Tiempo para vivir
jueves 06 de diciembre de 2007, 13:29h
En pleno “superpuente” de diciembre, el más largo del año y el más esperado por muchas familias, salta a la vista un dato preocupante: habrá colegios abiertos el viernes para recibir a aquellos niños cuyos padres trabajen y no tengan dónde dejarles. Algo más de 300 plazas se han habilitado en la capital para este fin, en los distritos de Chamartín, Fuencarral-El Pardo y Puente de Vallecas. Allí podrán permanecer los niños de 7.30 de la mañana a 15.30 de la tarde. La crítica no es a la iniciativa municipal, que seguro habrá solucionado un serio problema para muchos padres. Pero es inevitable hacer una reflexión sobre la vida que llevamos y, sobre todo, que hacemos llevar a nuestros pequeños.
El mundo laboral ha evolucionado en los últimos años, casi de manera imperceptible, y tiende cada vez más hacia jornadas talla XXL. Las empresas exigen mucho, siempre una vuelta de rosca más; la competitividad es la bandera en la que se envuelven exigencias cada vez mayores para los empleados. No sólo hay que hacerlo bien: hay que ser el mejor, so pena de quedar apartado o de ser sustituido por alguien más joven, más dispuesto, y casi siempre más barato. Hemos pasado de una vida –la de nuestros padres- en la que con el único sueldo del cabeza de familia se podía vivir, a una sociedad en la que son los dos miembros de la pareja los que trabajan, y aún así alcanzan con dificultad el fin de mes. Bien es verdad que nos hemos creado necesidades que antes no existían, que las condiciones de vida y las comodidades de las que nos rodeamos son muy diferentes. Pero también lo es que el estado del bienestar nos está costando sangre, sudor y lágrimas.
Y eso también tiene una traslación directa a la vida de nuestros hijos, obligados en ocasiones a horarios de locura para adaptarse a la vida laboral de sus padres: madrugones, permanencias en el cole, actividades extraescolares que prolongan aún más la jornada, y vuelta a clase en vacaciones de verano, Semana Santa y Navidades. La vida adulta ya es bastante dura; no hagamos que los niños caigan en ella antes de lo imprescindible. Y a ver si esa comisión nacional para la racionalizacion de los horarios laborales consigue finalmente que los mayores también recuperemos un poco de tiempo. Más que nada, para vivir.