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'Lagrimas de cocodrilo': Un texto infame

'Lagrimas de cocodrilo': Un texto infame

martes 30 de abril de 2013, 17:30h
Hace doscientos años que nació Richard Wagner, y las sociedades wagnerianas se preparan para celebrarlo. La publicación en castellano de su panfleto antijudío, lo coloca en su sitio, como fundador del antisemitismo laico. O si se prefiere, de la columna vertebral del nazismo.

 "Estimado lector, está sosteniendo en sus manos un texto infame." Así empieza Rosa Sala Rose el extenso prólogo que antecede al efectivamente repugnante panfleto de Richard Wagner, El judaísmo en la música, que acaba de publicar Hermida Editores. Rosa Sala, germanista especializada en el estudio del nazismo "desde el punto de vista de la historia de las mentalidades", edita el panfleto en su segunda versión, que ampliaba en 1869, recogiéndolo íntegramente, la primera publicación de casi veinte años antes. Y demuestra cómo, no sólo su antijudaísmo visceral está presente en su música misma, sino cómo su argumentario supone una novedad sobre el "antisemitismo histórico", cómo está en la base de todo el pensamiento de Wagner, y cómo fue recogida por el Partido Antisemita fundado algunos años después.

El texto mismo es sencillamente de vomitar. Y no sólo por el resentimiento hacia músicos como Mendelssohn o Meyerbeer -cuyo pecado fue apoyarle en sus inicios- sino por su racismo, (ese racismo tópico y mentiroso, como todos los racismos, de "los negros huelen mal"). Inaugura, superando el "pecado deicida" de los cristianos, y en pleno momento histórico de la emancipación civil de los judíos, un racismo que pasa por la descripción de la "raza judía" y de su inferioridad, a partir del "asco profundo" que le producen. "Ya no hay músicos rubios", viene a decir en un momento dado, de su paranoia persecutoria. Como si no hubiera judíos rubios! Y gitanos rubios, y musulmanes rubios! Inaugura también el antijudaísmo genealógico -cualquier hijo o nieto o biznieto de cualquier judío o judía es judío: ya sabemos los frutos en sangre, sufrimiento y muerte, que daría unos años después esta idea gloriosa- y lanza la consigna que harían suya los odiosos sicarios de Hitler: el hundimiento. La necesidad de la aniquilación física de todos los judíos y sus ocasionales descendientes.

Y todavía le extraña -en la segunda parte, con el panfleto íntegro y dando la cara: la primera la publicó con seudónimo- que la cosa sentara mal, no sólo a los intelectuales y músicos judíos, sino a muchas otras almas civilizadas de Europa!!!! Y eso que se hace la víctima de una confabulación judía -por cierto, inexistente aunque estaría más que justificada- en su contra.... La víctima era él. Y Alemania, por supuesto..... Un miserable, vaya. No seré yo la que celebre su bicentenario.  Y es que a mí me da mucha dentera Wagner. Con humor lo decía Woody Allen: "Cada vez que escucho a Wagner me dan ganas de invadir Polonia".  

Ah, Wagner odiaba también a los periodistas, y eso que "tuvo" que ejercer el oficio en sus años pobres de París. Curioso autoodio: con sus "amigos judíos", con sus colegas de las épocas difíciles.... Qué asco, por dios. Y por lo que toca de periodista, y para desintoxicarme un poco, que esto es pringoso,( y lo que toca por otro lado ya todo el mundo lo sabe), quiero saludar un libro precioso, el de José María Izquierdo ¿Para qué servimos los periodistas?(Hoy), recién publicado por Catarata. Con humor, con rigor y con sencillez, y con la sabiduría de una experiencia ya larga, José Mari Izquierdo va desgranando y engranando los problemas de los medios informativos y los  periodistas en este momento, si, cuando la crisis tiene cara de terminal, y las redes sociales parecen ponernos en jaque. Y va poniendo a nuestro alcance una conclusión: la información completa (estudia, estudia mucho, dice en un momento dado al joven periodista), la jerarquización de los hechos (en el mundo pasan millones de historias que merecerían ser contadas, pero unas más que otras) la elaboración de criterios, y la contextualización y el contraste de las noticias con todas las partes implicadas, son bastante difíciles de conseguir de uno en uno... con la rapidez necesaria. Y lanza alternativas, claro. Y hace un canto a esta profesión maravillosa -diga lo que diga Wagner- y a su futuro, porque la información veraz y de fiar seguirá siendo una necesidad y un privilegio de la sociedad democrática. Un libro muy recomendable para saber eso, para qué servimos los periodistas decentes.

P.S. Y me pregunto: ¿merecía la pena la publicación del panfleto wagneriano? ¿Merecerá la pena este artículo mío? Algún día, quizá, en esa historia del antisemitismo que tan bien contó  Poliakov, pero que no termina, consigamos ver, y erradicar sus últimos frutos. Que siguen siendo amargos. Y a lo mejor por ahí....

 

Ediciones anteriores de 'Lágrimas de cocodrilo'


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