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Huellas de  la memoria

Huellas de la memoria

lunes 15 de abril de 2013, 11:14h

Bahretdin Jakimov, joven  ex soldado soviético  procedente de Samarcanda, Uzbekistán, fue dado por desaparecido en 1980, cuando apenas sobrepasaba los 20 años. Jakimov ha sido encontrado recientemente en la provincia occidental afgana de Herat, pero convertido en Sheij Abdulá,  un barbudo   ciudadano afgano más.

El hallazgo   fue hecho por el Comité para los Combatientes de la antigua URSS, cuyo presidente, Ruslan Aushev,   lo comunicó del mismo modo que si hubiera anunciado el rescate de un náufrago, el hallazgo de una roca procedente de Marte o el anuncio de un incremento salarial en España en  estos tiempos que corren.

Bien visto, Jakimov o Abdulá, el personaje ruso afgano, tiene ya tanto de su primera identidad como de la segunda y, en el fondo, no deja de ser eso, un náufrago sin memoria, ni país, ya que luchaba por uno que ya no existe, la URSS, y en el nuevo, el de acogida, será -en el mejor de los casos- considerado como un extranjero  raro y nacionalizado.

Identidad y memoria

Si somos el producto de la memoria, ¿qué sucede cuando esta se pierde o se deteriora? ¿Acaso perdemos por ello nuestra propia identidad? Más aún, ¿somos quienes creemos ser, o quienes creen los demás que somos o, incluso, una mezcla confusa, indefinida, aproximada, extraña   de ambas visiones...?

Demasiadas preguntas para ser resueltas en apenas unas líneas. Demasiado dolor   acumulado por  la confusión y los años para ser rescatado aquí y ahora. 

Algo parecido al cambio de personalidad surgida en el ex soldado soviético viene a pasar factura a muchos de nuestros padres  y abuelos que cuando llegan a ciertas edades (en general, más allá de los 80, aunque es difícil señalar una cifra concreta)   se adentran en un terreno   tan temido como desconocido a quienes   unos dan el nombre de    alzhéimer y otros de demencia  senil. Estos enfermos, sin embargo,  comparten un concepto distorsionado sobre sí mismos y sobre la realidad que viven que, a medida que se va acentuando la patología, confunden con mayor facilidad con sus propias ensoñaciones o recuerdos infantiles. 

La proximidad de familiares directos (padres, hijos, hermanos., vecinos, amigos...) que hacen de notarios de una realidad bien distinta a la percibida por el enfermo, no ayudan, sin embargo, a este  último a situarse   en unas coordenadas temporales ni geográficas reales y ese hecho, al menos en ciertas etapas   de la enfermedad, causan aún un mayor dolor tanto al propio enfermo como a quienes le rodean.

 

Sampedro

Parece que todos los estudios sobre el tema apuntan hacia el mismo lado: no aburrirse es el mejor antídoto contra el alzhéimer.  Disfrutar de un ambiente estimulante y  tener  intereses y actividades apropiadas   a cada persona, circunstancia y edad,  puede tener efectos beneficiosos, superiores incluso a la práctica del ejercicio físico.  

Todo esto está muy bien para retrasar   la aparición de esta enfermedad   en la que hoy se manifiesta la llegada a la vejez pero, tarde o temprano, todos o casi todos estamos inevitablemente abocados a situaciones de pérdida de memoria cuando sobrepasamos los 80, 90 o, incluso los 100 años. Por eso me ha parecido   un verdadero lujo volver a escuchar y a releer algunas entrevistas realizadas a José Luis Sampedro -excepción a la regla general-, otro de los escasos intelectuales honestos que   nos quedaban en España, que ha estado pronunciándose casi hasta el final de su vida, a los 96 años, con verdadera lucidez.   

Durante el verano de 2003, José Luis Sampedro dictó unas lecciones magistrales, a la vez enormemente sencillas y humildes, sobre la relación entre el autor y su obra, y sobre su propia relación con la literatura. El  deslumbrante resultado fue un libro que considero imprescindible,  Escribir es vivir, publicado en 2005,  y que haría de obligada lectura a quienes aspiren a ser decentes y dignos y, de paso,  quieran disfrutar de unas horas inolvidables con textos   sencillos, directos, enormemente pedagógicos y llenos de la inteligencia de uno de esos hombres   a quienes, si fuéramos dioses, habríamos indultado del inevitable   paso de morir   para que se quedara siempre entre nosotros para seguir dejando huella de lo que somos y acaso no debiéramos haber llegado a ser.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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