En esta tierra de pan llevar tenemos abundancia de casi todo, pero sobre todo de lo necesario para vivir en el sentido más amplio de la palabra.
Hubo un apagón diurno que duró muchas horas en algunos lugares y paralizó al país. Mientras, los mastuerzos del Congreso buscan y rebuscan cómo echarle la culpa al gobierno unos y los otros a la oposición o a un proxy (las eléctricas privadas) o a un señor de Albacete.
La explicación más plausible es algo compleja, pero básicamente parece ser que lo que ocurrió es una sobrecarga en las renovables, sobre todo por la energía fotovoltaica procedente de Extremadura y Andalucía. Se estaba produciendo mucha energía y estaban entrando en el sistema más GW de los soportados por los (endebles) controles de seguridad de las renovables. La cosa es que se fue acumulando un montón de energía que no podía salir (no tenemos todavía un sistema de almacenamiento de energía, mucho menos de las renovables que requieren de grandes transformadores que conviertan en corriente alterna a 50 HZ lo que obtenemos de molinos y placas solares). Es muy probable, con lo que he podido averiguar de un tema abstruso y muy técnico, que el sistema, ante una sobrecarga, hizo “saltar los plomos” del país.
Al contrario que en una vivienda, cuando saltan los plomos nacionales no se puede subir la palanca del registro y ya está. En la distribución de energía tiene que mantenerse el equilibrio entre la demanda y la generación de energía. Es decir, no puede haber más energía suministrada que la que se demanda ni menos. Cuando se produce un Cero Energético (una expresión pija para decir que el sistema se ha ido a la porra) el reencendido debe hacerse parcialmente. Primero se pone en marcha una estación o una subestación generadora y se va acoplando a la demanda local de la zona. Una vez estabilizada, se pasa a la siguiente zona y así hasta recuperar todo el flujo nacional de demanda, generación y suministro.
Si las cosas son así, y no he oído a ningún TÉCNICO dar una explicación distinta, ni las eléctricas privadas ni los suministradores son culpables de nada: todo se debe a decisiones políticas sobre el manejo de las distintas fuentes cuando entran en Red Eléctrica de España. Estas decisiones suponen varios criterios, dar preferencia a las renovables sobre “las otras” fuentes; evitar las centrales termoeléctricas de ciclo combinado, cerrar las nucleares en uso y no usar carbón.
Ya el año pasado y aún el anterior, técnicos y directivos tanto de REE como de las eléctricas advirtieron de que el sistema presentaba puntos débiles de alta incidencia: REE, en su informe anual de 2024, ya alertó sobre el “riesgo de desconexiones de generación debido a la elevada penetración de renovables sin las capacidades técnicas necesarias para responder ante perturbaciones del sistema”. Y la Comisión Europea, en mayo 2023, advirtió que la red eléctrica española no era suficiente para dar cabida a todos los proyectos renovables previstos, instando a invertir en infraestructura de red, seguridad y almacenamiento.
Y antes de que todo esto se extienda y expanda, Sánchez ya ha desviado el foco, ha culpado sibilinamente a las eléctricas y ha puesto esa cara suya de prócer patrio. Lo que sea antes de reconocer que, una vez más, él y los suyos la han cagado.
En fin, pero hubo luz durante el apagón, y no porque gran parte ocurriera de día, sino porque los españoles salimos a la calle, nos tomamos las cervezas que quedaban frías, agarramos unas guitarras y nos pusimos a cantar y a bailar. Adoro este país y cuando digo que amo a España, no me refiero sólo al pedazo de tierra en que vivimos, sino a los españoles, a nosotros, los que hoy hacemos este país y, sin darnos cuenta, vamos rellenando huequitos de historia: me gusta que cantemos y bailemos en cualquier circunstancia, me gusta que ayudemos sin preguntar como cuando la DANA de octubre 24 o el ya viejo chapapote de Costa da Morte (naufragio del Prestige, 2002); me gusta ser año tras año el campeón mundial en donación de órganos y me gusta que los guiris hablen tan bien de nosotros en las RRSS. Fuimos la luz del apagón y somos el alma viva de un país cojonudo.