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Banca pública

Banca pública

domingo 20 de febrero de 2011, 17:00h

La larga infancia de aquellos que piensan que el mercado por sí solo arregla todos los males, les lleva a hacer propuestas que dañan al funcionamiento del propio mercado. Asistimos a una crisis financiera y de demanda donde la escasez del crédito afecta a todos, especialmente a los emprendedores más jóvenes y audaces.El cincuenta por ciento del sistema financiero español eran instituciones (digamos que) públicas: las cajas de ahorro. Su funcionamiento, pegadas al mercado, ajenas a la responsabilidad social del crédito, salvo la Obra Social, las convertía en entidades públicas con funcionamiento privado. En cualquier caso estábamos hablando de instituciones que podían ser utilizadas para financiar actividades a las que no llega el sistema financiero privado.

Lo urgente. Hace bien el Ministerio de Economía y Hacienda en arreglar lo inmediato: las necesidades financieras de las cajas de ahorro que, de no tomar las medidas que se han tomado, entrarían en serias dificultades a partir de su incapacidad de afrontar los vencimientos. Las entidades financieras españolas tienen que devolver durante el año en curso, 2011, 97 mil millones de euros -51 mil millones los bancos y 46 mil millones las cajas-, mientras que el mercado de capitales está prácticamente cerrado como para refinanciar estos inmediatos vencimientos. Las cajas, a su vez, en mayor medida incluso que los bancos, han tenido una mayor exposición al mercado inmobiliario, llenando de pisos sus activos, valorados, a su vez, a precios imaginativos. De esta manera el ministerio obliga a que los capitales propios –capital más reservas-, el denominado core-capital, aquello que nos da un margen de maniobra mayor para afrontar las dificultades, se eleve al 8% (al 10% en los peores casos). Esto obliga a algunos a buscar financiación bancarizando su estructura, emitiendo acciones y vendiéndoselas al mercado, en suma, privatizando. Y, en el peor de los casos, si así no fuera, serían intervenidos por las autoridades, nacionalizadas, refinanciadas y, posteriormente, vendidas al mercado, o sea, también privatizadas.

La reforma del sistema financiero tiene que tener en cuenta que las instituciones de este tipo tienen una responsabilidad: la de financiar a la sociedad. Quisiera recordarles que el Banco de Santander, por poner un ejemplo, tiene 34 sociedades operativas en paraísos fiscales tales como las Bahamas o Panamá. No, no es porque los ahorros de los caribeños sean especialmente grandes, ni que estén pensando irse a tomar el sol. Fíjense, de las 35 empresas que conforman el Ibex, 28 de ellas tienen 272 participadas en paraísos fiscales. Era un paréntesis.

Lo importante. Se echa en falta, empero, una banca que financie aquellas actividades a las que el sector privado es incapaz de financiar, ni siquiera con el mecanismo de avales de los presupuestos. Actividades como gran parte del nuevo emprendimiento, el nacimiento de una nueva compañía impulsada por parte de jóvenes emprendedores, una microempresa, la investigación, el desarrollo tecnológico, la búsqueda de nuevos mercados exteriores, los nuevos yacimientos de empleo. La mayoría de los países –Japón, Alemania-, han desarrollado actuaciones públicas que han financiado prudentemente actividades a las que no llegaba el sistema financiero privado, cuya solvencia exigía una mayor cautela y menor riesgo, de ahí la necesidad de una banca pública capaz de alentar las capacidades allá donde se tengan, sobre todo si algunos están tan entretenidos en los paraísos fiscales.

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