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Homofilias (y 2)

martes 26 de junio de 2007, 19:11h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes

Estábamos, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y arcoiriseados homofílicos niños y niñas que me leéis, en que durante toda esta semana Madrid es una fiesta gay. Nada menos que se celebra, especialmente a partir de mañana, miércoles, el Europride, el Orgullo Gay Europeo. Todo el saraserío y lesbollerío de Europa se ha volcado en la Villa y Corte, hasta tal punto --y no es extrañéis-- que Albertito Ruiz Gallardón, flamante alcalde, tenga que ejercer como Gran Mariscal de la Gay Parade. Claro que su consejera (antes concejala) de Ladrillos y Arriates, Ana Botella de Aznar, quizá se vea obligada a ejercer la objeción de conciencia, porque para ella: “una pera es una pera; dos peras son dos peras, y una manzana y un plátano, son otra cosa” (para ella, una indecencia, vamos; por lo del plátano poseyendo frutícolamente a la manzana, ¿sí o sí?). Porque de peras y de manzanas va la cosa, precisamente. Ya sé que suena fatal, pero los zeroleadores y zeroleantes del madrileño barrio de Chueca son más bien partidarios del “los niños con los niños y las niñas con las niñas”.

En fin, que la Europa Lesbogaytransbisex estará dispuesta a vivir, como un solo ente los fastos del Europride. Por supuesto que, en Madrid, en este rosado evento son todos los que están, pero no estarán todos los que son. Por ejemplo, faltarán los polacos, que por aquellas latitudes lo de la homosexualidad se contempla fatal de toda fatalidad. Como que hasta los Teletubbies han sido sometidos a una investigación exhaustiva de si alguno pierde o no pierde aceite y le patina la hormona. Que así se las gastan, en defensa, por supuesto de la civilización cristiana y heterosexual, los gemelos Jaroslaw y Lech Kaczynsky. El primero de ellos como presidente y el otro como primer ministro, que todo queda en familia, que la familia que gobierna unida, permanece unida. Los dos gemelos son, evidentemente, de baja estatura, pero más machotes que nadie. O sea, que andan diciendo en polaco eso de “mariconadas no y maricones, menos”. En castellano suena fatal, pero como el polaco no se entiende, pues eso.

Total, que en esta España de ZetaPé, tan políticamente correcta, tan defensora de paridades, identidades sexuales y derechos cívicos, los gays y las lesbianas no van a ser una excepción. Como no lo van a ser quienes, desde los cuatro puntos cardinales de la Unión Europea le den un toque rosado a la Villa y Corte, Rompeolas Mayor de las Españas y Albergue de Personas con Sexualidad Alternativa.

Me contaba mi amigo Elisardo de Serrano que, hace cosa de cinco años, tuvo que ir, por negocios inmobiliarios, al barrio de Chueca. Ya entonces estaba en plena efervescencia homosex de los tres géneros. Y, llegado el momento, el amigo Elisardo, según confesión propia, se llegó a sentir como un negro bantú en mitad de una reunión de blancos afrikaaners en la Sudáfrica del apartheid. Eso ocurrió hace un lustro. En cambio ahora, el alma, corazón y vida del Madrid gay, el corazón rosa de la capital del Reino, lleva camino de convertirse en un parque temático gay para heterosexuales. Queda como de buen tono y hace moderno el frecuentar restaurantes y bares de copas de esa zona madrileña. Hasta tiene su puntito de transgresión y todo. De ahí la fijación que muchas damas, jóvenes y no tan jóvenes, pongamos que en la horquilla de edad que abarca desde los 18 hasta los 70 años, no sólo se busquen un homosexual como amigo/a del alma, sino que, conscientemente, frecuenten un par de veces por semana los bares de ambiente gay. Ellas lo tienen clarísimo: “los homosexuales son monísimos y, además, muy sensibles”.

¡Ay, qué lejos queda la dorada juventud de tío Mauricio, cuando su tendencia sexual era la comidilla de los mejores salones de Barcelona!. Ahora, como diría el malvadísimo del Vilariño, lo que puede ser objeto de reprobación social es el declararse heterosexual militante. Porque te pueden acabar viendo como el eslabón perdido entre el pithecantropus erectus y el homo antecesor. Casi como una antigualla, como un fósil, como una reliquia paleontológica. Algo así como para que te coloquen en una de las vitrinas del Museo Arqueológico Nacional.

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