www.diariocritico.com

Discriminación por desconocimiento

viernes 09 de noviembre de 2007, 13:55h
Niegan a un padre la custodia de sus hijos por tener la polio. Sucede en Barcelona y me entero a través de un correo electrónico que me envía mi hija Leire. Me cuenta la denuncia que publica 'El País' y añade que espera que me interese. Ya sabe ella que sí, por eso me avisa de la discriminación que sufre una persona discapacitada, a la que una jueza sentencia a no poder cuidar ni disfrutar de  sus pequeños porque ser cojo es un impedimento que no tenía cuando su ex mujer se casó con él y le hizo padre.

Después de aprobar leyes de igualdad, de integración social, de movilidad y de supresión de barreras arquitectónicas, nos encontramos a una persona que tiene que juzgar a otra a la que no conoce (y no me refiero a su nombre, edad, domicilio o estado civil, sino a un ciudadano que es diferente por sus movimientos y andares o porque sus sentidos tienen dificultades para expresar el lenguaje normalizado).

El caso es que la persona señalada con el dedo de la Justicia, nadador paralímpico con seis medallas, separado de su mujer y que pretendía compartir con su contraria la custodia de sus hijos, ha tenido que salir a la palestra pública para pedir lo que en derecho debería ser suyo. Todavía no es definitiva la sentencia. Esperemos que el respeto a las leyes y la interpretación de la mismas, de acuerdo con el derecho a la diferencia y el respeto a los que no andan, hablan, se mueven, ven o se expresan  como la mayoría,  ganen la batalla, dejando atrás actitudes basadas en el rechazo por escrúpulos blandengues.

Sin el escándalo que provocaron las imágenes de un descerebrado pateando e insultando a una chica por ser inmigrante —que nos repitieron todas las teles y que provocaron que la Fiscalía del Estado enseñase su sensibilidad y que el ministro de Justicia tomase cartas declarativas en el asunto—, a este colega cojo sólo le queda hacer entender a los demás lo que se siente cuando alguien le echa la culpa a tu discapacidad para negarte algo.

La jueza debería saber que es compatible ser cojo y padre. Por experiencia propia le aseguro que es posible. Quizá quiera saber qué se siente cuando los demás sacan su “bondad” a relucir. Produce escozor tener que escuchar a personas educadas y bienpensantes decir, hablando de uno cuando es niño, “con lo guapo que es, qué penita que sea cojo”, o a escoltas de altas autoridades del Estado, hablando de uno cuando ya es mayor y está acompañando, como un periodista más, a tan digna personalidad, “estando como está, qué falta de consideración mandarlo a hacer esto con la caminata que se está dando y  casi no puede seguir nuestro ritmo”. Te parece un insulto y sientes que te han dado una patada en la boca del estómago.

Cuando Leire y Azeguiñe, mi otra hija, tenían más o menos las edades de los hijos del nadador —válido para trabajar, ser un campeón en su deporte, casarse y tener descendencia, pero no para compartir la custodia de sus pequeños porque es cojo—, paseaban con su padre, hacíamos la compra juntos y vivían conmigo largas temporadas, para luego hacerlo con su madre con  el único fin de disfrutar/sufrir a ambos progenitores. Nos ayudábamos estando juntos, mis carencias las suplían ellas y yo ayudaba sabiendo que escalar montañas y trepar por las paredes me cuesta más que a los demás. A ellas no les importaba llevar mi ritmo, lento pero constante, y les molaba ir, no cogidas de mis manos,  sino llevando el timón, representado por cada una de las muletas que son mis otras dos piernas.

¿Intervendrán los agitadores políticos, sociales, institucionales y mediáticos para denunciar esta discriminación y el desconocimiento de una jueza sobre la realidad de una persona que, aunque coja, quiere ser tratada como los demás?
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios