martes 17 de julio de 2007, 22:19h
Una ola de exitismo recorre a Chile: un puñado de adolescentes, empujados por una mística especial y bajo la conducción de un entrenador que nunca ha estado en las grandes ligas (según propia confesión, el presidente de la ANFP, Harold Mayne-Nicholls, ni siquiera lo ha llamado por teléfono cuando el puesto de DT de la Roja adulta aún está vacante), está haciendo historia en Canadá, al ubicarse entre las cuatro mejores selecciones de fútbol del mundo, en su categoría.
Los medios se entusiasman, y se reproducen las expresiones de entusiasmo. “Me-pongo-de-pie” Carcuro, bajo el influjo de su caliente sangre itálica, ya los rebautizó como la “Rojaza”, porque, afirma, lo de Rojita ya es muy poco para quienes han consumado esta hazaña y se aprestan a enfrentar pruebas mayores. “Son de otro planeta”, aventuran otros. Y todos los noticieros televisivos nos mostraron las casas donde los familiares de estos chicos (Toselli en Lo Barnechea, Gary Medel en Conchalí, el “Huaso” Isla, que ahora es “cósmico”, en Isla de Maipo), se comían las uñas, mientras sus muchachos se batían contra los “gigantes” nigerianos en Montreal.
En medio de este clima no fue extraño que después de los 120 minutos de juego (los noventa tradicionales, más una extensión de 30, ante un empate que se transformó en poco tiempo en una goleada), los más entusiastas se volcaran a la Plaza Italia o salieran a la calle a bordo de sus autos, a hacer sonar sus bocinas ante esta lección de talento y espíritu de lucha que los Sub 20 nos han dado.
No faltaron, por cierto, los venenosos recados a los integrantes de la Roja mayor, que volvieron hace pocos días con la cola entre las piernas desde Venezuela, después de haber protagonizado un escándalo mayúsculo al regresar pasaditos de copas al hotel donde se hospedaban, tras salir a celebrar un empate. Con permiso, por supuesto, del buenazo de don Nelson Acosta, que dijo a modo de explicación que su función no era ser el vigilante de sus jugadores.
El vergonzoso hecho, que incluyó acoso a las camareras, destrozos en el tapizado de una silla y jueguitos arrojándose jamón y otros alimentos a la cara, en una ambiente de sana camaradería, fue probablemente el suceso más destacable de la intervención de esta selección en la Copa América. Donde si bien sortearon una primera etapa, con su suerte amarrada a la calculadora, su accionar futbolístico no fue ni de lejos muy destacado.
Para la historia, quedarán inmortalizados como los “pailones”, muchas más buenos para el carrete y la frecuentación de bataclanas, que para el trabajo sobre el césped, donde –se dice- se ven los gallos. Y al otro lado, entonces, sus dobles opuestos: estos muchachos humildes, que seguramente cobran mucho menos en premios (para no hablar de sueldos), pero que tienen un amor propio a todo prueba que los hace entregarlo todo en la cancha.
Yo, que soy un hincha intermitente del fútbol, me he sentido, como muchos, atraído por su pundonor y su disciplina, y ese ir de menos a más que los hace ser cautelosos y moderados aun al cabo de las victorias más estruendosas, como el 4 a 0 ante los africanos. No se han mareado para nada, hasta ahora, con sus triunfos, y repiten que sólo se sentirán ganadores cuando logren el galardón máximo, el título de campeones, sin conformarse con los acostumbrados “triunfos morales”.
A Toselli, por ejemplo, el brillante arquero que proviene de las filas de la UC, no se le ha subido a la cabeza el récord de la valla invicta en torneos internacionales de esta índole, y repite, a quien quiera oírle, que lo suyo es un trabajo conjunto con la defensa. Habla en plural y no en primera ni en tercera persona, y eso, de por sí, ya es saludable, en un chico que no debe tener más de 19 años.
Mientras tanto, los que se han colgado del vagón de su éxito los califican de extraterrestres y les endosan la responsabilidad de llevar sobre sus espaldas “el sueño de todos”. No obstante, el equipo de José sigue en la suya: serios, aplicados y concientes de que hay que estar más concentrados que nunca para afrontar los nuevos desafíos. La disciplina, para empezar, es su capital número uno, y si Sulantay les ordena, como lo hizo, no ver el partido de la Roja grande para no irse con la cabeza a otra parte, lo hacen sin protestar.
Son, aunque no cobren en dólares, mucho más profesionales que los grandes. Y nos dan un soplo de esperanza de que no se van a “malear”, como otros antecesores suyos que pintaban como grandes promesas pero se frustraron en el camino.
Inevitable es no pensar en el caso de otros “chicos de oro”: los que salieron terceros en el Mundial Sub 17 de Japón, en 1993. Hicieron madrugar a todo Chile con su gran actuación en ese torneo, pero en el balance final se los llamó la “generación perdida”. Y a las pruebas me remito: de todos ellos, sólo Patricio Galaz (actualmente en la U) vivió una breve hora de gloria al ser considerado el “goleador del mundo” en 2004.
Sebastián Rozental fue siempre un proyecto interesante, aunque nunca pudo superar esta definición y, en definitiva, no logró nunca hacer algo grande. Dante Poli comenta fútbol en televisión, Héctor Tapia juega en Palestino, un club respetable pero del montón, y Frank Lobos, el pequeño volante con destellos de grandeza, terminó inmerso en un escándalo de partidos arreglados en beneficio de una mafia europea que profitaba con las apuestas.
De Dion Valle y otros no se ha vuelto a oír hablar. Y Manuel Neira, el hábil delantero, aparece en los diarios, si es que lo hace, por mérito de su mujer “opinóloga” o por las joyas que en algún momento le regaló, pues hoy juega en algún punto distante del planeta.
A partir de este (mal) ejemplo es que yo pienso que los jóvenes dirigidos por don José deben multiplicar su prudencia. Y es de esperar que sus parientes y amigos más cercanos los rodeen y los protejan, no con ánimos de “salvarse todos” a costa de los emergentes ídolos, sino de preservarlos de las malas compañías que, sin duda, llegarán como aves de carroña, atraídas por el olor a dinero fácil.
Juan Cristóbal Guarello comentó en una ocasión que Nelson Acosta se había movido rápido para buscarles “apoderados” futbolísticos a muchos de ellos. Y no he escuchado ningún desmentido al respecto. Y junto con los “representantes”, dispuestos a sacar su generosa tajada de cualquier transacción, también llegarán las modelos y “estrellitas” resueltas a lograr alguna portada a costa de la ingenuidad de algún desprevenido.
De hecho, ya escuché que uno de los chicos tocados por la varita mágica, Arturo Vidal, tiene una novia que, a los quince días de conocerlo, dijo estar profundamente enamorada de él y dispuesto a acompañarlo en su paso por el fútbol alemán, tal como otra modelito en el pasado se le instaló a “Bam Bam” Zamorano en su piso en Milán.
O sea, con todo respeto y sin querer incursionar en la farándula, que tiene por cierto mejores cultores que yo, me permito recomendarles, muchachos, “calma y tiza”. Y a no dejarse arrebatar por los exitismos, que los mismos que hoy los vivan y los citan como los referentes de una “nueva juventud chilena” ganadora y modélica, mañana pueden darles la espalda si no saben resistir los cantos de sirena de los farolitos rojos y las rubias siliconadas que liquidaron a Pinilla.
Ah! Y una postdata o moraleja última: qué fariseicas me parecen las expresiones de los comentaristas varios que ensalzan a los “sufridos hinchas chilenos”, llegados de todas partes de Canadá, que han hecho que la Sub 20 juegue como local en Edmonton, Toronto o Montréal. Ahora, todos los queremos y son “nuestros hermanos”, pero cuando llega la hora de darles el derecho a voto (un mínimo derecho del que gozan muchas colonias en el exterior) les hacemos la feroz desconocida y los dejamos pagando.
Tonteras que se dicen cuando uno está borracho de entusiasmo.
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Carlos Monge Arístegui
Periodista.