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Escritos en libertad: Los juegos florales del leonesismo

Escritos en libertad: Los juegos florales del leonesismo

miércoles 08 de diciembre de 2010, 22:49h
La campaña electoral ya ha comenzado en León. Quiero decir, que ostensiblemente ha comenzado. Todavía falta que el PP decida a quién presenta como candidato a la alcaldía de la capital,  pero salvo esta cuestión que para los populares debe de ser irrelevante (no se sabe si porque piensan ganar holgadamente o porque asumen la derrota como inexorable), lo cierto es que de nuevo el recurrente asunto del leonesismo ha entrado en escena. En esto se nota que la campaña electoral está cerca. Hasta el portavoz de la Junta, José Antonio De Santiago-Juárez, ha viajado hasta esta tierra con el fin de explicar su estado de ánimo e impartir doctrina. Lo ha hecho  a través del decano de la prensa leonesa, Diario de León. “No me incomoda el leonesismo -ha dicho- y respeto el movimiento leonesista”. Y añade, apoyándose en palabras pronunciadas por el todavía procurador Joaquín Otero: “Ya que estamos en el mismo  barco, vamos a remar en la misma dirección; que es lo que hay que hacer”.

Al otro lado se encuentran quienes no entienden la autonomía de Castilla y León como una “unidad de destino en lo universal”, si no como la suma circunstancial de dos regiones diferentes forzadas en un matrimonio de conveniencia diseñado hace 32 años por Rodolfo Martín Villa. Precisamente el político de Santa María del Páramo fue el encargado este año de pronunciar el discurso de rigor en el Día de la Constitución. A Martín Villa se le puede acusar de muchas cosas, incluso de haber sido el provocador del nacimiento del sentimiento leonesista. Como pasa a veces, fue una reacción no controlada. La única conciencia territorial leonesa hasta entonces era la de pertenecer a España. Hasta que llegó el diseño de las autonomías y en aquel café para todos se alentó oficial y artificialmente la uniprovincialidad. Pero la misma persona que había dibujado ese camino, incluso con un llamamiento a los pueblos y diputaciones para que se pronunciaran en ese sentido, se arrepintió de los pasos dados. Así que dio un golpe de mano y se desdijo de cuanto había prometido y promovido. En  la afrenta está el germen de lo que hoy se conoce como leonesismo y que tiene un denominador  común: es un sentimiento que fomentan determinados políticos y que logra prender en la población por el mecanismo primario del agravio. Configurada la mercancía, se ha venido utilizando en beneficio propio por determinados políticos, que no han dudado en traicionar a  quienes confiaron en ellos y, lo que parece más grave, a sí mismos.

Y en esas seguimos. El leonesismo continúa siendo material de alto valor electoral. Al menos así es si nos ceñimos a lo que se dice y se escribe últimamente. El alcalde de León, Francisco Fernández, es uno de los más conspicuos reconvertidos. Se ha despegado del socialismo rígido y abandera ahora con sus declaraciones un leonesismo ambiguo, puro diseño sin configuración geográfica que tiene como fin único el ataque a la Junta de Castilla y León como el gran monstruo que fagocita a la provincia. Fernández pretende así apropiarse de los votos de su socio Javier Chamorro y auparse hasta la mayoría absoluta sin necesidad de pactos posteriores. Zapatero, siempre tan pragmático, le deja hacer y sin duda le alienta. Óscar López sale del paso como puede. Como recomendaría  Zapatero, “tu gana las elecciones y luego ya veremos”.

Javier Chamorro denuncia la frivolidad.  Acusa a su socio municipal de gobierno de hablar mucho de León,  pero sin tener  un concepto regional  y, además, cuanto dice no compromete a nada. Y advierte: el socialismo es uno en esencia y no habrá votos discrepantes, procedan de León, Burgos y Valladolid. Y aquí se desvela la gran aspiración: convertir al leonesismo militante en llave del futuro gobierno de la comunidad autónoma. Un voto igual a 42.

Chamorro se presenta así como el referente de una formación política, la UPL, pragmática. Pretende transcender algunos episodios de frivolidad y de traición de los últimos tiempos y se presenta como la única opción con capacidad para traducir un sentimiento en poder, un movimiento reivindicativo  en respuestas con peso y medida.

Fernando Aller. Periodista.
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