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Y de repente... ¡todo se apaga!

miércoles 30 de abril de 2025, 16:54h

Hace cinco años, el dieciséis de marzo de 2020, escribí mi primera columna en este diario a la que le sucederían otras 98 y que terminarían siendo un libro Cuando esto pase… Esa columna llevaba por título “Y de repente, todo se para”. La escribía desde la incredulidad, la incertidumbre incluso del miedo y la impotencia porque nadie hubiera visto venir una pandemia mundial, que nadie nos hubiera prevenido de un virus que paralizó el mundo, nos encerró, nos apartó de los nuestros, nos robó la agenda y, lo que es peor, mató y nos privó de lo más íntimo: despedir por última vez.

Y hoy me veo escribiendo y titulando una columna de manera similar y con las mismas sensaciones, aunque con alguna emoción añadida: indignación, desconfianza, angustia incluso enfado, después de un insólito GRAN APAGÓN. Nos contaron que en NINGÚN CASO podríamos ver esta situación en España, que nadie cambiara sus hábitos de vida porque “teníamos el mejor sistema eléctrico del mundo” nos lo contó la presidenta de Red Eléctrica Española, Beatriz Corredor, registradora de la propiedad y exministra socialista, que parecen ser credenciales suficientes para ocupar ese puesto y hacer esas declaraciones tan contundentes. Nos contaron en declaraciones y hasta en sede parlamentaria que lo de un posible apagón era un bulo, ya saben, la ultraderecha, los pseudomedios, los fascistas, los conspiranoicos…

Y de repente, llega un día en el que se va la luz en casa, en la oficina, en el tren, en el supermercado, en el colegio, en el bar, en las empresas, en el metro, en los hoteles, hospitales… en todos los lugares, en todo el país, a la misma hora, de norte a sur… y se queda gente encerrada en los ascensores, tiradas en una vía en medio de la nada, sin respiradores en casa, sin móviles, sin poder sacar dinero, sin posibilidad de pagar sus compras… los semáforos dejan de funcionar, los cajeros, los parking, las gasolineras, los coches eléctricos… Y así un sinfín de situaciones que nos llevan al caos, la angustia, la ansiedad y la desesperación.

Y quien nos tiene que dar certezas e información nos sumerge en más incertidumbre, en un apagón informativo, con una comparecencia que nunca llega y cuando lo hace nos cuenta lo que ya sabemos, que estamos sin luz, a la que sigue otra comparecencia en la que parece que tenemos que dar las gracias por encender un interruptor y que se haga la luz después de diez horas y, por supuesto, que no hagamos caso de las redes sociales que sólo atendamos a las declaraciones institucionales, los medios públicos y expertos (¿como los del comité de la COVID?, es decir, a la verdad oficial”. Otra vez el comodín del bulo, las noticias falsas y los alarmistas; otra vez ese paternalismo insoportable, otra vez la culpa es de los otros, otra vez los “salvadores de la patria”, otra vez ese tono condescendiente lleno de palabras vacías y eufemismos imposibles.

Estoy cansada ¡harta! De que nos hagan ver lo que no es, de no tener ni una explicación, de que nadie asuma responsabilidades, de que digan una cosa y la contraria en una misma declaración. Dejen de romantizar un desastre de esta magnitud disfrazándolo de “qué civilizados y solidarios somos los españoles”, del pueblo salva al pueblo, de lo bonito que es volver a los ochenta, a los transistores con pilas; de pasar un día conversando mirándonos a los ojos sin pantallas, de bailes en las calles, de aplausos cuando vuelve la luz, de vecinos que no se conocían y se unen entorno a una radio o a una cocina de gas a la luz de las velas, de gente paseando, de ver las estrellas porque no hay contaminación lumínica… ¡Harta de esta “batalla por el relato”, en la que lo de menos son los hechos!

Porque la realidad es, que después de casi 72 horas, no sabemos qué ha pasado. Que aquí no dimite nadie ni se lo plantea, que Red Eléctrica Española aunque es un “operador privado”, como ha señalado el presidente, su mayor accionista es el Estado y está presidido por una señora de su partido puesta a dedo; que ya van cinco muertos, que las pérdidas de las empresas son mil millonarias, que si no tenías dinero en efectivo no podías comprar ni una barra de pan, que miles de ciudadanos estuvieron tirados en medio de la nada y pasando la noche en pabellones, estaciones, aeropuertos… y con la angustia de no poder comunicarse con sus familiares y estos sin saber nada de ellos durante horas que fueron una eternidad.

Les aseguro que he tardado en escribir para no hacerlo desde la ira, aunque me es inevitable hacerlo desde la indignación. No soporto más que me hagan ver que es normal lo que no lo es, no me vengan con otra “nueva normalidad”. Digan la verdad, qué pasó en esos cinco segundos, estén donde tienen que estar y cómo han de estar por una vez ¡dejen de faltarnos el respeto! No le den la vuelta a la angustia de ese lunes que se fundió a negro.

La luz que necesitamos y que exijo en este momento no es solo la del interruptor, sino la de la verdad, la de los hechos, la de las causas, la del por qué… no la verdad oficial del “relato” que les toque contarnos esta vez.

Esther Ruiz Moya

Periodista

Esther Ruiz Moya es comunicadora, creativa, escritora y motivadora. Premio Círculo Rojo 2021. Colaboradora en medios en España y Estados Unidos. Autora del libro 'Cuando esto pase...', sobre la pandemia y el confinamiento. Autora del podcast 'A Contraluz', disponible en Spotify

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