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LAPONIA FINLANDESA

Viaje exprés al dulce hogar de Papá Noel

Viaje exprés al dulce hogar de Papá Noel

miércoles 12 de diciembre de 2007, 14:53h
Es mediodía, Shaun Nugent y su familia tan sólo disponen de siete horas por delante para visitar Rovaniemi, la ciudad donde vive Papá Noel a 66 grados de latitud norte en la Laponia finlandesa, que los recibe con mucho frío y un manto espeso de nieve.
"Tengo mucho trabajo en esta época del año. No podía quedarme más tiempo", explica este empresario de Carlisle, en el oeste de Inglaterra. Pagó 1.800 euros por pasar una tarde en el círculo polar ártico con su esposa Mandy y sus hijas: Sofía, de 11 años, y Chelsea, de nueve.

Los viajes de un día de Navidad hacen estragos entre los turistas británicos e irlandeses. Causan tanto furor que se calcula que unos 35.000 pisarán hasta mediados de enero el oro blanco de la Laponia finlandesa. "¡Bienvenido a Finlandia! ¡Por aquí!", un ejército de guías vestidos de elfos orientan a los visitantes, que se dirigen hacia los autobuses a pasos agigantados.

Aunque hace un frío que pela y el reloj no se detiene, los turistas se divierten y las primeras bolas de nieve vuelan por los aires. Su destino es Santa Park, un parque temático excavado en la roca a unos cinco minutos del aeropuerto. Un surtido programa de actividades se adapta a los gustos de unos y otros: talleres de elaboración de pasteles de azafrán, decoraciones navideñas, paseos en trineo o motonieve y el inevitable encuentro con "Joulupukki", papá Noel en finés.

Dos kilómetros más al norte, la familia Hernández pisa por primera vez el círculo polar. Luis, su mujer Graciela, y sus hijas, Cecilia de seis años y Lara de tres, se quedarán todo el fin de semana. "Encantador", exclama Luis, un responsable de ventas en Madrid. Se encuentran en Santa Claus Village, una aldea de restaurantes, cafés y comercios construidos con troncos que alberga la oficina de Papá Noel. Las estrellas y los neones centellean.

Celia y Lara vinieron por él, por "Papá Noel". Celia se acerca tímidamente. "Quiero un circuito de coches pequeños, un muñeco Spiderman y un avión con un techo que se pueda abrir", murmura. "¡Vale!", contesta el anciano de larga barba en la lengua de Cervantes.

Una batería de cámaras fotográficas inmortaliza la escena, de apenas un minuto de duración. Otros turistas -franceses, alemanes, rusos, indios o italianos- esperan pacientemente su turno. A medida que se acerca el día de Nochebuena la espera puede durar una hora.

La familia Hernández pasa delante del "eje de rotación de la tierra", un mecanismo de madera que recuerda el universo de Julio Verne. Sobre los muros cuelgan fotografías de Santa Claus cortejando a las Spice Girls o junto al rey de Malasia.

A las 18h, los Nugent regresan al aeropuerto seguidos por medio millar de británicos. Como en estas latitudes anochece en torno a las 15H00, no han podido deleitarse con la luz añil que inunda los bosques de coníferas. ¡Qué más da!. "Casi no hemos visto el día, pero era fantástico. Volveremos probablemente el año que viene, con más tiempo, y alquilaremos un chalé", asegura Shaun.
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