El mundo ha cambiado en las últimas dos o tres décadas. Inmersos en el segundo año de una pandemia de dimensiones bíblicas. La cantidad de cambios y la dinámica con la que estos suceden a diario en cualquier parte del mundo, escapan al común de los mortales. Quinientos años tuvieron que pasar desde la invención de la imprenta hasta la primera impresora informática. Y apenas treinta años de esta a la primera impresora 3D. En un mundo globalizado donde la economía a escalas ha cambiado el concepto de consumo y manufactura, la fluidez de la comunicación en tiempo real ha cambiado sin lugar a dudas muchos de nuestros hábitos.
En este proceso, la Odontología (una de las disciplinas sanitarias quizás más artesanales y manuales) no se ha quedado atrás. Nuevas herramientas de comunicación, de diagnóstico como la Tomografía Computarizada de Haz Cónico, los escáneres intraorales, los softwares de planificación quirúrgica, de fabricación de prótesis, de diseño de sonrisa e integración facial, la irrupción de nuevos e innovadores materiales y los procesos de fabricación totalmente digitalizados suponen una ruptura drástica con la forma de trabajar de la inmensa mayoría de los odontólogos del primer mundo en apenas cincuenta años.
La denominada cuarta revolución industrial ha despertado cierto recelo pero ha tenido buena acogida en el sector. Principalmente, por parte de aquellos que han visto en la digitalización una oportunidad. La incorporación de estas nuevas herramientas de trabajo y el campo de conocimiento que con ellas se abren permiten al odontólogo ofrecer un servicio de calidad, cómodo, predecible y accesible al paciente. Todo un valor de diferenciación en una profesión cada vez más competitiva y donde el número de egresados no cesa en su aumento.
La salud y el bienestar de las personas debe prevalecer en cualquier proceso de innovación y desarrollo en el campo de las ciencias de salud. Practicar una “odontología abierta” donde además el paciente es partícipe de todo proceso aporta un un grado de confianza nunca antes datado.
La comodidad para el paciente, la predictibilidad de los trabajos, la realización de tratamientos menos invasivos o conservadores, la celeridad del servicio deben siempre prevalecer en la ética del dentista contemporáneo. El paciente es el protagonista de todo este proceso. De ahi, que su participación cobre mayor protagonismo en el diseño y fabricación de trabajos tan sensibles y personalizados como por ejemplo: Unas carillas dentales. Las cuales, pueden dibujar una nueva sonrisa sino que también cambiar la vida de una persona.
Nuestro centro lleva en un ADN el concepto de la digitalización, desde el primer momento que abrió sus puertas. Sin perder el trato cercano y la atención personalizada que nos caracteriza. En tiempos de pandemia seguimos ofreciendo un servicio de calidad bajo unos controles de seguridad estrictos frente a la COVID. Teniendo muy presente, que las personas que acuden a la clínica se merecen nuestra excelencia y todo nuestro cariño.
Dr. Emilio Rodríguez
Ronda de Segovia 31, 28005. Madrid
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