurso de su vida. Todo el país –y ya no digamos los mercados internacionales y los muchachos del ‘Financial’, a los que el Gobierno da tanta importancia-- está pendiente de sus anuncios de futuro. Todo el país anda reclamando cambios en el Gobierno, pero sospecho que no para sustituir a unos militantes entusiastas y novatos por otros: en el próximo ejecutivo de Zapatero tienen que entrar veteranos que han demostrado ya su valía y también gentes de otros partidos –-si es que logran convencerlos, claro--, comenzando por ese nacionalista moderado catalán llamado Duran i Lleida, o por su  par vasco Josu Jon Imaz, o hasta ese desencantado Manuel Pizarro… Yo qué sé. A mí, puestos a pedir lo que parece imposible conseguir, me gustaría encontrar en el próximo Ejecutivo que funcionase hasta 2011 hasta a gentes próximas al PP.

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