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Doscientas niñas

Doscientas niñas

miércoles 14 de mayo de 2014, 07:50h
El secuestro de doscientas niñas por parte del grupo terrorista Boko Haram pasará a la historia como uno de los capítulos de mayor vergüenza, indignidad y náusea moral en la historia de una humanidad que ha perdido definitivamente el juicio.

La humillación que supone, especialmente para los musulmanes, ese vídeo en el que estos desalmados presumen de que estas más de doscientas niñas se hayan convertido obligatoriamente al Islam, es todo un monumento a la cobardía.

Como si la Fe dependiera del látigo y la coacción en vez de la gracia y los corazones. Como si creyéramos que estos desalmados han podido convencer siquiera a unas inocentes niñas que tienen el brillo del miedo en sus caras.

La imagen de un ser deplorable, Abubakar Shekau, líder de residuos humanos que retienen a tantos inocentes, nos tiene que hacer meditar sobre la necesidad de poder hacer algo más allá de nuestras fronteras. La justicia universal, o es universal, o no es justicia.

Tras el secuestro de más de doscientas niñas en Chibok en el estado de Borno en Nigeria, se impone seguir tejiendo un marco jurídico internacional que autorice intervenciones y apoyo a aquellas naciones, a aquellos seres humanos, que sólo quieren vivir en paz.

Una legislación que no titubee, un mundo al que no le tiemble el pulso liberar a doscientas niñas. Un lugar en el que todos nos sintamos una de esas doscientas niñas, como si fueran nuestras hijas, como si fuéramos nosotros mismos.

La presunta negligencia del ejército nigeriano, durante aquellas terribles horas, no es más que un paso para abrir una investigación contundente. Pero es que el derecho positivo nacional, el uso de la propia fuerza y el dolor en clave local, no es en modo alguno suficiente.

Boko Haram quiere decir que la pretenciosidad es anatema, pero, en realidad, lo que quieren decir es que la educación occidental es pecado. Un grupo que trata de dominar el norte de Nigeria, de mayoría musulmana, y aplicar la ley islámica o Sharía.

En ese sentido asistimos a una oleada de antirracionalismo en potencia, de radicalismo sin cerebro, de maldad sin límites. Una situación que a veces es un enemigo invisible y, en otra, ocupa territorios.
Las naciones podrán olvidar las injusticias. Los pueblos no.  

@AntonioMiguelC
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