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Un cura de izquierda en el poder

Un cura de izquierda en el poder

martes 22 de abril de 2008, 13:29h

El triunfo del ex obispo Fernando Lugo en las elecciones paraguayas constituye la expresión, ya un leit motiv, del rechazo de las mayorías, que son los pobres, hacia los partidos tradicionales y su carga de corrupción, traición a los ideales y perversión de los valores democráticos, en beneficio de un clase política y su contraparte económica.

Hegemonías que se prolongan por décadas terminan por desintegrarse, luego de un proceso de descomposición política y moral que va minando las mismas bases del poder, hasta que sucumben expulsadas por el voto rabioso de los oprimidos.

Es así como de la noche a la mañana surgen outsiders que sin trabajo político previo, sin acumulación progresiva de fuerzas sociales y políticas y bajo una propuesta generalmente de carácter populista, toman las riendas para reiniciar el círculo vicioso de la concentración y uso arbitrario del poder, para terminar igual que las clases dirigentes que reemplazaron: repudiados y en ocasiones presos y/o exiliados.

El ciclo lo inició Alberto Fujimori en el Perú, con la particularidad de que su Gobierno, a diferencia de experiencias posteriores, aplicó un modelo neoliberal en lo económico, pero marcado por los vicios de una dictadura bajo formas democráticas que finalmente sucumbió acosado por sus aberraciones.

Luego vendría Hugo Chávez, en las antípodas ideológicas, pero muy semejante en el propósito de perpetuarse en el poder, sólo que con las alforjas llenas y un audaz propósito de exportar su modelo, especulando con el desencanto de unas mayorías sumidas en la pobreza y el desencanto. Fue así como Chávez se apropió del reclamo popular en Bolivia y Ecuador, donde se pretende aplicar la receta "bolivariana" partiendo de una Asamblea Constituyente, el sometimiento de los poderes y la hegemonía de un partido y de un líder. Intento fracasado en el Perú, cuyo electorado ya escarmentó con la experiencia fujimorista.

Claro que en países grandes como Brasil, donde llegó al poder un político profesional, desde la plataforma de un partido sólido y con una idea central de justicia social que no excluye la noción de crecimiento en una economía de mercado, ha permitido consolidar y estabilizar el sistema porque las instituciones funcionan y hay equilibrio de poderes.

Mientras tanto la expresión anacrónica de la izquierda latinoamericana, que Chávez pretende implantar en países satélite, incluyendo Nicaragua, comienza a desfallecer y allí ya han comprendido que si el modelo se agrieta, al parecer irremediablemente, en la "metrópolis", luego de diez años de todo tipos de esfuerzos por imponerlo, su instauración en "las colonias" resulta igualmente inviable. Y eso lo debe tener bien presente Monseñor Lugo, encarnación de la Teología de la Liberación en el poder.

Roberto Giusti
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