El presidente
Rodríguez Zapatero ha querido justificar la pasividad de su Gobierno ante la brutal represión desatada por Marruecos en la antigua ciudad española de El Aaiún, pasividad más entreguista que contemporizadora, afirmando la siguiente barbaridad: "Nuestra política defiende los intereses de España". ¿Ignora que los "intereses de España" no son otros que los intereses de los españoles, incluyendo en su número a los que lo fueron hasta que se les abandonó miserablemente, a los que lo siguen siendo pues conservan su Documento Nacional de Identidad, a los periodistas a quienes se impide el acceso al territorio y su derecho a informar, y, desde luego, a cuantos españoles deploran la conducta de su Estado en relación a los compatriotas entregados contra su voluntad a un país extranjero? ¿Ignora el presidente que España no es otra cosa que la suma de todos y cada uno de los españoles, y que desde 1975, cuando se abandonó a su suerte a los saharauis, esa suma no nos cuadra ni sobre el papel ni en la conciencia?
Cuando Rodríguez Zapatero habla de "los intereses de España" en las relaciones con el Estado marroquí, se está refiriendo exclusivamente a los intereses de los que tienen negocios en el país vecino, la mayoría negocios "deslocalizados" que les producen superiores beneficios, y no al interés general, bien que algo atocinado, de pertenecer a un país digno, garantista, cumplidor de sus compromisos y firme en la defensa de sus nacionales allá donde se encuentren y por encima de cualquier consideración dineraria. Con esa España sanchopancesca, mezquina y pusilánime, cuyos intereses dice defender el gobierno en detrimento de la honorable y gallarda que quisiéramos fuera la que nos cobijara, no puede identificarse, en puridad, nadie, a excepción de los apátridas del dinero.
Al baldón que cayó sobre nuestro país cuando
Franco ejecutó, entregando una porción de nuestra tierra, su última acción cobarde, le ha seguido en los últimos 35 años la vergonzosa política sobre el particular de los sucesivos gobiernos. Baldón y vergüenza que nos salpica y nos mancha a todos.
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